domingo, 18 de noviembre de 2007

La última historia que uno se cuenta

Por:
L. Katz


1- Una paradoja del pase
El pase es paradojal: por un lado, se trata de una ficción; por otro, es una invitación al realismo, es decir, a ser engañados por lo real sin contarse historias " como dice Miller en su curso "El lugar y el lazo"
Hay una tensión: por un lado, en un psicoanálisis se cuentan historias, y en el pase, también se trata aún de una historia, de la última historia que el sujeto se cuenta a propósito de lo real.
Desde esta perspectiva podemos decir que los efectos terapéuticos no son aún la última historia; porque muchos de ellos quedan aún del lado de la novela, del lado de los amores del sujeto por el lenguaje.
Sin embargo ¿ qué hay más allá? Hay la última historia que el sujeto se cuenta, ese es el síntoma en su nuevo valor, es el síntoma en singular, que sería lo único real que no excluiría el sentido.
Aún así, el pase es todavía un modo de contar esa última historia.
El analista de la Escuela que nominó nuestro cartel, nos enseña que tuvo que hacer una "tranche", otra vuelta, un segundo análisis –en este caso con el mismo analista- para contar la última historia que es ruptura y vacío y al mismo tiempo es el camino por el que el sujeto encuentra su diferencia.

2- La pacificación del sufrimiento
El dispositivo del pase, además de su función de investigación en torno a los finales de análisis, constituye un espacio privilegiado para situar los efectos terapéuticos, su caracterización y sus razones.
Por un lado, las razones que los mismos pasantes dan de dichos efectos, por otro, las que el cartel elabora a partir de la escucha de la transmisión de los pasadores.
Nuestro cartel ha obtenido algunas enseñanzas acerca de los efectos terapéuticos, y es lo que hoy, desde mi experiencia del cartel quiero transmitir aquí.
En la heterogeneidad de los recorridos el cartel se ha encontrado con testimonios de pasantes sumamente valiosos en cuanto al relato de su novela familiar, también pudo constatar en mayor o menor medida un saldo terapéutico y una ganancia de saber.
La diversidad de las problemáticas subjetivas muestra cierta constante: los testimonios acentuaban la "pacificación del sufrimiento" y ubicaban un movimiento, un franqueamiento del plano de algunas identificaciones y del lazo con los significantes amos.

3- El peligro de curarse
A veces, esta pacificación puede resultar peligrosa como ya lo había advertido Freud en 1919, en su conferencia "nuevos caminos de la terapia psicoanalítica". Una vez más nos encontramos con la actualidad de Freud, lo cito: "Por cruel que suene, debemos cuidar que el padecer del enfermo no termine prematuramente en una medida decisiva. Si la desvalorización de los síntomas lo han mitigado, tenemos que erigirlo en alguna otra parte..., de lo contrario, corremos el riesgo de no conseguir nunca otra cosa que mejorías modestas y no duraderas". Algo de esto ocurrió en el primer análisis del AE del que ya hice referencia. El sujeto encontró una solución terapéutica "efectiva, pero temporaria". Pasó de la impotencia a la potencia. Creyó haber salido de la impotencia por haber matado al padre, y por cruel que suene, el peligro de curarse lo llevó a una salida prematura del análisis; lo que produjo que el sufrimiento se erigiera en otro lugar.
El sujeto creía que era posible ir más allá del padre sin servirse de él.

4- La movilidad del falo
En otro de los casos, el cartel pudo constatar los efectos terapéuticos del análisis relacionados con la trama edípica. Se trata de un sujeto femenino.
Por la vía de la madre hay cierto apaciguamiento del estrago. Hay caída de la identificación a la crueldad y a la impiedad materna.
Hay una mirada que se suaviza por la salida de la repetición edípica en su dimensión trágica.
Sin embargo, por la vía paterna, aún está acentuada la vertiente de la repetición en la elección de los partenaires: repite con los hombres el encuentro de goce con el padre, lo que la lleva a una cierta inmovilidad de su condición erótica.
Hay que destacar que por las dos vías hay apaciguamiento como efecto terapéutico. El cartel entendió que dicho efecto hallaba su razón fundamental en la propiciación de la movilidad del falo, hasta ese momento encarnado de modo fijo en el partenaire.
En este caso, los efectos terapéuticos del análisis, produjeron una modificación en la práctica.

5- De la parálisis al movimiento
En otro de los casos un sujeto femenino se veía llevado a representar los dos sexos. Creencia sostenida en las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad; creencia en la que el sujeto se refugiaba: tenía que representarse a sí misma y a un hermano muerto muy prematuramente, que quedaba como resto en su cuerpo, lo que se expresaba en un síntoma conversivo que "paralizaba" al sujeto. La caída de una identificación pudo liberar al sujeto de la alienación imaginaria. Los efectos terapéuticos se producen al caer la creencia en su fantasía hermafrodita. Deja de representar los dos sexos y se separa de los dichos maternos y paternos que la condenaban y aniquilaban su diferencia.
Se desprende del doble, lo que dio lugar a un "movimiento". El entusiasmo por el "movimiento" condujo a la salida prematura del análisis.

6- Una regulación de goce
En otro caso, una identificación viril y un síntoma de la neurosis infantil, lleva al sujeto a una querella permanente con los hombres y a la angustia frente al deseo del Otro.
El síntoma cardinal de la angustia que lanzaba al sujeto a la acción y a "un desborde de goce" se conectaba con quedar a merced del estrago del Otro materno.
El cartel pudo constatar la eficacia terapéutica ligada a la rectificación de la función paterna. Esto fue caracterizado por la pasante como la obtención de "una regulación de goce" a partir de "poner una válvula al goce".
Cae la identificación viril, y hay una ganancia de saber en relación a la posición del sujeto frente al deseo del Otro.
Esta cura, muestra el éxito de una regulación a nivel edípico, que permitió constatar una vez más, la eficacia terapéutica del buen uso del Nombre del padre cuando éste se reconoce en su dignidad instrumental".
Este caso nos enseña que para que haya efectos terapéuticos hay que valerse del Nombre del padre. Sin embargo aún no hay un más allá, no hay un Otro inconsistente.

7-Los efectos terapéuticos y el fin de análisis
En el caso del AE voy a ubicar tres efectos terapéuticos:
a) Se recupera de los tropiezos de la tartamudez en tanto deja de "ser el dije" de la madre, es decir deja de ser dicho por ella, lo cual le permite recuperar un habla.
b) En la vertiente de la condición amorosa, el sujeto elegía del lado de la "elección particular" en el sentido freudiano. El análisis le permitió atravesar esta cuestión, lo que modificó la repetición de goce y la condición amorosa misma.
c) Llamó la atención del Cartel que fuera el experimentar un sentimiento de culpa, tras un lapsus, lo que condujo al pasante al dispositivo: la culpabilidad por no haber testimoniado aún de su experiencia ante el Otro de la Escuela. En esta serie, pudo aislarse con precisión como la resolución del síntoma, ligado a la creencia en la "palabra salvadora", introdujo un cambio en la práctica que podría resumirse como un saber hacer sin la palabra salvadora. Se trataba de "un curarse de la culpa" en tanto analista, pero no en tanto sujeto.
Finalmente, el cartel ha sido enseñado de que también en el caso en que hubo un final de análisis, que concluyó con una nominación, se constataron efectos terapéuticos. Esta precisión, aunque limitada, exige prudencia en cuanto a una generalización.

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