viernes, 11 de enero de 2013

De Freud a Lacan, la cuestión femenina

De Freud a Lacan, la cuestión femenina 


Lacan rechaza toda hipótesis concerniente a la existencia de

una libido específicamente femenina, de un inconsciente femenino, de una escritura femenina, etc... ( cito a

Luce Irigaray, cuya obra es la mas conocida). Lacan elabora entonces una versión -lógica y topológica-

para situar esa especificidad de la “posición femenina” sin abandonar por ello la referencia a la concepción

universal de un sujeto del inconsciente determinado por la castración (función fálica). A diferencia de Freud

–afirmará-- no “obligo” a las mujeres a tomar la única vía de la solución fálica”, comento así muy
brevemente una complicada cita de su texto L’Etourdit. Si hubiera una “especificidad” de lo femenino --es lo
que intentaban sostener las feministas “de la diferencia”-- debe situarse en un “más allá” de la función fálica
--pero no sin referencia a ella--, en una posición en la que el goce del sujeto que ha optado (hay en efecto
“elección sexual”...) por esa “posición femenina” --sea identificado anatómicamente y/o socialmente como
hombre o mujer, lo cual no es una “identificación” sin consecuencias-- no está totalmente organizada por la
lógica fálica, especificidad de la “posición femenina” que consiste en acceder a una modalidad de goce otro
que el goce fálico, apertura de un goce no del todo fálico, un goce suplementario al goce fálico, aclara
Lacan. No se trata pues en esa posibilidad del uno o del otro.
La delimitación de ese campo del goce sexual distribuido en el campo de lo sexual en un goce totalmente
fálico y en un goce no del todo fálico, permiten nuevas elaboraciones de la disyunciones de las que hemos
hablado y la configuración de una nueva clínica en lo que concierne a las formas de anudamiento del
deseo, del amor y del goce.
En todo caso, deja abierta para las mujeres la “libertad” de situarse de otra manera que la que Freud prescribía (con cuidado sin duda) como siendo la “normal”, vale decir la solución por el goce fálico de la
maternidad. Y si Freud había hablado de tres destinos de la sexualidad femenina: la anestesia sexual, la
elección masculina, y la que para él era la propiamente femenina... con su bien conocido aforismo “La mujer
no existe”, Lacan opta por dejar en el uno por uno de cada una, la elección de su modalidad de goce.
Abandona así el intento de construir una categoría universal de LA mujer, punto al que arribarán por otra
parte gran parte de los movimientos feministas.

Extraido del Texto:De Freud a Lacan, la cuestión femenina
Rithée Cevasco .

jueves, 10 de enero de 2013

Carta de despedida de Henry Miller a Anaïs Ni

Carta de despedida de Henry Miller a Anaïs Nin


Qué son las despedidas si no saludos disfrazados de tristeza? Lo mismo que el deseo y el placer de verte mientras te desnudas y te envuelves en la sábanas. Nunca has sido mía. Nunca pude poseerte y amarte. Nunca me amaste o me amaste demasiado o me admiraste como la niña que toma una lente y se pone a ver cómo marchan las hormigas y cómo, en un esfuerzo inacabable y lleno de fatiga, cargan enormes migajas de pan. Qué son aquellas noches lluviosas en medio de la cama de un hotel. Qué el recuerdo de nuestros pasos por la calle, en el teatro o en la sala de conciertos. Qué son los recuerdos de los celos y de tus amantes y de June y de mis amantes.

Anaïs, no creo que nadie haya sido tan feliz como lo fuimos nosotros. No creo que exista en la historia del hombre y de la mujer un hombre y una mujer como tú y como yo, con nuestra historia, nuestras circunstancias; con aquello que se desbordaba en las paredes, el ruido de la calle y la explosión de tu mirada inquieta de ojos delineados en negro; con la sinceridad de tu cuerpo frágil y tu secreto agresivo e insaciable. El recuerdo puede ser cruel cuando estás volando febrilmente a tu próximo destino, a otros brazos que te reciban expectantes y hambrientos. El recuerdo de tu diario rojo que tirabas en la humedad de la cama entre tus labios entreabiertos y mis ganas de desearte. Te deseo. Te deseo con la desesperación y el anhelo de lo imposible y ya te has ido y tal vez, en un sueño imaginativo y romántico, leerás estas palabras una y otra vez, en medio de mi ciudad con la gente pasando en medio de las calles y la sorpresa en tus ojos y la gran dama con el fuego en la mano derecha.

Mi querida Anaïs, ma petite, ma jolie, infanta inquieta de sal nocturna. Te extraño cuando huyes de madrugada y te extraño cuando camino y me tomo un café en la calle; te extraño cuando June se acerca cariñosa y cuando paso por los grandes aparadores. Te extraño casi a todas horas: cuando escribo, cuando te pienso, cuando escucho las campanas que me anuncian que ya son las tres, cuando me acuerdo de las horas interminables entre humo y whisky, cuando tengo una comida que dura toda la tarde, también cuando me despido de ti cada día a la misma hora, cuando como en aquel lugar donde nos dio el aire y cuando escucho la radio. Adiós, Anaïs, adiós. Ya nos encontraremos en otras vidas y en otras vidas podré poseerte y quedarme contigo para siempre. Ya te veré en medio de la nieve y entre libros y vino. Adiós, tuyo siempre


Henry

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