viernes, 7 de diciembre de 2007

Entrevista a Jacques-Alain Miller

Cómo una campaña sobre la depresión demuestra la incapacidad presidencial para aprehender lo real. Una entrevista con el filósofo y psicoanalista Jacques-Alain Miller.


« Si la tristeza es una enfermedad, entonces la humanidad es una enfermedad »


"Quiero hablar de la depresión, de la mirada que la sociedad tiene sobre este sufrimiento que no es material. Quiero comprometer a la investigación médica francesa en el alivio de este mal" declaró Nicolas Sarkozy el II de febrero último en un discurso en la Mutualité. Hace algunas semanas, el ministerio de Salud lanzaba una campaña sobre la depresión. Se le preguntó a Jacques-Alain Miller lo que pensaba sobre ello.
Filósofo, psicoanalista, es responsable de la publicación de los Seminarios de Lacan. Jacques-Alain Miller fundó la Asociación mundial de psicoanálisis (AMP) y dirige la revista Le Nouvel Âne cuyo último número está consagrado a una crítica virulenta de la campaña contra la depresión iniciada por el ministerio de Salud. Puesto que si existen formas graves de "enfermedad del alma" - que se la llame como en otro tiempo melancolía o que se la vulgariza hoy bajo el término "depresión" - es grande la tentación de considerar la menor fatiga, tristeza o pequeña caída existencial como patología que hay que curar con urgencia antes de volver a partir hacia el combate...


CHARLIE HESBDO: ¿Que piensa usted del combate presidencial contra la depresión?

Jacques-Alain Miller: Que el presidente es un hombre de buena voluntad. Que admite que el sufrimiento psíquico no es material, no es objetivable. Pero, porque no está bien aconsejada en este tema, pone todas sus esperanzas en la medicina sin pensar en el psicoanálisis. Está mal aconsejado, o piensa profundamente que la investigación médica puede curar la depresión?
¿Quien quiere erradicar médicamente la depresión? La burocracia sanitaria internacional. Ella ha logrado poner al servicio de esta idea loca a las autoridades políticas de un número considerable de países desarrollados. Nicolas Sarkozy está influenciado, como lo está la mayoría de los franceses, por el intenso lobbyng de una parte del establishment sanitario nacional, que se ejerce en el sentido cognitivista y farmacéutico.


“Si uno no se quiere deprimir, hay que asumir la verdad.”


¿Pero como explicar este interés del Estado, del poder por nuestra salud?

No es de hoy. La Seguridad social data de 1945. Mucho antes, desde los comienzos de la época moderna, el poder va ineluctablemente hacia el biopoder, Michel Foucault lo demostró. Actualmente, la salud es en Francia un problema agudo para todos los gobiernos que se suceden, en razón del famoso "agujero de la Segu". Todo un pequeño pueblo de expertos trata de "racionalizar" el sistema. (Instituto nacional de la prevención y de la salud (INPES) , creado en 2002, se llevó brillantemente la palma con su campaña antitabaco, y en la lista de sus próximas víctimas, inscribió a la depresión. Pero si los perjuicios del tabaco tienen una cierta objetividad, no es el caso con la depresión, todo depende de la definición que usted dé de ello. Con una de ellas, ustedes pueden demostrar que el 95% de la población está afectada.

¿Cuál es esa definición?

95 % de la gente conoce una media anual de seis episodios de tristeza y de pérdida de la estima de sí. Si se decide medicalizar todo esto, entonces el crecimiento exponencial del número de depresivos se explica. No es extraño que la OMS prediga que, en 2020, la depresión será la segunda causa de invalidez en el mundo después de las enfermedades cardiovasculares. Riamos! Lo que es grave sin embargo, es que el consumo de antidepresivos, que había bajado, va a explotar nuevamente. Francia es el país que consume más psicotrópicos en el mundo.

¿La campaña depresión corre el riesgo de acentuar este fenómeno?

Está en Molière, El enfermo imaginario, o Knock: INPES persuade a la gente que si están tristes, es porque están enfermos, y los incitan a tragar medicamentos. Lo que era considerado antes como un mal momento que había que pasar, una caída anímica, un duelo difícil, es desde ahora en más "una enfermedad". El folleto depresión, difundido en millones de ejemplares, es una tentativa de adoctrinamiento masivo, perfectamente irresponsable, la ambición es remodelar vuestras emociones más intimas. Es un "alien" que se insinúa en lo más profundo de ustedes - incluso para sabotear todo lo que ustedes sienten. Los obliga a interpretar vuestros sentimientos más humanos en el sentido de la enfermedad


¿Usted cuestiona a la Industria farmacéutica?

En todo el mundo desarrollado, la influencia ideológica de los laboratorios es enorme. Esto no me indigna: es una industria, debe hacer frente a la competencia internacional, maximizar sus partes de mercado, y por lo tanto luchar ante los poderes públicos, formar a la opinión pública, convencer a todos que tragar sus productora, es necesario, hace bien. Nada más normal, más lógico. Pero entonces, es necesario poder oponerles contra poderes, que hagan barrera a sus excesos de celo. Tenemos que vérnosla con un fenómeno de la civilización.


¿De qué fenómeno se trata?

El hombre contemporáneo se piensa a sí mismo como una máquina. Si esto no funciona, es que disfunciona, y debe haber un tratamiento hiper rápido. Se cree, que normalmente, tenemos derecho a la euforia, a la píldora de la felicidad. Es ciencia ficción realizada. De ahora en más se enseña la ciencia de la felicidad en Gran Bretaña y en Alemania, Lord Layar, economista distinguido, ex consejero de Tony Blair, el papa de esta nueva ciencia, considera que la depresión es uno de los frenos principales para el crecimiento económico.

¿Terminar con la enfermedad, no es un medio de relanzar el crecimiento?

Pero la tristeza es inherente a la especie humana. ¡Si es una enfermedad, entonces la humanidad misma es una enfermedad! es muy posible que seamos una infección del planeta. Era por otra parte la idea de Lacan. Desde el origen de los tiempos, nos destruimos a nosotros mismos, y nuestro entorno por añadidura. Si queremos curar esto, entramos en la biotecnología, se va a tratar de producir otra especie, mucho mejor. Una especie asexuada y muda. ¡En ese momento, nos portaremos como es debido!


¿Cuando uno está deprimido, se porta mal?

Uno se deprime cuando está enfermo de la verdad. Si uno no quiere deprimirse, hay que asumir la verdad, su verdad. Me tocó la frase de Cecilia que fue tapa de una revista en el momento del anuncio del divorcio. "Quiero vivir mi vida sin mentir" Este es el antidepresivo más poderoso.

Sarkozy fue víctima de la repetición intoxicante sobre la depresión.


¿Nicolas Sarkozy es depresivo?

Fue, por el contrario la víctima de esta atmósfera de intoxicación en torno de la depresión. Recuerde esas fotos que lo mostraban con los ojos vidriosos, mal afeitado luego del anuncio de la separación. Es una intoxicación. Este tipo, es una dínamo, que toma la realidad, la sacude, busca el problema y promete la solución. Es una primicia. Con Miterrand, era la moral del final del Cid: "Deja hacer al tiempo, tu valentía es tu rey". Con Chirac, era la Corrèze, el padre Queuille: "No hay problema que una ausencia de solución no podría resolver" Y el sarkozismo, es un bello esfuerzo, pero no va a andar. ¿"Juntos, todo se vuelve posible"?

Primeramente, Sarkozy debió constatar que, en su "juntos" con Cecilia, no todo fue posible. Y luego, va a descubrir que, la realidad es una buena hija, su plasticidad no es infinita: ella no se deja hacer sino lo que le gusta. Lo real hace barrera. Ya sea que uno se choque con ella, o que se busque la mejor manera de hacer con eso. Y en este mes de noviembre, vemos los esfuerzos prodigiosos de nuestro Hércules político hacer agua por todas partes. Esperemos que se despierte...


PALABRAS RECOGIDAS POR HÉLÈNE FRESNEL

(Acompañan la publicación dos dibujos que ocupan casi la totalidad de la página 12. A causa de su peso excesivo, no pueden acompañan el texto. Estos dibujos son comentados por JAM, en su Curso del miércoles 21 de noviembre)


Traducción: Silvia Baudini

TLN agradece vivamente a Mlle Rodriguez, Secretaria del CPCT-Paris, a su Director, Fabien Grasser y a Pierre Sidon.

Fuente: AMP

¡Uy, me olvidé de casarme!

Por: Irene Meler*

“Nos encontramos ante un desorden de las pautas del cortejo”, señala la autora, en el marco de situaciones como “la posibilidad de demorar la edad del matrimonio”; “la desidealización de la alianza conyugal” o “la tendencia hacia la búsqueda ‘racionalizada’ de un o una compañera adecuada”


Asistimos a un nuevo tipo de consulta, donde mujeres jóvenes, atractivas, educadas y exitosas, recuerdan de pronto que el tiempo pasa y... ¡han olvidado que debían casarse! Esta postergación del propósito de constituir una pareja estable y de tener hijos revela hasta qué punto el vínculo amoroso, pese a los reclamos manifiestos, ocupa un espacio psíquico secundario en el sistema de ideales propuestos para el yo de las nuevas mujeres. Vemos, entonces, una modalidad de malestar cultural propia de la modernidad tardía. Hoy en día, los jóvenes educados e insertos en el mercado laboral coinciden, en términos generales, en considerar que su construcción como sujetos socialmente autónomos es una prioridad con respecto al establecimiento de relaciones amorosas. En el caso de los varones, esta tendencia no hace sino continuar con un criterio que ya estaba en vigencia a comienzos del siglo XX. Un hombre debía formarse e insertarse en el mundo social y productivo, antes de decidir que estaba en condiciones de casarse y de tener descendencia. Lo novedoso es que hoy muchas mujeres elaboran, de modo implícito, un proyecto de vida semejante. La construcción de una subjetividad compleja, apta para competir en el sofisticado mercado de las empresas transnacionales, lleva tiempo y esfuerzo.

La tendencia hegemónica en el capitalismo contemporáneo, si bien ha incorporado a las mujeres al mercado, consiste en una universalización del estilo subjetivo masculino. Encontramos una liberación femenina cuyo costo ha sido resignar los ancestrales valores de la feminidad para incorporarse, aunque sea como socias menores, al club androcéntrico. Esta integración tiene un aspecto jubiloso, en tanto implica superar el estatuto subordinado de las abuelas y de algunas madres, pero también ocasiona problemas subjetivos e interpersonales inesperados.

Las parejas modernas, las que se unieron hasta la década de 1960, estuvieron sostenidas, en gran medida, por la mistificación del amor por parte de las mujeres. Durante la modernidad, mientras que el trabajo fue el gran asunto de los varones, el amor era preocupación central de las subjetividades femeninas. Esta actitud no resulta sorprendente, ya que la ubicación social de las mujeres dependía por partes iguales de su nacimiento y de la alianza conyugal que lograran concertar. El camino de los logros personales estaba cerrado, y conquistar a un varón exitoso hacía de ellas “la esposa del doctor, del ingeniero o del empresario”, una forma de compartir el estatus alcanzado por el marido, cuya carrera sostenían con convicción, ya que formaba parte de una sociedad conyugal indisoluble. Si bien todavía existen muchas parejas establecidas sobre este tipo de contrato (Ana María Fernández, La mujer de la ilusión, 1993), se observa que tienden a desaparecer.

El correlato de la dependencia social y económica de las mujeres que integraban aquellas parejas que he denominado “tradicionales” (“Parejas de la transición. Entre la psicopatología y la respuesta creativa”, revista Actualidad Psicológica, 1994) fue la idealización de la masculinidad y la estructuración de un proyecto de vida cuyo eje era seducir y retener a un marido. Emilce Dio Bleichmar (El feminismo espontáneo de la histeria, 1985) señaló que tener un hombre exitoso, o al menos algún hombre, fue un ideal central en el sistema de ideales del yo de las mujeres tradicionales.

En ese sistema simbólico, los varones deseaban a las mujeres, pero sus reaseguros narcisistas derivaban del grupo de pares: sus referentes eran los otros varones. Un líder político o un empleador exitoso que abriera oportunidades laborales podía (y aún puede) gozar del mismo tipo de lealtad y admiración, por parte de sus seguidores, que aquella que las mujeres dedicaban a sus compañeros. Mientras que ellas eran “mujeres de un solo hombre”, ellos eran “hombres de...” tal o cual líder político o económico.

El amor se nutría, tal como lo describió Freud (Introducción al narcisismo, 1914), de la satisfacción de las grandes necesidades vitales. Los sujetos hegemónicos se mostraban remisos a comprometerse, ya que su capital simbólico (Pierre Bourdieu, El sentido práctico, 1980) era elevado. Las mujeres, bien lejos de la inaccesibilidad narcisista descrita por Freud en 1914, sostenían la institución conyugal con su dependencia y con la idealización de su proveedor.

Pero llegaron los tiempos del desencanto. En la llamada posmodernidad, los dioses han caído, pese a los espasmódicos intentos fundamentalistas por reciclar su culto. Este proceso puede abrir un camino hacia una existencia social menos mistificada, pero sin duda entraña riesgos que han sido descritos por Dany-Robert Dufour (El arte de reducir cabezas, ed. Paidós, 2007) como “desimbolización”.

Los ideales laicos que consistían en utopías de paridad social se han revelado difíciles de alcanzar. El mundo del mañana se parece de modo algo siniestro al de ayer, en tanto las relaciones de dominación, de explotación y su versión innovadora, la exclusión, continúan generando pobreza. Un correlato de esta situación se observa en el campo de las relaciones amorosas. El lema de las mujeres anarquistas, “Ni Dios, ni patrón, ni marido”, parece cumplirse, y como todo sueño, presenta en ocasiones ribetes de pesadilla.

En algunos casos, la estrategia para superar la amenaza de soledad es una especie de reciclado de la subordinación de género acotada al ámbito privado. Así como algunas jóvenes disimulan sus credenciales universitarias a la hora de seducir, al elegir pareja impostan una dependencia que no existe de modo efectivo; y aceptan varones con menores atributos fálicos de lo que sus aspiraciones demandan. He planteado que las relaciones tradicionales entre los géneros pueden modificarse con mayor facilidad en el ámbito público y que, por el contrario, es en el terreno de la intimidad amorosa, de la constitución del deseo, donde el nexo entre erotismo y dominación resulta más resistente al cambio (“El ejercicio de la sexualidad en la posmodernidad. Fantasmas, prácticas y valores”, en Psicoanálisis y género. Debates en el Foro, Lugar Editorial, 2000). Esto se expresa en lo que comúnmente se denomina “una cierta necesidad de admiración hacia el varón”, que sustenta el deseo femenino. Pero admirar no es tarea fácil para mujeres que han obtenido considerables logros personales y que encuentran varones severamente fragilizados.

En efecto, la masculinidad contemporánea atraviesa por una de sus crisis periódicas (Elizabeth Badinter, XY La identidad masculina, ed. Alianza, 1993): la retracción del empleo y las transformaciones del mercado laboral han afectado de modo adverso las ocupaciones masculinizadas. Los emblemas fálicos de los varones resultan insuficientes, a lo que se suma que la apreciación de las jóvenes sobre los logros masculinos se genera desde una experiencia donde las realizaciones educativas y laborales ya no parecen metas inaccesibles para ellas.Nos encontramos entonces ante un desorden de las pautas del cortejo, o sea de la articulación moderna entre dominación masculina y producción de deseo.

En relación con la disminución de la presión social hacia la conformidad, la creciente aceptación de la diversidad que abre la posibilidad de demorar la edad del matrimonio, y la desidealización de la alianza conyugal, se observa una tendencia hacia la búsqueda racionalizada de un o una compañera adecuada. Es lo que François de Singly ha denominado “un nuevo matrimonio de razón” (“Un nouveau mariage de raison”, Dialogue Nº 77, 1982). Ese autor observa en los jóvenes franceses una sucesión de convivencias ensayadas a título experimental, tendencia que se encuentra también entre nosotros. Si los integrantes de la pareja no se sienten satisfechos, esa relación caduca y se busca otro ensayo, con el objetivo de encontrar, finalmente, una persona adecuada para formalizar un proyecto en conjunto. Una vez cuestionado el prestigio del amor-pasión, se reflota así la racionalidad para la elección de pareja. Pero esta vez no se trata de una razón patrimonial, ni, como en tiempos premodernos, de aportar para el engrandecimiento del linaje. Los individuos posmodernos intentan ser razonables como una estrategia para evitar los traumas derivados de las rupturas amorosas, con los que estos hijos de la generación del divorcio se han familiarizado (en su sentido más literal).

Los fracasos conyugales de la generación de sus padres los han traumatizado y ellos son cautelosos a la hora de comprometer sus afectos y desplegar ilusiones. No es necesario que haya existido un divorcio maligno entre sus padres. En muchos casos, la experiencia de amigos o parientes basta para alertar a esta generación contra los padecimientos derivados de las ilusiones totalizadoras, y el odio que con frecuencia surge cuando éstas claudican. La reserva puede derivar en ocasiones en una actitud especulativa, donde las consideraciones sobre las dotes físicas de los candidatos o candidatas se unen con reflexiones sobre la familia de origen de la posible pareja, su salud mental, su situación económica y su prestigio. Cuanto mayores sean los logros personales en la educación y en el trabajo, más caro se vende el sujeto en el mercado matrimonial. Esta tendencia se observa sobre todo entre algunos jóvenes varones exitosos, que requieren un proceso terapéutico que los ayude a superar, ya no, como antes, la represión del deseo sexual, sino la desestimación del afecto.

Esta dificultad para el vínculo amoroso que se puede observar en lo que constituye el sector central de las generaciones jóvenes, o sea aquellos que están calificados, insertos en el sistema y que pueden considerarse de algún modo privilegiados, parece manifestación de una civilización desencantada, que ha obtenido y continúa logrando sorprendentes progresos tecnológicos pero que aún no ha perfeccionado las tecnologías para la construcción del sí mismos y presenta un serio déficit en el refinamiento del lazo social. Los nuevos individuos son, como ya decía Winnicott (ob. cit.) un logro histórico. Cornelius Castoriadis (Psicoanálisis, proyecto y elucidación, 1998) también consideró el sujeto autónomo como una producción social-histórica no siempre presente. Emergiendo de las identidades colectivas que caracterizan a los pueblos llamados “primitivos”, los nuevos individuos disfrutan de un mayor margen de reflexividad y de voluntad. Como cada época presenta sus formas particulares de malestar cultural, el que nos toca vivir pasa por un extravío de la individuación: el individualismo extremo.

Tal vez, cuando aumente la masa crítica de mujeres que participan en todas las áreas de la experiencia social, sea posible superar la hegemonía del logos masculino. La experiencia ancestral de los trabajos de relación, que ha caracterizado a las mujeres en función de su inserción en el parentesco y del ejercicio de la maternidad, podría, entonces, ser incorporada al imaginario colectivo.

* Presidenta del XI Congreso Metropolitano de Psicología, que la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires efectuará en julio de 2008. Coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género (APBA).


Fuente: pagina 12

viernes, 23 de noviembre de 2007

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA PRESENTACIÓN DE CASOS

Por: Marta Serra Frediani (Barcelona)



Cada sesión del Seminario del Campo Freudiano en Barcelona, desde sus inicios en 1985, consta de dos partes diferenciadas: el seminario de textos que corre a cargo de un docente y el seminario de casos clínicos en el que este comparte tiempo de trabajo con dos practicantes, practicantes del psicoanálisis, que “exponen” un caso de su práctica.


Hoy, primera sesión del Seminario del curso 2007-2008, no tendremos casos pero sí intentaremos producir un debate en la sala sobre el contenido y la forma de los mismos, así como su función en la formación del analista y en la transmisión del psicoanálisis.


Para ello he preparado “algunas” observaciones, items, con el ánimo de invitarles a todos a participar en una discusión constructiva.


1-. TODO SUJETO ES UN CASO CLÍNICO


Tomando la definición del diccionario Maria Moliner: “Caso clínico: cada manifestación individual de una enfermedad, especialmente si no es habitual”.


Si mantengo mi afirmación, ¿Cuál es la enfermedad que compartimos los humanos de la que cada sujeto es una manifestación individual no habitual? La especie humana está enferma de lenguaje. Es paradójico que eso que la hace “superior” a las otras especies, la presencia y la potencia de lo simbólico, sea también su dolencia común: no hay relación sexual, no hay una relación fija, escrita, determinada con la cual un hombre o una mujer puedan reconocer su partenaire. Para las otras especies, el instinto alcanza.


De esa “enfermedad común”, cada sujeto es un caso en tanto inventa una solución particular al problema, su síntoma. Cuando esa solución encuentra un tope, un tropiezo, que le deja al desnudo frente a “lo imposible de soportar” se pone en evidencia la dimensión clínica del caso porque, mientras uno es capaz de arreglarse solo, puede decirse que tiene síntomas, pero no los aborda en tanto clínicos.


2-. UN CASO CLÍNICO NO ES UN CASO PRÁCTICO


El caso práctico es una modalidad de aprendizaje o de evaluación de un saber constituido. Se utiliza en multiples disciplinas tan distantes como pueden ser la medicina, la macroeconomía y la psicología cognitivo-conductual.


El caso práctico apunta a un “hacer saber”, hacer saber -o evaluar si ya se sabe- la manera en que debe ser tratado un problema concreto, manera que, si es repetida idénticamente, producirá los mismos resultados exitosos.


Cuando Lacan decía “hagan como yo, no me imiten”(1), rechazaba la repetición, la imitación, la copia como modelo de la práctica analítica. El caso clínico pues, no busca un “hacer saber” sino la transmisión de un “saber hacer” particular de cada practicante respecto a cada caso concreto.


3-. EL CASO CLÍNICO APUNTA A LO SINGULAR NO A LO COLECTIVO


Lacan, a la pregunta: “¿Qué me está permitido esperar? [de un análisis]” responde en estos términos: “Sacar en claro el inconsciente del que usted es sujeto”(2).


Esa es la particularidad del saber inconsciente, es un saber que organiza la vida del sujeto para enfrentar la falta de relación sexual, un saber del que el sujeto es responsable y del que, sin embargo, no sabe nada.


Por tanto, el análisis no es el camino de la verificación de un saber ya allí, un saber constituido, sino el encuentro, siempre, de un saber nuevo, único de cada sujeto que atañe a la singularidad de su solución.


La última enseñanza de Lacan acentúa la cuestión de la singularidad en tanto diluye el refugio que las categorias clínicas nos daban: la forclusión, ahora, se generaliza a todo ser hablante. El neurótico no es sino un caso particular en el cual el Nombre del Padre es lo que permite el anudamiento entre los tres registros. La singularidad del caso tiene que ver, entonces, con la modalidad de goce del sujeto y su saber hacer con él.


Y luego están las particularidades que un sujeto -no pudiendo apoyarse en ese significante- ha encontrado, o inventado, como solución para anudar real, simbólico e imaginario; ahí encontramos una variedad infinita por explorar.


Es de alguna de esas singularidades de las que se da cuenta en el caso clínico.


4.- EL CASO CLÍNICO PONE EN TENSIÓN TEORÍA Y PRÁCTICA


Todo el edificio teórico de la disciplina psicoanalítica está en juego en cada caso clínico. No hay excepciones a eso. Sin embargo, hay una diferencia entre el caso clínico y el caso expuesto ya que este último, el caso expuesto, incluye un acotamiento del practicante: su exposición privilegia algún punto concreto que se quiere subrayar.


La exposición se centra especialmente sobre un momento de la cura, ya sea de inflexión o de cambio, un punto de vista retroactivo sobre lo que se ha producido en el trabajo analítico respecto a un concepto o la perspectiva del trabajo que se puede imaginar por delante..., como sea: nunca el caso es todo.


Si hay construcción del caso por parte del practicante es precisamente esa: el ordenamiento alrededor de un eje central que -enmarcado con citas o legible entre líneas- es teórico, y con el cual el caso particular, del analizante particular, mantiene una relación de tensión: ya sea problematizándolo o ejemplificándolo.


5.- EL CASO CLÍNICO MUESTRA QUE EL SUJETO ESTÁ AFECTADO POR SU HISTORIA NO POR SU BIOGRAFÍA


La biografía de un sujeto no tiene la menor utilidad para la construcción de un caso ni para la dirección de una cura. De entrada, porque el psicoanálisis es un tratamiento sólo aplicable al material producido por un sujeto, esto es, el material subjetivo, y nada puede ni pretende con lo objetivo.


Sin embargo, la historización del sujeto sí es importante porque en ella se pone en primer plano su responsabilidad –que, a fin de cuentas, es con lo único que contamos- al recortar las marcas que consintió que sus mayores dejarán en él, los puntos de inflexión que permitió que tuviera su vida, las repeticiones que produjo y, con todo ello, se podrá aislar qué de lo real se le presentó de manera traumática.


Lacan, finalmente, decía: “Lo que enseñamos al sujeto a reconocer como su inconsciente, es su historia”(3).


6-. UN CASO CLÍNICO EVIDENCIA LA ORIENTACIÓN POR LO REAL


Para Freud no fue difícil descubrir que los sueños, con su trabajo simbólico de condensación y desplazamiento, tenían como meta una satisfacción pulsional inconsciente, un goce, en términos de Lacan. Le llevó algo más de tiempo extraer la consecuencia clínica que implicaba el hecho de que esa misma satisfacción pulsional arraigaba en los síntomas: el desvelamiento de la significación por la interpretación no los hace desaparecer.


Por tanto, aquello que lleva a un sujeto a demandar un análisis, su síntoma, aparece en el caso clínico como siendo, en sí mismo, la modalidad que el sujeto encontró para tratar con el lenguaje el goce que habita su cuerpo.


Y es ese goce, real, el que orienta la experiencia analítica. Freud lo localizó, Lacan lo formuló y Miller lo ordenó en seis paradigmas. Así, el psicoanalista lacaniano está advertido contra el “furor sanandis”, y lo que busca es acompañar al sujeto en su tarea de producir, o reconstruir o modificar un anudamiento de los tres registros que le permita soportar lo irreductible del goce.


7-. EL CASO CLÍNICO INCLUYE EL TRABAJO DEL ANALIZANTE Y EL ACTO DEL ANALISTA BAJO LAS CONDICIONES DE LA TRANSFERENCIA


El analizante hace uso de una herramienta, la asociación libre, y con ella realiza dos tareas, la rememoración y la construcción. De alguna manera, el recuerdo, como la construcción, es una elaboración significante. Por tanto, la una no va sin la otra porque los recuerdos aparecen -o, habiendo estado siempre ahí, toman un valor inesperado, una nueva significación- que produce una construcción en función de su abordaje bajo transferencia.


Pero ese trabajo analizante sería imposible de llevar a cabo sin la dirección de la cura que implica el acto del analista, acto que tiene la particularidad de ser imprevisible en momento y forma, asi como impronosticable en sus efectos sobre el analizante. Sólo apres-coup se puede verificar su eficacia.


El caso clínico, pues, debe dar cuenta de la relación de orientación que el acto analítico ha tenido en el trabajo analizante y, al tiempo, de cómo la producción del acto analítico lacaniano no responde a un estandar sino a la singularidad del caso, uno por uno.


8-. EL CASO CLÍNICO ES FRUTO DE LOS TRES PILARES DE LA FORMACIÓN ANALÍTICA: ANÁLISIS, FORMACIÓN Y CONTROL




La autorización a la práctica analítica es compleja ya que no hay título que la favorezca ni certificación que la confirme. Cada analista debe autorizarse por sí mismo lo que no debe confundirse con que lo haga solo.


Lo hace en función de las transformaciones subjetivas producidas en su trayecto analizante, lo hace apoyado en las enseñanzas que recibe de la Escuela, lo hace comprometiendose al control de su acto en la supervisión y lo hace aceptando el control de sus producciones por sus iguales. Así fue como lo recomendó Lacan en su “Acto de fundación de 1964”.


Del caso clínico que presenta, sin embargo, o precisamente por eso, tan sólo él puede y debe rendir cuentas.


9-. EL CASO CLÍNICO ES CLAVE PARA LA TRANSFERENCIA DE TRABAJO DE LA COMUNIDAD ANALÍTICA


El objetivo de la presentación de casos clínicos es que sea enseñanza para la comunidad analítica. El practicante –como ya he dicho- expone el trabajo analizante y expone su acto analítico pero, para que el efecto de enseñanza se pueda llegar a producir, es imprescindible un tercero que se sienta concernido: el auditorio.


El auditorio concernido, entonces, también se expone, y lo hace con sus preguntas, sus aportaciones e incluso -¿por qué no?- con sus discrepancias.


Ciertamente, las coordenadas de un caso se juegan en la intimidad de la relación analítica entre analizante y analista; para algunos el compromiso ético con el psicoanálisis se sella así y desarrollan su práctica en soledad pero, cuando uno desea y acepta pertenecer a una comunidad de trabajo como la nuestra quiere decir que consiente y elige que su práctica sea útil a alguien más que sus analizantes.


10-. EL CASO CLÍNICO CONTEMPLA LA ÉTICA Y LA LEY


Freud descubrió una ley de protección de datos sobre la que fundó el psicoanálisis, ley que hace inaccesible al sujeto su propio inconsciente: la represión.


Ella constituye una de las paradojas de la práctica analítica en lo concerniente a la información: el sujeto viene a pedirle al analista que le dé su saber supuesto y el analista sólo puede empujarle a hablar, a la espera de que entre sus palabras, finalmente, el propio sujeto lo revele. Entonces, respecto a lo dicho al analista ¿a qué podría creer tener acceso el sujeto sino a lo que él mismo le ha confiado?


Sin embargo, la relación de secreto está en la base misma de la relación analítica. La confianza del paciente en el analista pasa por una regla ética fundamental: no debe decir lo que escucha, y esto es sin límites: no debe decir lo que escucha sobre él o sobre sus allegados, sobre su historia, sobre su vida cotidiana… a otros.


Si hoy debemos, además, tener en cuenta la “Ley de protección de Datos de Carácter Personal” que desde el año 1999, se aplica en España (4), debemos subrayar que la cuestión ética del psicoanalista va, incluso, más allá de la ley.


¿Cómo exponer entonces un caso clínico? Que la ética analítica se mantenga en la exposición de un caso y que se haga “conforme a ley” depende de que la construcción del mismo no incluya datos que develen la identidad del analizante ni –es importante- permitan llegar a averiguarla: esto es, “la persona” no debe ser identificada ni identificable. Y, actualmente, eso no se asegura simplemente teniendo en cuenta el auditorio concreto al que nos dirigimos en la exposición -la información circula mucho más allá de lo que podemos imaginar.


Desde el punto de vísta ético lo que importa es respetar la intimidad -que no necesita ser expuesta en detalle para mostrar las líneas de fuerza; abstenerse de hacer un juicio sobre las elecciones de vida de un sujeto, sobre las actitudes de los que le son próximos y no estigmatizar su entorno.


Presentar un caso clínico es pues un verdadero trabajo de escritura que incluye el tacto y la discreción manteniendo la exigencia de precisión.


Hasta aquí mis observaciones, como los mismos casos clínicos, son sólo una parte, no son el todo. Me propuse escribir 10 puntos, creo que Vds. encontrarán algunos más para sumar.


Bibliografía citada:


1. Lacan, J. “La tercera”, en Intervenciones y textos 2, Manantial, Buenos Aires, p. 81.

2. Lacan, J. “Televisión” en Autres ecrits Seuil, Paris, 2001, p. 543

3. Lacan, J. “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis” en Escritos I, Siglo XXI, 2001, p.251

4. Ley de Protección de datos de Carácter Personal de 1999: “Tiene por objeto garantizar y proteger, en lo que concierne al tratamiento de los datos personales, las libertades públicas y los derechos fundamentales de las personas físicas, y especialmente de su honor e intimidad personal y familiar”.


Otra bibliografía consultada:


1. Briole, G. “L’effet de formation dans la présentation de cas », en Revue La cause Freudienne, número 52.

2. Lacan, J. El seminario 7: la ética del psicoanálisis, Paidos, Buenos Aires, 2000.

3. Lacan, J. “Acto de fundación. 21 de junio de 1964”, incluido en los textos estatutarios del Anuario de la AMP de 1998.

4. Lacan, J. El seminario 23: El sinthome, Paidos, Buenos Aires, 2006.

5. Miller, J-A. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003.

6. Miller, J-A. El banquete de los analistas,Paidós, Buenos Aires, 2000.

7. Miller, J-A y otros. La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2003.

8. Liminaire del XXXemes Journées de L’Ecole de la Cause Freudienne.


fuente : ELP

jueves, 22 de noviembre de 2007

Transferencia y pulsión

Por: María Rosa Laborato

(*) Seminario de la EFBA "Pulsión", Clase del 4/10/2001

Voy a volver a repetirme, quizás porque si de la relación entre transferencia y pulsión se trata, la repetición es inevitable. Por un lado porque en las clases anteriores me guié por dos frases de Lacan en el inicio pero por otro porque estas dos frases ya las había recortado para un trabajo leído en unas jornadas y me siguen pareciendo brillantes, en tanto y en cuanto el brillo reclama toda nuestra atención.

Ambas frases son de la página 120 del Seminario 3, el de "Las psicosis". La primera dice así: "Ser psicoanalista es, sencillamente, abrir los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana." y la segunda: "Si por una suerte extraña atravesamos la vida encontrándonos solamente con gente desdichada, no es accidental, no es porque pudiese ser de otro modo. Uno piensa que la gente feliz debe estar en algún lado. Pues bien, si no se quitan eso de la cabeza, es que no han entendido nada del psicoanálisis".

Si subrayo esto que dice Lacan con una aparente sencillez, que no es la que caracteriza a su discurso precisamente, y que tampoco es tal si reflexionamos sobre la posición del analista, es porque pensar la práctica clínica desde la teoría y la teoría desde la práctica clínica conforman una dialéctica en permanente tensión y algo de esta tensión es lo que proponen tanto el concepto de pulsión como el de transferencia.

Lacan en "La dirección de la cura y los principios de su poder" señala la degradación del psicoanálisis después de Freud y cómo ésta tensión se diluyó en pos de la comodidad que ofrece el reforzamiento del Yo y el lugar, concordante con este reforzamiento por parte del analista, que es el del Saber acerca de la felicidad del paciente. Desarrollaremos esto un poco más adelante.

Propongo al pasar que también se conocen algunas de las deformaciones en que ha caído el legado de Lacan. Por ejemplo se ha llevado al límite del absurdo su formulación de no dirigir al paciente y no responder a su demanda, a través de silencios absolutos en las entrevistas que lo único que hacían era dejar al paciente sumido en la angustia.

O a nivel de la teoría el mal que nos aqueja es el del sobreentendido, como Lacan se interiorizaba en otras disciplinas y las ponía a disposición de la suya, hoy la exigencia colectiva es que todos tenemos que saber todo y leer todo, a su manera. No digo que esté mal saber todo lo que se pueda, siempre y cuando se respeten las propias marcas y el propio estilo del analista.

Sintetizando esta introducción, podemos considerar como inevitablemente humana la tendencia a la globalización del psicoanálisis, por el malestar inherente a la incertidumbre que conllevan su práctica y su teoría, ya que el sujeto deseante no es algo que esté definido antes de un análisis sino que se va construyendo en el mismo. El del inconsciente no es un saber clausurado, ni completo, como dijera Machado "se hace camino al andar".

Como ya se han ocupado de explicitar mis compañeros de cartel en cada una de sus clases, la de hoy tiene que ver con mi lectura particular de los textos de Lacan. Esto que les voy a decir es nuevo para mí, ya que lo fui pensando mientras preparaba la clase. De paso les hago publicidad a futuro en relación a lo que puede implicar preparar una clase o un escrito: lo bueno de la enseñanza es que en principio es enseñanza para el que enseña; tomo enseñar en la acepción de mostrar, indicar una dirección posible.

Entonces, para entrar en tema, voy a empezar con el mito, un tema que Elsa ya ha desarrollado en relación a la frase de Lacan que aparece en "La significación del falo": "las pulsiones son nuestros mitos" y que en "La dirección de la cura .....", esta vinculación entre mito y pulsión, va a ser tomada desde otro ángulo.

El bebé en el mejor de los casos, una vez que se sabe de su llegada, empieza a tener su lugar dentro de la historia que lo antecede o sea dentro del mito familiar. Estas expectativas acerca del futuro hijo son las que por un lado lo van a alienar pero a su vez le van a permitir la separación. Sabemos también que cuando en el mito no hay lugar para el hijo en el deseo de la madre, nos encontramos ante las psicosis. En cuanto a los bebés, recuerden las primeras clases de Elsa.

Así nos recuerda Lacan que el "Hombre de las ratas" llamado así por Freud en razón de la insistencia significante, viene a introducirse en un mito familiar que se establece a partir de lo pactado entre sus padres, que se traduce en la equivalencia: "tantos florines, tantas ratas".

O sea que la madre ofrece su capital, los florines, mientras que el padre (obedeciendo a su vez a su padre), se casa con ella aunque en realidad a la que amaba era a una mujer pobre y lo que puede ofrecer a cambio de los florines es la posibilidad de darle hijos o sea las ratas, de acuerdo a los significantes del analizante. El hijo ocupando el lugar del pago de una deuda del padre va a regir todo el historial de Freud y el relato por parte de un capitán cruel acerca de la tortura con la introducción de ratas por el ano, es lo que lo hace consultar con Freud y entrar fuertemente en la transferencia.

Por un lado recordemos la sentencia del padre ante el descontrol del hijo, escena en la que le predice que será un gran hombre o un gran criminal. Por su parte leamos a la letra el historial de Freud "....al final de esta segunda sesión el sujeto se conducía como aturdido y enajenado, llamándome repetidamente "mi capitán", sin duda porque al principio de la sesión le había dicho que yo no era un hombre cruel como el capitán de su historia...." (pag. 1448, Tomo II, O. Completas).

Freud tranquiliza al sujeto como un buen padre, obstáculo que siempre aparece en la dirección de la cura de sus historiales, le dice que él no es el capitán cruel y obtura a mi entender el despliegue de esa crueldad de rata que se le impone al sujeto. Por su propia subjetividad, Freud no puede leer lo que de pulsional aparece tras la demanda del paciente, lo tranquiliza como el amigo al que el analizante siempre recurría para que le aseverara que no era un asesino, responde a su demanda de amor. Lacan en "La dirección de la cura...... " sugiere que dicha dirección no estaría desligada de la muerte del sujeto en la guerra.

Entonces, la relación entre el mito familiar que precede a la aparición del sujeto no es sin consecuencias en el nacimiento de la pulsión, en ese cuerpo que ya desde su lugar de embrión es tocado; metafóricamente hablando; envuelto, bañado, como más les guste, por los significantes.

Es así que este mito tendrá influencia en el armado del fantasma fundamental del discurso de un sujeto y su repetición pulsional en la búsqueda del objeto. Recuerden lo que veíamos en Freud acerca de la compulsión a la repetición y que él llamaba "neurosis de destino".

Lacan dice, criticando al modo de operatoria de su época en la cual se reforzaba el yo y se adaptaba al sujeto a la realidad, que Freud "empieza por introducir al paciente a una primera ubicación de su posición en lo real, aunque ello hubiese de arrastrar una precipitación, ......una sistematización de los síntomas".

No se trata de adaptar al sujeto a la realidad, sino de mostrarle que está bien adaptado, "puesto que concurre a su fabricación". Es decir que lo sitúa al sujeto como escenógrafo, como director de su propio destino. Entonces según Lacan nos encontramos con: ".....una dirección de la cura que se ordena,..... según un proceso que va de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, hasta el desarrollo de la transferencia, y luego a la interpretación, donde se sitúa el horizonte en el que se entregaron a Freud los descubrimientos fundamentales ......" (pág. 578 "La dirección de la cura.....").

Pero para que se produzca este ordenamiento, el analista también tiene que pagar, no sólo lo hace el paciente. Fíjense cómo lo dice Lacan: "....en el depósito de fondos de la empresa común, el paciente no es el único con sus dificultades que pone toda la cuota. El analista también debe pagar: "paga con sus palabras "si la transmutación que sufren por la operación analítica las eleva a su efecto de interpretación"; paga con su persona, en cuanto que "la presta como soporte" de la transferencia y paga con su ser, "con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo". El analista, entonces, intervendrá desde los registros Simbólico, Imaginario y Real. Siendo su lugar de semblante del objeto "a" como causa del deseo, el horizonte que debe guiar sus intervenciones. Lo que cuestiona Lacan en relación a lo que sucedía en su época, es que se pensaba la transferencia en función de lo que le ocurría al sujeto con la persona del analista, por lo que éste no caía del lugar del Sujeto Supuesto Saber sino que era el saber mismo y en el final del análisis lo único que cabía dentro de esta lógica era la identificación con el analista.

Es decir que mientras Freud y Lacan ponen al sujeto como protagonista de un análisis y al analista como aquel que mediante una operación dialéctica le devuelve su propio discurso teniendo como horizonte el deseo, los post-freudianos cambian el eje del tratamiento y el analista pasa a ser el protagonista y todo decir del sujeto se interpreta en relación a éste y no al deseo del sujeto.

Lacan refiriéndose a Freud dice que como él sabía que el analizante no se refería a su persona, hacía que el sujeto se acostara en el diván. Recordemos cuando las histéricas se le abalanzan a Freud, él en forma humorística se cuestiona su belleza y va más allá de la incomodidad de la escena y de lo halagador que podía ser eso para su narcisismo.

Con el fin de establecer un cierto orden en el tema de la transferencia sabemos que un sujeto consulta porque hay algo que no funciona bien y cree que el analista es quien va a saber lo que le pasa, el analista en un principio va a funcionar como el Sujeto Supuesto Saber, entonces como analistas le decimos que hable. En el límite, en el tope de la cadena significante es donde se va a hacer presente lo Real, el objeto "a" o sea lo pulsional detrás de la demanda y el analista ahí va a tener que hacer semblante de este objeto para que se resitúe en la cadena significante a nivel del deseo. Después lo voy a intentar ejemplificar con un caso clínico.

Volvamos a lo que rescata Lacan de Freud en cuanto a que no hace uso de la sugestión porque hacer uso de la misma hubiera sido hacer uso de su poder, él no lo toma este poder que le otorga el analizante para que tome todo su valor la transferencia. Lacan va a decir en "La dirección de la cura...." que el sujeto lo que ha hecho toda su vida es demandar y que él lo que va a hacer es no responder, callarse para preservar en sus análisis lo indecible. Ya que toda respuesta a la demanda reduce la transferencia a la sugestión.

Por un lado refiere que es él quien le ha ofrecido hablar y que con su oferta ha creado demanda y además aclara que en la supuesta asociación libre no hay tal libertad porque desemboca en la posibilidad de decir algo que podría ser verdad y nada es más temible que esto. "Así el analista, va a decir Lacan, es aquel que apoya la demanda, no como suele decirse para frustrar al sujeto, sino para que reaparezcan los significantes en que su frustración está retenida" (pág. 598).

El "analista tiene que vérselas sucesivamente con todas las articulaciones de la demanda del sujeto" pero sólo puede responder desde "la posición de la transferencia". "Es pues gracias a lo que el sujeto atribuye de ser (de ser que sea en otra parte) al analista, como es posible que una interpretación regrese al lugar desde donde puede tener alcance sobre la distribución de las respuestas." (pág. 571).

Traducido esto último quiere decir que primero tiene que haber transferencia para que después pueda haber interpretación. Todo el trabajo del análisis es dialéctico parte de los decires del sujeto para regresar a ellos, por esto mismo la validez de una interpretación no tiene que ver con la confirmación por parte del sujeto, sino con el material que irá surgiendo a partir de ella.

La interpretación nos va a decir Lacan en este escrito tiene una "ambigüedad intencional", es a la vez cierre y apertura por su carácter incompleto que sólo se "realiza a posteriori". La interpretación apunta al deseo porque es hacia el deseo adonde se dirige al sujeto en la cura. En el capítulo "Presencia del analista" del Seminario 11, Lacan va a decir que el concepto de inconsciente no puede ser separado de la presencia del analista.

En la sucesión de los significantes es donde el deseo se hace presente, entre dos significantes como decía Marcelo la vez pasada es donde el sujeto del inconsciente se hace presente, pero en tanto el deseo se presenta en la cadena significante de un modo evanescente, se muestra o se abre y se vuelve a cerrar u ocultar hay un goce que se pierde. Este goce tiene que ver con los significantes del Otro y con ocupar el lugar de objeto para tapar la falta del Otro, para no ver la castración del Otro. El analista va a ser testigo de esta pérdida.

Entonces, en relación al lugar de objeto por parte del analista, Lacan en "La dirección de la cura....." plantea algo en relación a la teoría vigente en su época que ahora nos hace reír, el hecho de que poder oler a su analista se considerara como un feliz éxito de la transferencia para un sujeto. Y también nos provoca una sonrisa considerar la posibilidad de llegar a la felicidad a partir del acceso a un carácter genital en el que las pulsiones son "verdaderamente tiernas, amantes".

O sea que podríamos decir que para alcanzar la supuesta felicidad el costo era sintetizar todo en el Yo que permanecería "independiente de sus objetos", sin ser afectada su estabilidad por la "pérdida de un Objeto significativo". Recuerden lo que planteaba Marcelo en la clase anterior en relación a que el análisis no tiende al ascetismo, al hecho de estar lejos de los objetos. Pero esta manera de pensar la clínica por parte de los post-freudianos es consecuente del reforzamiento del Yo al que se sumaba por introyección el analista, el resultado final era el narcisismo de un Superman que no perdía su estabilidad por nada, lo cual es forzar la clínica hasta el absurdo.

Además sería establecer a través de la asunción de un "carácter genital" que el fin de todo análisis es el amor, o sea que queda reducido a un fin imaginario, contradiciendo la realidad de la pulsión que es parcial. Volvamos al Seminario 11, al capítulo "En ti más que tú" y a aquello que veíamos en la clase de Claudia que toda demanda es demanda de amor.

El amor es un efecto de transferencia pero también es lo que hace que el sujeto se cierre al efecto de la interpretación o sea que es simultáneamente el motor y el obstáculo en la dirección de la cura. Recordemos sin embargo en lo que traía Claudia que Freud en "Las pulsiones y sus destinos" habla del amor.

El engaño que postula el amor es aquel mediante el cual el sujeto se hace un objeto amable. Es desde un punto ideal (I), que está en el Otro, "desde donde el Otro me ve tal como me gusta que me vean." Pero si el analista se sustrae a esta demanda allí va a aparecer el objeto de la pulsión que está detrás de la demanda. Lacan va a formular así lo que el analizante le propone al analista: "Te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a minúscula, te mutilo".

El "mecanismo fundamental de la operación analítica es el mantenimiento de la distancia entre I y a" o sea "la distancia entre el punto donde el sujeto se ve a sí mismo amable y ese otro punto donde el sujeto es causado como falta por el objeto a". Es en ese punto de falta donde tiene que "reconocerse el sujeto".

Es en esa división subjetiva donde se encuentra su verdad. El análisis "se adentra en la falta central donde el sujeto se experimenta como deseo". (pag. 274). Al deseo se lo puede leer en la letra del analizante y en todo el Seminario de "La ética del psicoanálisis" Lacan se encarga de establecer que apostar al deseo no tiene nada que ver con hacer el bien, con el amor al prójimo.

Podríamos decir que para que aparezca el deseo se tiene que poder soportar la castración del Otro y no soportar o sostener al Otro desde el lugar de objeto. Esta pérdida de goce en la medida en que se despliega la cadena significante es "sin compensación, sin ningún saldo a favor, salvo el ser retomada en la función de la pulsación", acá es donde interviene el analista como semblante del objeto "a", causa del deseo.

Habrán visto que la distancia entre I y "a" que propone Lacan a seguir por un análisis la toma de Freud, cuando habla de la identificación en "Psicología de las masas y análisis del yo". Freud sabía acerca de la hipnosis, sin embargo va más allá y Lacan le rinde un homenaje al final de "La dirección de la cura...." al decir que era un "Hombre de deseo, de un deseo al que siguió contra su voluntad....."

Bueno, ahí es donde se encuentra el deseo del analista, en la búsqueda de la verdad superando toda comodidad. Lo que les decía al principio del malestar que conlleva el psicoanálisis pero actuar en conformidad con el deseo tiene la ventaja de renunciar al poder. Lacan termina "La dirección de la cura...." jugando con el ser y la nada. La otra vez leía a Cortázar quien decía también jugando que Adán es Nada al revés.

En el resto de la clase se trabaja un recorte clínico con el fin de ejemplificar la teoría que elijo no publicar.


Fuente: efba

"EL GUARDIAN Y SU TESTIGO"

-Entre el sueño y su texto-

Por:Marcela Barilari

(*) Jornadas "Actualidad de la interpretación de los sueños", Escuela Freudiana de Buenos Aires; 2002.

"La palabra, como punto de convergencia de múltiples representaciones, es, por decirlo así, un equívoco predestinado, y las neurosis aprovechan con igual buena voluntad que el sueño, las ventajas que la misma les ofrece para la condensación y el disfraz" (Sigmund Freud, 1900.)

Pasaron más de cien años ya de "La interpretación de los sueños", título que evoca mi deuda con el creador del psicoanálisis, habiendo sido el primer texto de Freud en mis manos. Pasaron veinte años de la primer lectura; vaya con esta escritura mi profundo reconocimiento al maestro y sirva de humilde homenaje.

¿Qué son los sueños? ¿Significan algo? ¿Hablan del destino?... Clásicas preguntas formuladas desde antiguo, que no dejan de hacernos hablar y escribir sobre el significado de los sueños. Freud mismo dedica un extenso capítulo a la literatura sobre problemas oníricos. Sabemos su tesis: El sueño es una realización de deseos, sexual, infantil y reprimida. Lo cual -también sabemos- no quiere decir la satisfacción de ningún impulso, sino la figuración trastocada del deseo del sujeto en el encuentro con su objeto. Relación libidinal, que en el mejor de los casos, la pantalla del sueño permite proyectar.

Dice aun: El sueño no es más que una forma de pensamiento: de allí que el trabajo de interpretación sea la vía regia de acceso al Inconsciente, esto es, a las leyes que rigen su ejercicio. El sueño por sí solo no es una vía, ya que tal será un espacio abierto que conecte como mínimo un punto de partida y otro de llegada. Es por la transferencia analítica que la interpretación del sueño puede abrir al sujeto un camino nuevo para un saber antiguo, no consabido hasta su lectura por parte del analista. Ahora, ¿Qué transferencia es esa por la cual una operación de traspaso es efectuada? ¿Cuál objeto a transferir y cuáles sus condiciones?...

Si la elaboración onírica está constituída por cuatro factores, a saber, la condensación, el desplazamiento, el cuidado por la figurabilidad y la elaboración secundaria; y siendo el montante de condensación indeterminable, la interpretación no agotará su sentido, y tendrá al afecto por fiel escudero, a sabiendas que la censura complicará también su destino: supresión, inversión. Es por ello que el desplazamiento del acento psíquico de una representación a otra nos señala que el trasvasamiento de un valor se ha cumplido.

Será en esta obra que Freud introduce el concepto de "transferencia" como mecanismo de trasposición de una cualidad que permite a su poseedor re-presentar lo ya sentado; trasposición con miras a una expresión. Más tarde advendrá la concepción de "transferencia" como motor y obstáculo en la cura, habiendo sí heredado los caracteres de aquel primer mecanismo.

¿Cuándo es interpretable un sueño? Podríamos responder sin más junto a Freud, no antes que las condiciones de la transferencia se hayan establecido: quiero decir, que el objeto sueño sea colocado entre analista y analizante, ocupando una localidad intermedia entre el más allá y el más acá de su representación. Recordemos además que el enlace que propicia el sueño, lo es sólo de lo figurable. Mil y un caminos serán desviados, coartados, suprimidos, sobreimpresos con tal de intentar dar forma a lo insensato. Múltiples discordancias que la palabra dice al querer alcanzar coherentemente lo inefable, en un querer hacer posible lo imposible.

Si seguimos un poquito más nos topamos con un concepto difícil de captar en primera instancia, no sólo en la página freudiana sino en sus consecuencias clínicas. El maestro vienés nos viene diciendo que el sueño es un acto psíquico de pleno derecho y ahí nomás avanza esto –cito: "La elaboración onírica se sirve con preferencia de una fantasía preexistente en lugar de crear otra original utilizando el material de las ideas latentes. Estas son perfectamente correctas y en su formación han intervenido todas nuestras facultades psíquicas, pertenecen a nuestro pensamiento preconciente, del cual surgen también mediante cierta transformación las ideas concientes". Quiere decir entonces que el pensamiento del sueño no era inconciente. Y por si fuera poco, agrega que el foco de convergencia de ideas latentes es un nudo imposible de desatar, llamándolo "ombligo del sueño" o sea el punto por el que se halla ligado a lo desconocido. ¿Cómo se figura su límite? Aquí, el guardián de nuestra salud mental –la censura entre inconciente y preconciente, hace su aparición como instancia que regula nuestro sueño ante un testigo mudo: el lenguaje.

Si consideramos que el fantasma es al decir freudiano, ese dispositivo por el cual los seres humanos hallamos una satisfacción posible allí donde desde el principio de realidad nos retorna frustración, podemos convenir que efectivamente el fantasma se constituye en un camino intermedio, en una vía abierta entre la enfermedad y la vida. Homóloga estructura de la neurosis...de transferencia. Arriesgo homóloga estructura para el sueño. Si bien la transferencia no es un texto, una de sus dimensiones permite de la misma forma que aquel, situar una superficie apta para la lectura y reescritura del metabolismo entre goce y deseo. Así, la puesta en acto de la realidad del inconciente posibilita a través del acto analítico que la actualidad de la interpretación haga corte. Digo, si la interpretación onírica tiene eficacia sólo por y en transferencia, y siendo ésta una re-producción en acto, lo que de actual produce el acto, es el corte mismo del sujeto. Interpretación y transferencia están ambas implicadas en el acto.

Entre el sueño y su texto, la transferencia. Si la transferencia se estructura como nudo inaugural de una cura, y como nueva neurosis emplea los mismos mecanismos de formación que la original; el carozo de una es el nódulo de la otra. Más aun, ese ombligo que el sueño muestra conectarnos con la nada –ficción fantasmática- es, como vacío central de la neurosis, su nudo. Gramática del fantasma que gracias al lenguaje permite apretar la representación del sujeto por el significante, soportado en su cifra.

Sería posible señalar entonces, que la transferencia como superficie de escritura, paño del cuerpo letrado, tiene a su disposición un texto onírico cuyos significantes retornan al sujeto por la fonematización del analista. La puntuación y la escansión, delimitarán un borde por cuyo agujero caiga un goce y advenga un saber con un plus, un nuevo goce adjunto.

Pero ¿qué es lo que hace posible la caída de una ilusión objetal? ¿Qué es lo que hace posible la articulación de saber y goce? El secreto a viva voz lo hallamos de la mano de la transferencia: el lenguaje es su condición; el inconciente, su posibilidad; el deseo del analista su agente operador y la voz del analista, su instrumento.

El factor bisagra entre saber y goce se soporta de la lectura analítica. La lectura de la letra por ejemplo en el sueño, que conceptualizado originariamente por Freud como rébus, lo convierte en escritura jeroglífica, dado que se produce una diferencia en la trasposición de las ideas latentes al contenido manifiesto. Freud advierte que las imágenes del rébus no logran decir el pensamiento del sueño, y su escritura onírica en imágenes atestigua de la imposibilidad del significante en revelar su verdad. Así lo menciona también en sus Conferencias de Introducción al psicoanálisis, cuando refiere que lo más perturbador respecto de la escritura jeroglífica es que no conoce una separación entre las palabras. Las imágenes van separadas sobre la superficie a intervalos regulares y en general no puede saberse si un signo pertenece todavía a la palabra que le precede o constituye el principio de una nueva. Siguiendo el ejemplo pero esta vez con la escritura china, añade que dicha lengua abunda en imprecisiones tales que podrían meternos miedo... La decisión se deja a cargo de la comprensión del oyente, que para ello se guía por el contexto.

Ergo, el sueño puede escribir el equívoco. Dependerá de ese poder discrecional, que el analista lea por la interpretación un trazo que soporte al significante, trazo que localice la estructura del mismo.

La interpretación del sueño, por la fonetización del trazo permite la lectura de la letra. Si entendemos la letra como la estructura que soporta al significante y como tal bordea entre saber inconciente y goce del objeto, litoral entre simbólico y real, advertimos que la letra requiere también de lo imaginario de la representación que halla su coherencia en lo preconciente.

Si aceptamos con Lacan que el lenguaje es lo real, y con Freud que las representaciones-palabra son preconcientes, deberá haber un terreno que habilite la trasposición y permita al discurso onírico decirse. Ya que por el lenguaje y la gramática se escribe, pero no se nombra. Entre el sueño y su texto, la transferencia genera una interpretación –siempre que el analista acuda a la cita- acto de corte interpretativo cuya chispa creadora resulte de la lectura de la letra como instancia en el inconciente. De esta forma lo que es del goce y borde de la letra, la interpretación lo "hace pasar" al inconciente, como Saber. Poiesis del inconciente y ganancia escritural para el sujeto.

¿De qué escritura se trata? El acto analítico opera sobre un discurso con un corte, desgajando lo que es del goce por un lado, y lo que es saber por otro. Veamos los términos en que Freud lo enuncia: "El discurso onírico presenta así la estructura de una argamasa constituída por grandes trozos de materias homogéneas unidas entre sí mediante un fuerte cemento". ¿No leeríamos allí, que la soldadura que proporciona el goce en el fantasma, llama al corte por la palabra? ¿No es acaso la interpretación de un sueño, la lectura de una letra que hallábase "a la espera" de un significante que despegue al sujeto por venir, posibilitando otra lectura? Paradoja de la letra, que cuidará el analista de su lectura, advertido que límite entre goce y saber, la letra escribe lo mejor y lo peor. El equívoco se conserva y traspone con las resonancias homofónicas que resulten de la lectura misma.

La estructura significante ordena estos efectos a los que el analista solo presta voz, su acto de lectura produce efectos en lo real. Por ello, podríamos decir que la lectura de la letra produce efectos de sentido en lo real. Solo esta lectura permite una escritura en transferencia, una escritura entre el sueño y su texto, una reescritura de la instancia de la letra en el inconciente.

Indicaba al principio de estas líneas, si los sueños hablaban del destino. Freud lo definía así: el destino, ese oscuro poder que sólo a una minoría humana les es dado conocer impersonalmente. Podríamos autorizarnos a continuarla. El oscuro poder que el sueño revela en su lectura es dado a conocer al sujeto a través de su relación al otro, elevado a superficie impersonal, radicalmente otro. Parecería que el horizonte de la letra es destinarse a la transferencia para que una lectura la pueda escribir con otro valor. Chance abierta a una de invención.

Los sueños no hablan del destino, destinan su habla y lo hacen por amor. Y en ello consistió el origen del psicoanálisis. Así, la historia analítica empezó a escriturarse. Por la letra de amor.

Fuente: efba

LA CREENCIA ES EN SÍ MISMA

Por:
DANIEL PAOLA


UNA NECESIDAD DE DISCURSO

“El arte de producir una necesidad de discurso”, es la frase con la que J. Lacan inicia la clase del 19 de enero de 1972, en oportunidad del Seminario 19, que denominó O peor. Las consideraciones sobre la creencia que voy a ofrecer en este texto, estarán fundamentadas en la lectura de los argumentos emitidos en esa oportunidad.
La necesidad, entiendo, es una referencia a la castración, en tanto es soporte de una ausencia de sentido original, preliminar al pasaje al acto fundante de la existencia del sujeto, según se lee a mi criterio, en el Seminario Lógica del Fantasma. Esa necesidad subyace escondida detrás del mito de la tragedia de Edipo, que S. Freud sistematizara en el así denominado complejo.
Todo mito implica una interpretación de la realidad que es falsa pero a la vez necesaria. La crítica al psicoanálisis aún retumba por este lado, perturbando la creencia en nuestra praxis por la vía de proclamar lo absurdo que sería considerar verdadero cualquier mito, sea el padre de la horda, el deseo sexual de Edipo sobre su madre, o incluso la laminilla lacaniana. La razón de esa falsedad subsiste, porque siempre existe quien cree que la excepción fundada sobre la ausencia psicogenética que se describe en el mito, es verdadera.
En realidad un mito es el sentido de relleno que se impone por la mencionada ausencia primordial, como lugar irreductible de la resistencia a la significación que establece la castración.
La ausencia de sentido es lo que implica al ser vaciado de significación, en tanto el sujeto, siendo falta en el lugar de ser el lenguaje, es quien habita la estructura del inconsciente. No hay para el psicoanálisis sino sentido creado a partir de esta pertenencia irreductible, que en el cuerpo encuentra su existencia. De aquí que J. Lacan planteara en la Lógica del Fantasma que no hay goce sino del cuerpo, como representación de la repetición de esa ausencia de sentido, que invoca el vacío de ser. Frente a esta situación no hay ser que no sea de lenguaje.
Dada esa ausencia de sentido no podría haber discurso que no deba recibir sentido de otro, para que después opere en sí mismo, tras la producción de un cierre. Ya antes J. Lacan había referido en el Seminario 11, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, ese cierre como propio del inconsciente, para implicar la presencia del analista en su tramado y la apertura como su opuesto inevitable en el sostén mediado por la interpretación.
Pienso que J. Lacan, con la palabra significancia, justamente trató, en la mencionada clase del Seminario O peor, de nominar aquello que pertenece por cierre al círculo de pertenencia al discurso.
La necesidad establece el pasaje de sentido de un discurso a otro. El psicoanálisis, por ejemplo, recibe influencia de la psicología, la termodinámica, la filosofía, la antropología, la sociología, la aritmética, la lingüística, la semiótica, la topología, etc.
Desde el momento en que el discurso analítico establece su modalidad, se produce una significancia que cierra la procedencia, dando un singular orden que haría a cualquier psicólogo, fisico, filósofo, antropólogo, sociólogo, matemático, lingüista, semiótico o topólogo, oponerse a conclusiones extradiscursivas, porque no encontrarían sino distorsionados, sus propios conceptos.
La necesidad es para el psicoanálisis lógica del significante, y antes de ser producida es inexistente. El inconsciente existe por la demostración que funda su inexistencia previa a la necesidad del discurso que lo representa. K. Marx es quien se encuentra en el principio del síntoma, por arrojar a la luz la inexistencia de la verdad, si no se considera la alienación del sujeto respecto a los bienes de producción. El síntoma a partir de ese momento se vincula a la verdad.
De esta forma el denominado goce opera siempre que conserve la inexistencia en su fundamentación radical, en tanto retorna del lugar vacío que ha dejado el ser. En este sentido, lo que tiende a demostrar el goce es que no hay más existencia que la metáfora, que a su vez lo hace radicalmente inexistente en el origen.
Pero esa inexistencia no es la nada, es el a posteriori o après coup que demuestra la lógica en la repetición de la necesidad. El après coup da la razón a la inexistencia de una marca que se repite. Por lo tanto, para el psicoanálisis la creencia no podría ser sino creencia en sí misma.
En otras palabras: no hay metalenguaje, sino significación del no-todo que aporta el resultado de la creencia en sí misma denominado falo. Es distinto por lo tanto decir que se repite la nada, que decir que se repite la inexistencia de ser que hace del sujeto estar estructurado como lenguaje.
Es lo mismo decir no hay metalenguaje, que decir que la creencia es en sí misma. El resultado que ha tenido esta producción de sentido en otros discursos, ha implicado muchas veces la forclusión del psicoanálisis como praxis .


LOS HUNDIDOS Y LOS SALVADOS

Escribe Primo Levi, en el capítulo cuatro de su libro Los Hundidos y los Salvados : “…hacía siglos que la lengua alemana había mostrado una aversión espontánea por las palabras de origen no germánico…; por eso el nazismo, que quería purificar todo, le quedaba muy poco que purificar en relación a la lengua.”
La lengua del Tercer Reich, al proponer la sigla L.T.I., vale decir Lingua Tertii Imperii, que habia surgido del filólogo judío alemán Klemperer, hacía una analogía irónica con otras cien (SS, SA…etc) que violentaban cualquier variable del lenguaje que se propusiera en cuanto al intercambio semántico en la lengua alemana. Así es como hubo campañas fascistas contra los dialectos y barbarismos, en directa pretensión de una pureza que no reconocería sino un origen único, en el que se descartarían todas las influencias.
¿Es en ese sentido que todos los discursos corren peligro? Diría que sí. Está en los fundamentos del inconsciente considerar la impureza del sentido en cuanto a su origen, pero esto no obvia que por efecto de la significancia de cierre, el discurso analítico corra el mismo riesgo de transformarse en una jerga propia de los campos de concentración, a la manera que describe P. Levi.
En la Proposición del 9 de octubre de 1967, J. Lacan escribió que el campo de concentración promueve una facticidad demasiado real que se torna mojigata, a diferencia de esa otra facticidad real que logra la lengua.
La jerga que propone P. Levi se puede establecer como facticidad real. En cambio, la que procura la lengua tiene otra alternativa menos terrorífica. Pero el efecto de cierre se encuentra tanto en uno como en otro, aunque los grados sean infinitamente diferentes.
Todo discurso corre el riesgo de cerrarse en una jerga, pero a su vez no vamos a combatir las palabras producidas por la significancia, porque corremos el riesgo de reducir a una nada nuestra producción. Si esto fuera así, habría que justificar todo cada vez que se habla o se escribe y el discurso perdería fuerza hasta agotarse por no delimitar un espacio.
De esta manera no habría que eludir la responsabilidad de decir Otro, goce, sentido, objeto a, transferencia, falo, repetición, inconsciente, pulsión, Uno, síntoma, inhibición, angustia etc. Si se elude la posibilidad de una significancia, se destruye un discurso.
No habría discurso que carezca de jerga. Sería preferible que el analista no desconozca que la jerga también le existe, pero sabiendo su inexistencia original, para estar abierto a la influencia permanente de otros discursos, que a su vez también presentan el mismo problema.
Por lo tanto, propondía que se diga jerga abierta, aunque en su formulación se diga de la contradicción de nombrar la apertura, cuando en realidad el problema proviene de la distorsión que provoca el cierre de la significancia.


LO NEUTRO

El curso sobre Lo Neutro, que Roland Barthes dio en el College de France, se desarrolló durante el año 1978. Considero que por esos años la teoría de J. Lacan se encontraba suficientemente desplegada como para influenciar al semiólogo literario, más allá incluso de la referencia que se pueda apreciar en su lectura .
Me refiero a que la difusión del discurso analítico que ofreció J. Lacan en su Seminario tiene una consecuencia sobre el imaginario del sujeto, debido al fundamento de la inexistencia que subyace detrás del goce, por provenir del vaciamiento del ser que implica el sujeto estructurado como un lenguaje.
Si el goce fracasa y su prueba es la repetición de la marca de una inexistencia siempre descubierta a posteriori, la influencia que establece en el imaginario del sujeto se podría asemejar al contenido de Lo Neutro que R. Barthes define en su Seminario.
Pienso por mi parte que neutralidad es consecuencia de inexistencia en términos de goce, como relevo de un vaciamiento de un ser que se acepta a la letra. Lo neutro no debería parecernos tan extraño para nuestra jerga, si leemos qué quiere decir R. Barthes con esta palabra.
Lo neutro se enlaza al tiempo suspendido que permite no comprender demasiado rápido, porque se hace necesario estar a expensas de lo impredicable. R. Barthes plantea que “lo Neutro querría una lengua sin predicación, donde los temas no estarían fichados (puestos en fichas e inmovilizados) por un predicado”
Para abolir el paradigma sujeto/predicado recurre lo Neutro al adjetivo sustantivado de manera que poniendo un ejemplo, seria dificil de fichar lo húmedo, pero no la humedad. Todo lo que sea dificil de fichar es neutro.
Es obvio que el término sujeto para R. Barthes no es el mismo que para J. Lacan. El semiólogo apunta a algo que nosotros conocemos bien, en términos de nuestra práctica, como imposible. Por tal motivo se ha señalado el obstáculo que es transmitir el psicoanálisis en la Universidad, con la captación fácil del concepto por parte del alumno, que elude el análisis del analista hasta el límite tolerable, porque allí la comprensión es rápida y con pleno desconocimiento del cuestionamiento al concepto.
Para R. Barthes “Lo Neutro se rehúsa a reconocer el trono del concepto…Lo Neutro juega sobre el filo de la navaja…es denegación de lo único” . No se trata de concebir la inexistencia del concepto, sino de no rendirle culto y en todo caso, amarlo, dejando ser atrapado por él. Lo Neutro reconoce la posición servil que necesita el concepto para existir, y así lo denuncia en acto.
La creencia en sí misma, que determina un imaginario formado en la negación del metalenguaje que produce el discurso analítico, no tendría que generar un sujeto con una enunciación en la que el concepto sea el agente amo. El concepto es el objeto a que cuestiona la misma dimensión del concepto y que como tal cae para constituírse en agente.
Según R. Barthes Lo Neutro consistiría en asumir un contacto no explicitado con la muerte, y sobre todo, no teológico. Para el psicoanalista se reemplaza la muerte explícita por otra muerte que se genera en el cruce del sujeto con el significante en el campo de lo simbólico, siempre por venir en un movimiento après coup.
Creo entender que “la extraordinaria audacia de ese Neutro” viene de la belleza inesperada de la metáfora y depende de ella. Para el psicoanálisis creado por J. Lacan, lo inesperado de la metáfora es lo simbólico, donde el sujeto cree por carecer de un ser que no sea de lenguaje.
Por los motivos aquí expuestos, fue que hace unos años me autoricé a titular un Seminario que realicé en la E.F.B.A. con el nombre de Lo Inconsciente, sin la menor intención de arrogarme nada y sin la pretensión de ningún establecimiento conceptual.

LA MELANCOLÍA

El estatuto del deseo, para nuestra praxis, se presenta como la esencia de la eficacia de la transferencia y se encuentra ligado a la intimidad del acto no cualquiera que J. Lacan denominó analítico. El acto a secas en cambio, podría ser cruzar el río Rubicón de César o cualquier otro que signe un antes o un después.
Se necesita que el sujeto subsista en la escena para que el acto sea posible. En esa medida también la jerga pone a nuestra disposición el denominado pasaje al acto, cuando el sujeto desaparece por completo recortando un espacio propio del objeto a que aún no fue puesto en función discursiva. Pero siempre es cuestión de diferenciar acto de acto analítico.
Del deseo al acto analítico, encontramos los analistas la referencia al Otro como campo del lenguaje que determina la sujeción a la letra, en tanto ética de lo posible que no desconoce la ley. Los psicoanalistas no somos juristas, aunque ese campo no nos resulte extraño, porque el deseo produce su propia ley éticamente posible, inscripta en un acto que subvierte al sujeto de un campo de goce que lo aprisiona por desconocimiento de su fracaso.
Como diferencia, un acto a secas no tiene por qué subvertir al sujeto en su campo de goce, ni delimita una ética como sí lo hace el discurso analítico.
Ahora bien, cuando leemos a autores de prestigio, tal vez nos encontremos con sorpresas en lo relativo a este punto. Giorgio Agamben, reconocido filósofo de nuestro tiempo, en su libro Estancias /La palabra y el fantasma en la cultura occidental, parece desconocer que es distinto decir Melancolía según el discurso en el que se lo precise .
Así es como se expresa G.Agamben sobre la Melancolía: “El psicoanálisis parece haber llegado aquí a conclusiones muy semejantes a aquellas a las que apuntaba la intuición psicológica de los padres de la Iglesia”.
Es indudable que el filósofo se refiere al concepto de pérdida sin que se logre saber qué es lo que se ha perdido, que aparece mencionado en Duelo y Melancolía de S. Freud.
Me permito decir entonces que si el estatuto del objeto implica que está perdido desde el inicio, para J. Lacan esta afirmación corresponde a encontrar otro destino para la pulsión que no sea su ineficacia, manifestada de forma paradigmática, según creo, en la melancolía.
Muchos análisis pueden melancolizar, porque la estructura implica ese encuentro y el paciente se desespera para que le ayudemos a encontrar un sentido. Los melancólicos demandan análisis porque sufren y se esperanzan en encontrar la letra que los empuje hacia la pulsión.
Es verdad que muchas veces el analista no puede encontrar un mejor destino, pero no por eso que nuestra práctica puede desembocar en la alabanza de un estado melancólico -como sí hace G. Agamben- que se reconoce por lo insoportable que resulta para el analizante si se experimenta en transferencia.
Así es como se expresa G. Agamben: “…la melancolía no sería tanto reacción regresiva ante la perdida del objeto de amor, sino la capacidad fantasmática de hacer aparecer como perdido un objeto inapropiable”.
Si el autor se refiere al psicoanálisis, comparándolo con la Iglesia, tendría que tener en cuenta primero que Melancolía y fantasma son incompatibles, y que nuestro estatuto de objeto a es siempre inapropiable.
Plantear por lo tanto la Melancolía como producto de “la manducación canibalesca que destruye y a la vez incorpora el objeto de la libido” , implica ignorar que el concepto se genera por canibalismo, en la medida que el caníbal sólo es après coup de su ingesta y que la incorporación siempre raya en la inexistencia de la que antes hablaba.
Pero sin embargo la lectura de G. Agamben me resulta imprescindible, me influencia, y me devuelve tres conclusiones interesantes: 1) es posible que todo discurso tienda a devorar a otro y eso es precisamente lo que debería evitarse 2) no hay otra posibilidad para la ética del psicoanalista, que aceptar un sentido del sujeto analizante que a él se le escapa, en tanto sólo se interpreta a posteriori 3) la melancolía es un fin posible en la dirección de la cura, si el analista confunde nada con inexistencia y si la estructura lo permite, y 4) así como hay diferencia entre acto y acto analítico, hay diferencia entre la Melancolía que la Iglesia siempre liga a la acidia y esa otra Melancolía, que el psicoanálisis, desde S.Freud, liga a la imposibilidad de existencia de un duelo, en cuanto a la marca de la inexistencia que es la repetición.


LA ÉTICA

Hasta aquí he intentado demostrar por qué el discurso analítico es el precursor del hecho que la creencia sea creencia en sí misma. Esto ha producido conclusiones interesantes del filósofo Slavok Zizek en su libro La Suspensión política de la ética.
Zizek afirma que “todo se convierte en interpretación, el inconsciente se interpreta a sí mismo” y la eficacia del psicoanalista pierde eficacia simbólica dejando intacto al síntoma en la inmediatez de su “goce idiótico”.
Es indudablemente cierto que los psicoanalistas tenemos un problema con el concepto de síntoma hasta el extremo que J. Lacan, ha denominado sinthome a lo radical de su existencia de sentido en la pasión imposible de reducir.
Pero que S. Zizek escriba que “lo que ocurre en el tratamiento psicoanalítico es estrictamente homólogo a la respuesta del skinhead neonazi” , porque tanto uno como otro apela a la decreciente movilidad social, a la inseguridad en aumento, a la desintegración de la autoridad paterna, y a la ausencia del amor maternal como legitimización ideológica, merece un momento de reflexión.
Nuestro campo de concentración marcado por el discurso analítico, señala dos razas, una de hombre y otra de mujer. Se podría decir siguiendo a J. Lacan en L´Etourdit, que ese es nuestro aporte inevitable. Pero la diferencia es que nadie podría en el curso de un análisis decir que es hombre o que es mujer sino es en función del falo, y esto entonces termina por romper ese campo de concentración inicial.
El campo del discurso analítico no sólo es cierre que determina la presencia-resistencia del analista ó la significancia de su jerga, sino tambien la apertura que rompe el campo de concentración de lo real a secas.
Que el analista se encuentre convocado a generar mitos; si bien es inevitable, indudablemente provoca errores de interpretación sobre nuestra práctica. Tal vez haya llegado la hora en que nuestra praxis se encuentre en la obligación de hacer silencio, en lugar de entrometerse con lo social.
Porque para hablar por fuera de la transferencia no se producen sino mitos que rellenan de sentido la ausencia primordial. Mi hipótesis señala entonces, que no habría más posibilidad que errar al producir extensión del psicoanálisis y vérselas con el fracaso. El goce fracasa desde el inicio hasta el final y allí se encuentra la fuente constante de la pulsión.
Nuevamente, no sería posible que hubiera podido sustentar esta idea, sin que S. Zizek me hubiera recordado del problema que presenta el psicoanálisis, por lo inefable que resulta la transmisión de la presencia del analista en la producción inconsciente mediatizada por la transferencia.


DISTORSIÓN Y CIERRE

Sobre esta ausencia primordial de sentido el filósofo Ernesto Laclau, en su libro Misticismo, Retórica y Política, nos acerca interesantes conclusiones sobre el tema que incumbe en la actualidad a diferentes discursos sociales.
Parto de la idea de aceptar que hay cuatro discursos para el psicoanálisis. Pero esto no impide saber que otros se sirven del término discurso de manera diferente de como lo ha hecho J. Lacan.
Así es como expresa E. Laclau el problema, que he intentado presentar: 1) todos los discursos que organizan las prácticas sociales están al mismo nivel y son a la vez, inconmensurables los unos con los otros 2) nociones tales como “distorsión” y “falsa representación” pierden todo sentido
Por tal motivo la lectura que E. Laclau, establece también que no habría ningún fundamento extradiscursivo para formular una crítica de la ideología. En otras palabras, declara que este tiempo post-moderno se caracteriza por la falta de metalenguaje. Hasta aquí, el psicoanalista tendría que coincidir con su apreciación.
Pero a diferencia de Laclau, es indudable que los analistas lacanianos compartimos esta afirmación con la suposición que este salto epistemológico sea perdurable.
La distorsión, que antes intenté definir también en nuestros términos de discurso, no es abandonada, afirma E.Laclau, “sino que pasa a ser la herramienta central en el desmantelamiento de toda operación metalingüística”.
Pero para el psicoanalista, la herramienta de desmantelamiento es el inconciente que distorsiona por la existencia del sujeto cualquier objetividad posible.
De esta forma la idea de cierre discursivo pasa a ser la forma más alta de no-reconocimiento para E. Laclau. “Si el sentido original es ilusorio y la operación distorsiva consiste en crear esa ilusión” , esto es como decir que “la operación de cierre es imposible pero al mismo tiempo necesaria” .
Creo que estoy de acuerdo. Toda operación de cierre discursivo es imposible, porque no hay discurso que no reciba de otro su propio mensaje en forma invertida, y además es necesario, en tanto es imposible, desprenderse del cierre como concepto.
Pero aquí la posición de Laclau se encuentra en posición crítica respecto del concepto de cierre, mientras que para el psicoanalista, sin ese cierre no hay actividad inconsciente en discurso porque se trata de la presencia-resistencia del que se encuentra como agente generando interpretación.
Así como reconozco la filosofía y la cierro en mi discurso analítico con otra forma, pero sin desconocerla, también el inconsciente es cerrado en el discurso filosófico y distorsionado, según creo, de otra forma: “la encarnación de un objeto imposible en un cuerpo particular que no pasaría a través de una relación equivalencial entre particularidades, implicaría la atribución arbitraria de un nuevo sentido a un termino que lo precede, con el resultado de que entre los dos sentidos habría una simple relación equívoca…”
Por lo tanto mi hipótesis en este párrafo se refiere a demostrar cómo el inconsciente penetra en otros discursos, como lo hace en E. Laclau, y es distorsionado.
Porque por nuestra parte deberíamos responder que: 1) el objeto imposible al que Laclau se refiere es el objeto a, 2) el cuerpo es el del síntoma del analizante en el cuerpo del analista durante la transferencia; 3) la interpretación no es una cuestión fálica de equivalencias; 4) el nuevo sentido es el equívoco como lapsus del inconsciente, que llevaría a un nuevo discurso.
Como se podrá apreciar, nos vuelve invertido el problema del reconocimiento que J. Lacan hizo pasar por la cuestión de la nominación. Es preciso nominar como acto creador de sentido, porque el no-reconocimiento es el precio que se paga siempre. Hay distorsión, y todo discurso la sostiene.
Es cierto que existe el no-reconocimiento que Laclau denuncia, pero con el psicoanálisis la cosa es peor, porque hay evidencia, como nos demostró de inicio J. Lacan, de que se lo forcluye
E. Laclau produce una forclusión del inconsciente en su obra, que va más allá del no-reconocimiento, porque en su misma característica, la dimensión del lapsus, se origina en una plena falta de sentido, y eso se transmite.
Pero no por eso los psicoanalistas tendrían que callar una verdad en cuanto una cosa es el no-reconocimiento y otra la forclusión. El inconsciente puede forcluirse, no solamente en la ciencia. Todo discurso puede hacerlo por igual. Incluso el mismo discurso analítico puede, entonces, forcluirse a sí mismo.
La falsa representación, el otro término en cuestión, apunta en E. Laclau al sentido objetivo de la ideología, en tanto se presencia en la actualidad su colapso. Al mismo tiempo, la dimensión del sujeto estructurado como un lenguaje, ordena un discurso del analista en el que la ideología colapsa en forma necesaria como un sistema absoluto, porque no hay sino falta de objeto.
La diferencia es que, para sostener esta falsedad ideológica, el psicoanálisis cuenta con el encuentro de la repetición para hacer un viraje de la nada a la inexistencia.
A diferencia de la filosofía de E. Laclau, el colapso de la ideología, para el discurso del psicoanálisis, se sostiene si el sujeto puede fundar una existencia del inconsciente a posteriori, capaz del encuentro con un sentido nuevo (en tanto real), aunque sea ilusorio por no poder desprenderse de ser imaginario.
E. Laclau me brinda la oportunidad, con su brillante retórica, de volver a pensar en el discurso analítico y descreer que sería el único que podría forcluirse. Todos los discursos, en última instancia, no cesan de no incribirse en otro por efecto del fenómeno de cierre.
Habría una forclusión para toda constitución discursiva, que J. Lacan denominó de sentido en el Seminario Le Sinthome. Pero una cosa es el reconocimiento del no-reconocimiento, y otra la forclusión no reconocida.


EL LENGUAJE

-“¿A qué llamado responde el lenguaje?”- pregunta Pascal Quignard en su Retórica Especulativa . En su obra nos presenta a Marcus Fronton, consejero del príncipe M. Aurelio, quien aproximadamente en el año 139 escribió: “La metáfora al transportar la imagen que soporta el objeto hacia otra, la torna más ligera y la hace menos aguda al multiplicar su visión. Esa translatio es similar, gracias al lenguaje, a lo que le sucede a quienes llevan un pesado fardo sobre el hombro, cuando hacen pasar la carga del hombro derecho al izquierdo, y el cambio parece un alivio”
Se trataría, para P. Quignard, de una suerte de fermentación de las metáforas, conducente al “viraje rápido” y “la agilidad del cuerpo de la frase para darse vuelta” , para admirar lo inesperado y sorpresivo y hacer del lenguaje una “ráfaga, como potencialidad nunca fijada” . También agrega: “dentro de la devoción al lenguaje, nada permite detenerse en un efecto del lenguaje y considerarlo como la fuente del lenguaje”
De esta forma, siempre según P. Quignard, el lenguaje no podría detenerse en una voz, ni en una lengua, ni en un libro, siendo por lo tanto un constante alivio si se libera a la palabra de su peso y no se toma al lenguaje como totalidad.
Leo a este autor como si fuera un poeta. Pero como diferencia, es preciso insistir en que el psicoanálisis reduce el arte a la necesidad de su discurso. En otras palabras, el psicoanálisis no es un arte en sí mismo, como sí podría serlo la poesía.
Para el psicoanalista, la voz se detiene en el concepto de pulsión invocante, el lenguaje no existe sin lalengua, y el Inconsciente no existiría sin la Traumdeutung.


fuente: efba

domingo, 18 de noviembre de 2007

La última historia que uno se cuenta

Por:
L. Katz


1- Una paradoja del pase
El pase es paradojal: por un lado, se trata de una ficción; por otro, es una invitación al realismo, es decir, a ser engañados por lo real sin contarse historias " como dice Miller en su curso "El lugar y el lazo"
Hay una tensión: por un lado, en un psicoanálisis se cuentan historias, y en el pase, también se trata aún de una historia, de la última historia que el sujeto se cuenta a propósito de lo real.
Desde esta perspectiva podemos decir que los efectos terapéuticos no son aún la última historia; porque muchos de ellos quedan aún del lado de la novela, del lado de los amores del sujeto por el lenguaje.
Sin embargo ¿ qué hay más allá? Hay la última historia que el sujeto se cuenta, ese es el síntoma en su nuevo valor, es el síntoma en singular, que sería lo único real que no excluiría el sentido.
Aún así, el pase es todavía un modo de contar esa última historia.
El analista de la Escuela que nominó nuestro cartel, nos enseña que tuvo que hacer una "tranche", otra vuelta, un segundo análisis –en este caso con el mismo analista- para contar la última historia que es ruptura y vacío y al mismo tiempo es el camino por el que el sujeto encuentra su diferencia.

2- La pacificación del sufrimiento
El dispositivo del pase, además de su función de investigación en torno a los finales de análisis, constituye un espacio privilegiado para situar los efectos terapéuticos, su caracterización y sus razones.
Por un lado, las razones que los mismos pasantes dan de dichos efectos, por otro, las que el cartel elabora a partir de la escucha de la transmisión de los pasadores.
Nuestro cartel ha obtenido algunas enseñanzas acerca de los efectos terapéuticos, y es lo que hoy, desde mi experiencia del cartel quiero transmitir aquí.
En la heterogeneidad de los recorridos el cartel se ha encontrado con testimonios de pasantes sumamente valiosos en cuanto al relato de su novela familiar, también pudo constatar en mayor o menor medida un saldo terapéutico y una ganancia de saber.
La diversidad de las problemáticas subjetivas muestra cierta constante: los testimonios acentuaban la "pacificación del sufrimiento" y ubicaban un movimiento, un franqueamiento del plano de algunas identificaciones y del lazo con los significantes amos.

3- El peligro de curarse
A veces, esta pacificación puede resultar peligrosa como ya lo había advertido Freud en 1919, en su conferencia "nuevos caminos de la terapia psicoanalítica". Una vez más nos encontramos con la actualidad de Freud, lo cito: "Por cruel que suene, debemos cuidar que el padecer del enfermo no termine prematuramente en una medida decisiva. Si la desvalorización de los síntomas lo han mitigado, tenemos que erigirlo en alguna otra parte..., de lo contrario, corremos el riesgo de no conseguir nunca otra cosa que mejorías modestas y no duraderas". Algo de esto ocurrió en el primer análisis del AE del que ya hice referencia. El sujeto encontró una solución terapéutica "efectiva, pero temporaria". Pasó de la impotencia a la potencia. Creyó haber salido de la impotencia por haber matado al padre, y por cruel que suene, el peligro de curarse lo llevó a una salida prematura del análisis; lo que produjo que el sufrimiento se erigiera en otro lugar.
El sujeto creía que era posible ir más allá del padre sin servirse de él.

4- La movilidad del falo
En otro de los casos, el cartel pudo constatar los efectos terapéuticos del análisis relacionados con la trama edípica. Se trata de un sujeto femenino.
Por la vía de la madre hay cierto apaciguamiento del estrago. Hay caída de la identificación a la crueldad y a la impiedad materna.
Hay una mirada que se suaviza por la salida de la repetición edípica en su dimensión trágica.
Sin embargo, por la vía paterna, aún está acentuada la vertiente de la repetición en la elección de los partenaires: repite con los hombres el encuentro de goce con el padre, lo que la lleva a una cierta inmovilidad de su condición erótica.
Hay que destacar que por las dos vías hay apaciguamiento como efecto terapéutico. El cartel entendió que dicho efecto hallaba su razón fundamental en la propiciación de la movilidad del falo, hasta ese momento encarnado de modo fijo en el partenaire.
En este caso, los efectos terapéuticos del análisis, produjeron una modificación en la práctica.

5- De la parálisis al movimiento
En otro de los casos un sujeto femenino se veía llevado a representar los dos sexos. Creencia sostenida en las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad; creencia en la que el sujeto se refugiaba: tenía que representarse a sí misma y a un hermano muerto muy prematuramente, que quedaba como resto en su cuerpo, lo que se expresaba en un síntoma conversivo que "paralizaba" al sujeto. La caída de una identificación pudo liberar al sujeto de la alienación imaginaria. Los efectos terapéuticos se producen al caer la creencia en su fantasía hermafrodita. Deja de representar los dos sexos y se separa de los dichos maternos y paternos que la condenaban y aniquilaban su diferencia.
Se desprende del doble, lo que dio lugar a un "movimiento". El entusiasmo por el "movimiento" condujo a la salida prematura del análisis.

6- Una regulación de goce
En otro caso, una identificación viril y un síntoma de la neurosis infantil, lleva al sujeto a una querella permanente con los hombres y a la angustia frente al deseo del Otro.
El síntoma cardinal de la angustia que lanzaba al sujeto a la acción y a "un desborde de goce" se conectaba con quedar a merced del estrago del Otro materno.
El cartel pudo constatar la eficacia terapéutica ligada a la rectificación de la función paterna. Esto fue caracterizado por la pasante como la obtención de "una regulación de goce" a partir de "poner una válvula al goce".
Cae la identificación viril, y hay una ganancia de saber en relación a la posición del sujeto frente al deseo del Otro.
Esta cura, muestra el éxito de una regulación a nivel edípico, que permitió constatar una vez más, la eficacia terapéutica del buen uso del Nombre del padre cuando éste se reconoce en su dignidad instrumental".
Este caso nos enseña que para que haya efectos terapéuticos hay que valerse del Nombre del padre. Sin embargo aún no hay un más allá, no hay un Otro inconsistente.

7-Los efectos terapéuticos y el fin de análisis
En el caso del AE voy a ubicar tres efectos terapéuticos:
a) Se recupera de los tropiezos de la tartamudez en tanto deja de "ser el dije" de la madre, es decir deja de ser dicho por ella, lo cual le permite recuperar un habla.
b) En la vertiente de la condición amorosa, el sujeto elegía del lado de la "elección particular" en el sentido freudiano. El análisis le permitió atravesar esta cuestión, lo que modificó la repetición de goce y la condición amorosa misma.
c) Llamó la atención del Cartel que fuera el experimentar un sentimiento de culpa, tras un lapsus, lo que condujo al pasante al dispositivo: la culpabilidad por no haber testimoniado aún de su experiencia ante el Otro de la Escuela. En esta serie, pudo aislarse con precisión como la resolución del síntoma, ligado a la creencia en la "palabra salvadora", introdujo un cambio en la práctica que podría resumirse como un saber hacer sin la palabra salvadora. Se trataba de "un curarse de la culpa" en tanto analista, pero no en tanto sujeto.
Finalmente, el cartel ha sido enseñado de que también en el caso en que hubo un final de análisis, que concluyó con una nominación, se constataron efectos terapéuticos. Esta precisión, aunque limitada, exige prudencia en cuanto a una generalización.

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