jueves, 4 de diciembre de 2008

Cosas de finura en psicoanálisis

Jacques-Alain Miller 

Cosas de finura en psicoanálisis
Curso del 12 de noviembre de 2008 

Y bien, comenzaré por darles mi título. Es una expresión que me sirve de apoyo y de guía, y que es completamente dulce, en tanto que mi discurso quizá no lo es, este es el titulo, Cosas de finura: finura en singular, cosas en plural – en psicoanálisis.
Soñé el año pasado con quedarme en el puerto este año. Y sin embargo estoy aquí embarcado, con ustedes, para una nueva de nuestras aventuras en el mar, siempre recomenzadas y yo entregado a resoplar en el remo. Pero hay aquí una elección forzada. Si es necesario que reme con fuerza, es porque el movimiento del mundo, si puedo decirlo, lo exige en tanto que este movimiento arrastra al psicoanálisis tras sus pasos. La cuestión que se plantea es saber si hay que consentir, y la respuesta es Sí, si el psicoanálisis es un fenómeno de civilización y nada más que eso, No si hay un hilo de la práctica analítica que merece subsistir como tal. Si yo me niego a consentir que el psicoanálisis sea arrastrado tras los pasos del movimiento del mundo, es en nombre de este hilo, que no está sino supuesto, que es objeto de una apuesta, pero que es una cuestión de deseo. Al menos Lacan creando su Escuela creía que un tal hilo existía.
Debería por lo tanto remar tanto más firmemente cuanto que hago ir a mi barco a contra corriente, y al punto que por primera vea, me parece necesario proceder por un retorno a Lacan. Nunca hasta el presente he empleado esta expresión y si lo hago hoy es persuadido de que nos hemos alejado de él.
Por ejemplo, nos alejamos de él, cuando nos encaprichamos, cuando nos embriagamos con el efecto curativo del psicoanálisis. Mientras que el efecto curativo en psicoanálisis nunca está sino subordinado, derivado, obtenido por un sesgo. Al menos en psicoanálisis uno no se focaliza en el efecto curativo y es por ello que abandonamos el término de cura por el de experiencia analítica. Las cosas sin embargo llegaron al punto en que recordar la vieja máxima según la cual la cura viene por añadidura, parece una novedad. Sin duda el mundo juzga al psicoanálisis en función de sus resultados terapéuticos. Esta no es una razón para que el psicoanálisis haga suyo este criterio. Estamos forzados a formular, si puedo decirlo, una doctrina de la doble verdad, forzados a distinguir lo que es verdad para el mundo y lo que es verdad para el psicoanálisis; lo que es verdad para el mundo, que el psicoanálisis vale como terapéutica, no es verdad para el psicoanálisis, que es que vale como deseo, como medio de emergencia de un deseo inédito y cuya estructura es aún ampliamente desconocida.
Entonces, se alega y tengo que ver con ello, se alega una nueva clínica psicoanalítica, que se desprendería de la muy última enseñanza de Lacan y que superaría a la antigua. Sería, se dice a veces, la clínica borromea en su oposición con la clínica estructural, la que distingue neurosis y psicosis, y para ser completa, neurosis, psicosis y perversión. No puedo desconocer que tengo que ver con esto, y que eso se cocinó así. Entonces, esto me da a la vez el deber y quizá la autoridad de decir, primeramente, que en esta materia, la oposición de la antigua y de la nueva requiere alguna dialéctica, pues la clínica, llamada antigua está conservada en la nueva. Y luego, ¿qué dice, esta nueva, o esta segunda clínica? Mucho más que la primera, invalida, ridiculiza la idea de cura, relativiza el efecto terapéutico. Y yo lo demuestro.
Primeramente, esta segunda clínica destruye en sus bases la referencia a la normalidad, a la salud mental, tomando como principio esta fórmula, que vino una sola vez bajo la pluma de Lacan y en un texto accesorio, pero fórmula que comenté el año pasado. Todo el mundo está loco, es decir delirante. Habría que estar ciego y sordo para no percibir que esto es destruir toda posibilidad de hacer emerger una noción de la normalidad – está hecha para que no se llegue allí. Del mismo modo que se definía antiguamente la verdad por la l’adaequatio rei et intellectus – la adecuación de la cosa y de la mente, o del entendimiento -, aquí esta fórmula de la que hago un principio, que todo el mundo está loco, y hago un principio de ella después de haber trabajado el año pasado la paradoja que comporta, este principio plantea como radical la inadecuación de lo real y de lo mental, y comporta que de lo real no se pueda decir más que lo falso, no se pueda más que mentir.
En segundo lugar, la segunda clínica amplia el concepto del síntoma, heredado de Freud, este síntoma es susceptible de levantarse, según la expresión consagrada, ella amplía el concepto freudiano del síntoma hasta incluir allí, de manera esencial, esos restos sintomáticos, de los cuales habla Freud al final del análisis y que lo conducen precisamente a pensar que el análisis no tiene fin, en razón de lo que subsiste del síntoma. Y bien, la segunda clínica psicoanalítica es precisamente aquella que reconfigura el concepto del síntoma sobre el modelo de estos restos. Y es de este modo que lo que Lacan llamó el sinthoma, con la ortografía antigua que restituyó – s.i.n.t.h.o.m.a. -, el sinthoma es propiamente el nombre de lo incurable.
Cundo hablamos de síntoma entendemos por ello, en psicoanálisis, un elemento que puede disolverse, o pasible de desaparecer, de levantarse, en tanto que sinthoma designa este elemento en tanto que no puede desaparecer, que es constante. Dicho de otro modo, la llamada nueva clínica psicoanalítica es una teoría de lo incurable, Entonces !qué ironía ! el hacer soportar a esta teoría de lo incurable una práctica completamente orientada hacia la terapia y de hacer de esta terapia un slogan. Mientras que, al mismo tiempo, Lacan podía plantear este límite. Imposible tarapeutizar el psiquismo, y que, si hay que calificar la acción del analista en esta dimensión de psiquismo, o de mental, si hay que calificar su acción, es con otras coordenadas que las de la terapéutica. La noción de esta imposibilidad se desprende lógicamente del hecho que es impensable reparar el defecto profundo del psiquismo, reducir la inadecuación radical – aunque lo admitimos sin duda, pero no hago valer aquí sino una relación lógica.
Sin embargo, hoy está en camino de enraizarse en el psicoanálisis una rutina del uso, como se expresaba Lacan, haciendo del efecto terapéutico el alfa y el omega de la disciplina, e incluso su justificación.
Es esto lo que me impidió quedarme en el puerto, es esto lo que me obliga a relanzar nuestro barco, porque dar este centralismo a la acción terapéutica no es más que ceder a lo que el mundo reclama de ahora en mas del psicoanálisis, para sus fines propios, para sus fines de utilidad, para sus fines de gobernar. Es ceder, es abrir las puertas de la ciudadela psicoanalítica, y dejar este prejuicio extenderse en ella. El prejuicio terapéutico es el caballo de Troya, por el cual penetra, en lo que yo llamaba la ciudadela analítica, la Escuela analítica, el Campo freudiano, el discurso que prevalece en el mundo. Creemos salir del entre nosotros, como decimos, cuando en verdad hacemos entrar el afuera – no salimos, hacemos entrar. Y el caballo de Troya es la figura mítica del regalo envenenado.
La inversión que Lacan aportó en el psicoanálisis consistió por el contrario en constituir el psicoanálisis puro, aquel que se llamaba antiguamente el psicoanálisis didáctico, aquel que hace del analizante un analista, incluso en potencia, constituir el psicoanálisis puro como la forma perfecta del psicoanálisis, su forma acabada. Por el contrario, forma restringida, forma reducida, que el psicoanálisis a secas, aquel que interfiere la preocupación terapéutica, con lo que Lacan llama, en la página 231 de los Escritos, los cortocircuitos y los temperamentos que motiva la preocupación terapéutica.
La preocupación terapéutica conduce a retener la potencia que se desprende del procedimiento analítico mismo, conduce a interrogarse sobre, si puedo decirlo, la dosis de verdad que un sujeto puede soportar en un momento dado, la dosis de verdad que puede asimilar – esto es siempre válido – pero también la dosis de verdad que es para él soportable sin una incomodidad excesiva o sin que lo que lo sostiene en el mundo se derrumbe, no amenace con derrumbarse. Por lo tanto, cuando la preocupación terapéutica domina, suspendemos lo que tiene de radical la operación analítica y esto conduce a impases, no dar la interpretación que en ese momento sería demasiado dura para escuchar o conduciría al sujeto a huir de lo que le sería allí revelado, o incluso a domesticar el filo de las cosas para que permanezca enmarcado en el procedimiento. Por lo tanto, no muy rápido, no muy fuerte, cuestión, yo lo decía, de dosificación. Y son estos frenos, estos límites lo que se suponen levantarse cuando uno se compromete en la dimensión de lo que llamábamos antiguamente didáctico, donde la preocupación terapéutica está apartada y donde la dinámica propia del análisis puede entonces darse a pleno.
Por lo tanto, la inversión de Lacan consistió en hacer del psicoanálisis puro no un agregado, un suplemento del psicoanálisis a secas en su preocupación terapéutica, sino por el contrario considerar que la esencia del psicoanálisis, su verdad, era el psicoanálisis puro, y que su forma aplicada era una reducción. En su « Acta de Fundación » de la Escuela freudiana de París en 1964, si Lacan hace su lugar al psicoanálisis aplicado, es a título de la medicina; en la Sección que intitula de psicoanálisis aplicado admite no analistas si son médicos, y si pueden sin embargo contribuir al avance de la reflexión psicoanalítica.
Entonces, invertir la inversión lacaniana, dar la primacía al psicoanálisis aplicado a la terapéutica, es simplemente regresar más acá de Lacan, y solo esto justificaría la expresión que he empleado, por primera vez, de un retorno a Lacan.
Hablaba hace un momento del regalo envenenado. Y bien, quisiera este año, con este Curso, hacerles el regalo de un antídoto.(risas)
Es un regalo. Segun Freud un verdadero regalo es un objeto del cual uno no se separa sino con dificultad, porque uno quisiera guardárselo. El verdadero regalo es aquel que va a marcarlos cuando lo hayan dado. Y eso se reconoce, es verdad, cuando se les hace un regalo cuyo donador no querría para sí mismo (risas) y cuando verdaderamente se les hace un regalo que sentimos que él se lo quedaría con gusto, por otra parte en esa ocasión les dicen: “He comprado lo mismo para mí” (risas). Pero en fin este antídoto del que hablaba podemos compartirlo Sí. No impide que yo haya sentido eso también, que después de todo, estando todos afectados, de todos modos podría serme placentero el guardar el antídoto para mí solo (risas). Lacan evoca esto al comienzo de su “Acerca de la causalidad psíquica » en los Escritos página 151. Confiesa esto: Yo me abandoné después de Fontenelle – bueno, dejemos a Fontenelle que vivió más de un siglo, que fue el presidente de la Academia de ciencias en el siglo XVIII, el autor de L’Entretien sur la pluralité des mondes -, Yo me abandoné después de Fontenelle, dice Lacan, a este fantasma de tener la mano llena de verdades para mejor cerrarla sobre ellas.
Puedo también confesar que he tenido este fantasma. Lo he tenido porque mi pregunta era - ¿seré escuchado? ¿puedo serlo aún? Cuando mis ojos vieron toda una Escuela y sus alrededores, varias Escuelas, quizá todas las Escuelas del Campo freudiano, poseídas, desde hace ahora tres años, me parece retroactivamente, poseídas por un frenesí de psicoanálisis aplicado e invirtiendo viendo quien lo hacía mejor que los otros, los preceptos de Lacan, que sin embargo yo había machacado a toda una generación, y toda esta generación los había machacado también a su vez. ¡Extraordinario fenómeno de psicología de las masas! de las masas psicoanalíticas. En toda la extensión del Campo freudiano, pluri continental, ya no hay una ciudad que no quiera tener también su establecimiento de psicoanálisis aplicado (risas), es una cuestión de standing. ¿Y para qué enseñar? Si hay algo que está bien hecho para demostrar cuán vana es la pedagogía, es esta historia.
No he podido no recordad la profecía de Lacan, formulada por él en un momento de pesimismo amargo, en el momento en que su Escuela mostraba su mala voluntad para adoptar lo que él proponía, el procedimiento llamado del pase para verificar el fin del análisis. En ese momento, Lacan, ¿cómo decirlo? un poco deprimido, había profetizado que el psicoanálisis rendiría las armas ante la civilización y sus impases. Yo no veía eso. Yo no veía esto así. En todo caso, allí donde he tenido que hacer algo, lo he hecho con la idea, que guardaríamos las armas, que no las rendiríamos. Incluso con los besos del vencedor, como en la Rendición de Breda de Velásquez. ¡Jamás!
Y bien, por una vía que no imaginaba, he visto esto realizándose. En el presente. He visto esta rendición realizándose, por esta inversión que yo decía hace un momento, por el prejuicio terapéutico, por la reducción del psicoanálisis al ejercicio profesional del psicoanalistas confundidos con los psi y los trabajadores sociales, presentados como orientados, todos, por la enseñanza de Lacan y, al mismo tiempo, todos, animados por la preocupación del bienestar de sus contemporáneos, de la salud mental de sus conciudadanos. Puesto que todo esto, por supuesto ocurre en nombre de la Ciudad; La ciudad que ya no hay. La Ciudad no existe desde hace mucho, la vida social no se organiza más en Ciudades como en el tiempo de los Griegos, como en el Medio Evo o como en el Renacimiento. Podemos decir la sociedad. Es en nombre de la sociedad, de su potencia, de los deberes que tenemos hacia ella, que maravillosamente, la orientación de la enseñanza de Lacan coincidiría, convergería, y nos serviría a nosotros de trampolín para recibir reconocimiento y, como se dice, sub-ven-ciones. Somos aplaudidos. Recibidos con los brazos abiertos, luego de algunos momentos de desconfianza, por las autoridades que presiden lo que Lacan llama con su rudo lenguaje, el discurso del amo.
Era necesario haber visto esto. Entonces, despierten (risas), porque está alrededor de ustedes y ustedes están adentro. No tengo la idea que basta que yo diga esto par que desaparezca. En absoluto. Pero en fin, tengo la idea de que al menos si no puedo impedirlo, puedo al menos impedir que se diga que proviene de Lacan (JAM enojado). Lacan no decía; partenaire del discurso del amo (con un tono cortante), decía; es el envés del psicoanálisis. Pero esto no detiene a nadie (con un tono disgustado). Es necesario que constate que esto no detuvo a nadie, antes que yo gritara, salvo el respeto que se me tiene..Lacan lo dice muy bien en la página 721 de los Escritos: Ningún pudor prevalece contra un efecto del nivel de la profesión. Es una frase que podría parecer opaca, si no se jugara en el presente. Ningún pudor, todo el mundo está en eso, sin ninguna disimulo, nadie tiene vergüenza de tocar los timbres, de seguir los programas gubernamentales de salud mental y de poner al trabajo a la gente que se forma en el análisis en función de requisitos formulados por el ministerio de salud. Ningún pudor, es un fenómeno del nivel de la profesión. Este efecto, dice Lacan, es – dice esto en 1971 creo, en fin hace mucho tiempo -, es el de enrolarse el practicante en los servicios donde la psicologización - es lo que podía decir en la época para el fenómeno -, donde la psicologización es una vía fuerte, propicia para esta suerte de exigencia bien especificada en lo social:¿ cómo rehusar hablar el lenguaje de aquello de lo que se es soporte? Entonces, esto se dice alegremente estos tiempos en una fórmula que - creo -, que me toman prestada: hablar la lengua del Otro. Hay que hablar la lengua del Otro.
Y bien ! esto hace ver más bien porqué Lacan había forjado, para los psicoanalistas una lengua especial, una lengua cifrada, no la lengua del Otro sino la lengua del uno, y que aislaba a los psicoanalistas. ¡Sí! perfectamente (JAM levanta la voz), los psicoanalistas necesitan estar aislados, necesitan estar aislados del discurso del amo que prevalece en el exterior de su Escuela, Necesitan estar formados en una lengua especial. Y a parte. Necesitan un enclave. Lo que Lacan llamó una Escuela, es un enclave (con un tono guerrero), esto tiene leyes propias, distintas del resto de la sociedad –evidentemente, para subsistir, nos acomodamos a una ley de las asociaciones (con un tono más calmo), que es lo suficientemente liberal para permitirnos continuar nuestros pequeños asuntos en el interior. Lacan por otra parte refiere el nombre de Escuela a las escuelas antiguas, a esas comunidades filosóficas de la Antigüedad reunidas en torno de un saber y en general de un fundador, donde los primeros miembros se ligaron a este fundador, se formaron con él. Es lo que se dice de Epicuro. Primero entusiasmó a su propia familia antes de aglomerar a algunos en torno de él. Finalmente distinguimos cuatro grandes hombres como fundadores de la secta epicúrea. Se decía de manera consagrada: Epicuro y los otros. Esto designaba a los cuatro. ¡Una secta! Perfectamente. Una secta. Y esas escuelas antiguas eran concebidas, Lacan lo recordaba, como refugios y base de operaciones contra el malestar en la civilización, es decir como enclaves. Un enclave, sin embargo no es extraterritorial. Porque es un enclave hecho para hacer salidas al exterior. Pero la condición para poder hacer salidas al exterior, es que no dejamos entrar el caballo de Troya. Evidentemente entre salir y hacer entrar, la diferencia es radical, pero al mismo tiempo es ínfima. Y si dejamos entrar, y bien tenemos una disolución del lenguaje y de los ideales de la escuela, es lo que observamos todos los días en el presente; una disolución progresiva del lenguaje lacaniano en beneficio de la supuesta lengua del Otro. Lean con esta clave ahora las publicaciones que se producen y verán esto desplegarse a gusto.
Hablaba de lo mas saliente, que era el prejuicio terapéutico, podría también hablar del culto del crecimiento, un siempre más, que parece ir de suyo, que hay que crecer y que lo pequeño, lo limitado, está allí completamente en desuso.
Entonces, la consecuencia yo diría más manifiesta y para mí la mas lamentable de la infiltración del discurso del amo en la ciudadela del discurso analítico, es el llamado, llamado implícito, la aspiración, a el “al menos uno”. Es decir que en definitiva el hecho que el discurso del amo se infiltre en el discurso analítico tiene como resultado, no inmediato, un poco diferido, de hacer surgir Uno que dice no (JAM golpea con el puño), el famoso, Existe x tal que no fi de x, aquel que no marcha en el plan. Y es así que me encontré, yo, aspirado para hacer ese guiñol, mientras que puedo decir y probar que es un papel que precisamente hice todo por abandonar. Más bien hice el papel del al menos uno, el al menos uno menos uno, en dedicarme a trabajos de escritura y sobre todo a abandonar todo cargo administrativo y de dirección. Debo constatar que he sido conducido, hace poco, a re endosar estos viejos hábitos abandonados. Puedo aún preguntarme porqué: ¿por que no dejar ir esto hacia donde va? ¿Por qué interferir? Es Pascal quien lo dice: Cuando todos van hacia el desborde, nadie parece ir allí. Aquel que se detiene hace notar como son llevados los otros, como un punto fijo. Hubo algo de este efecto, porque lo que digo allí lo dije más amablemente en un congreso reciente, y esto desplazó un poquito las cosas. Un poquito. No detuvo nada en absoluto, esto continúa desbordándose por todos los costados y por todas partes. Pero en fin sentí de todos modos una pequeña vacilación. Y en el fondo me dije: Vamos, tratemos, en este pequeño espacio que me es dejado en este Curso, al menos que sirva para esto, tratemos de cavar un poco ese surco.
Pero no es mi idea. Porque no era la idea de Lacan. La idea de Lacan, es manifiesta en el hecho de que el analizante del psicoanálisis perfecto, el analizante consagrado por la prueba del pase como habiendo acabado auténticamente su recorrido analítico o al menos habiéndolo llevado suficientemente lejos para proseguir solo, es decir por el auto análisis, este analizante, lo llamó Analista de la Escuela, y el entendía, en el fondo llamándolo con este nombre, que el Analista de la Escuela, producto de la practica analítica en vigencia en esta Escuela, sería responsable de la escuela, co - responsable de la escuela. Esto no marchó muy bien en la Escuela freudiana de París que era la Escuela de Lacan, fue trabado de mil maneras, y los pocos que habían sido nombrados Analistas de la Escuela son, la mayoría, quizá todos, desconsiderados en el momento de la disolución de la Escuela freudiana en 1980-81. Pero la experiencia fue retomada en la Escuela de la Causa freudiana: el fenómeno presente, a mi parecer, obliga a poner de manifiesto una constatación de fracaso.
Ni uno se levantó contra la inversión de la inversión. En fin, ni uno, hubo algunas inquietudes, algunas alertas, dadas por muy poco. Por lo tanto corrijo gustosamente mi diagnóstico. Y lo corrijo tanto más cuanto que de hecho, la Escuela de la Causa freudiana, hay que decirlo, prescinde muy ampliamente de los Analistas de la Escuela. Es decir, los utiliza, en su frescura, para hablar de su propio análisis y de su propio pase, en el impulso de su pase, y consideran que al final de tres años ya perdió frescura. (risas) El título es temporario. No se lo reprocho a nadie porque es muy posible y es incluso muy probable e incluso casi seguro y es así por otra parte (risas) que yo dije que tenía la idea. Dije tener la idea hace mucho tiempo constatando la falla de los precedentes. Por lo tanto propuse que los nuevos, se los tome en su frescura. Pero, en vista del fenómeno presente, me parece que el hecho de que se llame al mayor número ex AE, en definitiva los exime de su responsabilidad, en tanto que los necesitaríamos, no simplemente para narrar su pase, sino para centrar los impases de la civilización, donde la civilización, el movimiento del mundo arrastra al psicoanálisis. Entonces, quizá sería necesario restablecer, en las Escuelas del campo freudiano, una comunidad de los AE, donde los ex AE reencontrarían su título de AE, habría los AE en vigencia, y habría, como lo previó Lacan, los analistas de AE también. El restablecimiento de una tal comunidad, o forjar una tal comunidad, sería quizá la última oportunidad para darle a la idea de Lacan. Podemos soñar que tal comunidad podría jugar el papel de brújula, sin que tengamos necesidad de recurrir al teatro del al menos uno. Esto me parecería algo aliviador y tambien dejaría un porvenir. Esto servirá quizás de nada, pero en fin dejaría una oportunidad, si su misión es velar para que el psicoanálisis aplicado a la terapéutica ceda el paso al psicoanálisis puro.
Bueno, me dejo llevar – no demasiado, un poquito -, esto me ayuda a hacer este Curso.
Puro y aplicado, es de todos modos una distinción que es problemática, y entiendo, este año, cuestionarla.
Comenzaría por inspirarme en un texto que encontré y que me enseñó cosas sobre la distinción puras y aplicadas en las matemáticas.
Es una problemática, parece, que no emergió sino tardíamente, la oposición de las matemáticas puras y de las matemáticas aplicadas. Emergió, parece, en la segunda parte del siglo XIX, en el momento en que el centro mundial, el hogar del pensamiento matemático se desplazó de Paris a Berlín, y, en el impulso, a Gottingen con la escuela de Hilbert. Mientras que, en efecto – esto pone en orden cosas que yo sabía por otra parte -, en el siglo XVI, en el siglo XVII o en el siglo XVIII, los matemáticos no hacían esta distinción por lo tanto se ocupaban sin hacer jerarquía, también de cuestiones que se considerarían hoy como fundamentales como cuestiones de artillería, de fortificación, de agrimensura, de astronomía, de cartografía, de navegación, en el siglo XIX de probabilidades, de representaciones. Y en el fondo fue con Hilbert, culminando en su famoso programa de 1902, que tomó la delantera la concepción axiomática y estructural de las matemáticas.
Entonces, esto no puede sernos indiferente puesto que esta escuela de Hilbert, que extrajo el concepto axiomático y estructural de las matemáticas, inspiró y fue radicalizado por la escuela bourbakista, por Bourbaki, luego de la segunda guerra mundial, aquí, en París, en Francia, y hay evidentemente una consonancia entre el estructuralismo matemático de Bourbaki y la inspiración levistrausiana que Lacan recibió y que transpuso en psicoanálisis. Un historiador americano habla, a propósito de Bourbaki, de una ola de pureza que recubrió el ejercicio profesional de los matemáticos. Y Jean Dieudonné, uno de los grande boubakistas, calificaba lo que llamaba la elección boubaquica – q.u.i.c.a – es asi como se expresa, deciento: Cuanto más abstracta es una teoría, más elimina lo concreto y lo contingente, y más puede alimentar la intuición. En el fondo, cuando más abstracta, mas, en definitiva, se podrá utilizarla en lo concreto, se podrá llenarla de contenidos empíricos. Entonces, voy a citarles un pasaje de un artículo célebre desde el punto de vista bourbakista, un artículo que se llama “La arquitectura de las matemáticas” y que figura en un volumen aparecido después de la guerra. Es un artículo que he leído – es un dato biográfico-, es un artículo que he leído en el volumen que poseía Lacan, El leyó este articulo. Esto es lo que encontramos allí, verdaderamente vemos que Levi-Strauss es muy cercano. En la concepción axiomática, dice este artículo, la matemática, aparece en suma como un reservorio de formas abstractas, las estructuras matemáticas; y ocurre – sin que sepamos bien porqué – que algunos aspectos de la realidad experimental vienen a moldearse en algunas de estas formas, como por una suerte de preadaptación. En el fondo, este es el nudo de la inspiración estructuralista, y es en esto que los boubakistas se apoyaron para extraer la noción de matemática pura, es decir estructural.
Ahora, observamos, en el movimiento propio de las matemáticas, una báscula, que llevó y que lleva en nuestros días, a que las aplicaciones de la matemática tomen más importancia que sus formas puras. – en todo caso mas importancia que antes. Les cito el texto de una epistemóloga que no conozco más que por este texto. Dahan Dalmedico: En Francia – toma como referencia 1987 , en Francia, el coloquio realizado en 1987 sobre las “Matemáticas por venir » es significativo este giro; los matemáticos de todos los horizonte, reunidos defienden a la vez una ambición histórica de su disciplina par comprender el mundo y sus innumerables posibilidades de aplicaciones que los medios nuevos de cálculo han multiplicado. Ellos presentan una semi autocrítica sobre el carácter demasiando formalista y abstracto, separado de las otras ciencias y de la práctica, que pudo tener su enseñanza, en particular después de la reforma de las « matemáticas modernas ». Y la conclusión es esta, que, para nosotros en contacto con lo que yo llamaba el fenómeno presente, está hecho para resonar, y nos muestra que el psicoanálisis es llevado hoy por un movimiento al que los matemáticos no escapan, es decir que esto no es una anécdota: es un movimiento de fondo. Esto me ha parecido impactante. Las representaciones ideológicas de la disciplina por sus actores dejan lugar – dice – a otras representaciones que ellas mismas privilegian otros valores: los lazos con el poder, la capacidad para obtener contratos (risas) o suscitar interacciones, el dinamismo empresario el carácter pragmático y operacional de los resultados. No es aun seguro que todas estas personas considerarán largo tiempo que hacen el mismo oficio. Este es el fenómeno que habita el movimiento de las matemáticas, el moviendo interno de las matemáticas que es alejarse de la prevalecía de las matemáticas puras para valorizar las aplicaciones de las matemáticas y, con estas aplicaciones, las relaciones con el poder, los contratos, las empresas, el carácter pragmático y operaciones de los resultados.
Creeríamos que se describe aquí lo que se produce hoy en el Campo freudiano. Y por lo tanto, una vez que pasen los gritos de indignación que he sacrificado – lo que va bien con el papel del al menos uno -, podemos constatar que estamos en contacto con el movimiento del mundo y que el psicoanálisis también sufrió la incidencia de ello. ¿Y en el fondo cómo podría ser de otro modo?
Entonces, los psicoanalistas, como los matemáticos, no sacrifican el primum vivere : primero sobrevivir, y el primero sobrevivir implica una adaptación al contexto. Pero – es la otra rama lo que constituye la alternativa – digamos, para quedarnos en latín, la advertencia de Juvenal: et propter vitam vivendi perdere causas – y para salvar la vida perder las razones de vivir. Y por lo tanto estamos entre conservar el primum vivere, que es la condición de todo, y al mismo tiempo, para esta sobrevida, no sacrificar la razón de ser del psicoanálisis.
Ahora, no me parece excesivo decir que el psicoanálisis puede morir por su complacencia con respecto al discurso del amo.
El discurso del amo supone una identificación del sujeto por un significante. amo:

Este significante amo, puede tomar el valor de ser la cifra, condición de la evaluación, es también la explicación, y es también la categorización. No se conocerá sujeto más que en tanto estará afectado por una categoría, el niño, el adulto, el viejo, por ejemplo, categorías que reparten a la población, y por lo tanto no es el sujeto al que conoceremos, conoceremos un ejemplar de la categoría.
De este modo, el discurso del amo produce un cierto número de categorías y de categorías clínicas. Cuando formulamos. La obesidad es el mal del siglo después de haber formulado La depresión es el mal del siglo – está puesto en juego sucesivamente-, tenemos una clínica del amo en la que estamos evidentemente obligados a alinearnos. Somos llevados a validar estas categorías aportando refuerzos con lo que nosotros, con las reservas o con el saber que nosotros hemos acumulado por otra parte. Hay que decir, este funcionamiento está en vías de darse a pleno. El discurso del amo, especialmente en Europa pero también en los Estados Unidos, es actualmente pródigo en una nueva clínica, una clínica de significantes amo, que nuestros colegas italianos llaman gentilmente monosintomáticos. Para decir que se trata de una clínica organizada por significantes amo.
Sobre la base de estos significantes amo se pone al trabajo el saber, S2:

En particular se pone al trabajo el saber del psicoanálisis, que está allí en posición de esclavo, inscripto en la estructura del discurso del amo. No son abstracciones, son verdaderamente estructuras significantes, en efecto, donde no tenemos dificultad en encontrar el contenido empírico que se nos presenta todos los días y que se ostenta.
El problema, es que hay un elemento en todo caso que queda allí inasimilable, es el factor que tiene virtualmente la posibilidad de desreglar el conjunto, pero se encuentra en el fondo rechazado por este discurso:

Mientras que es precisamente este elemento: a, inasimilable, que ocupa el primer puesto en el discurso del analista que funciona con un saber inexplicable: S2, es decir un saber que no puede encontrar su lugar en el funcionamiento del discurso del amo que exige por el contrario la explicitación y la transparencia. Y el sujeto en función en el discurso del analista: $, es un sujeto que no está allí capturado en tanto que portaría rasgos, en tanto que portaría significantes amo. Esos significantes amo: S1, por el contrario, son rechazados y por el solo hecho de comprometerse en la experiencia analítica, podemos decir que el sujeto está virtualmente despojado de ellos:

Por lo tanto, no es en tanto que ejemplar de una categoría de la población que se hace un análisis. Y cuando uno va a establecimientos que están orgullosamente bautizados con esos significantes amo: Vengo como SDF, vengo como precario, vengo como niño, vengo como obeso, vengo como etc., ya al admitir eso, estamos en el costado del discurso analítico. Entonces, podemos ciertamente introducir una dialéctica, y decir: primero es necesario que el sujeto admita sus significantes amo para poder desembarazarse de ello – el lenguaje permite aquí todos los giros de prestidigitación. No obstante esas estructuras son la inversa una de otra.

Y lo que Lacan llamó el revés del psicoanálisis es el discurso del amo. No se puede servir a dos amos a la vez. No se puede servir al discurso analítico y al discurso del amo al mismo tiempo. Se puede servir al discurso analítico y, en un acercamiento de doble verdad, hacer valer, en el discurso del amo, que no seremos la completa subversión. El problema es que la máscara que llevamos sobre el rostro, termina por incrustarse, y cuando se incrusta, la diferencia se desdibuja.
Entonces, es cierto que el peligro de los efectos terapéuticos rápidos es que hacemos funcionar – ¿cómo decirlo de otro modo ? hacemos funciona un significante como significante amo para el sujeto (JAM subraya S1 en el discurso del amo), para permitirle referirse, por lo tanto lo identificamos – lo que hacemos también en el discurso analítico pero con el tiempo para que eso se deshaga -, obtenemos un efecto terapéutico rápido por la elección rápida de un significante amo susceptible de fijar al sujeto. Y obtenemos un cierto ordenamiento de esas cadenas significantes a partir de ese significante amo. Y prestamos atención a no tratar el factor suplementario, el factor pequeño a (JAM apunta el a del discurso del amo)
Por lo tanto no podemos obtener efecto terapéutico rápido sin hacer referencia al discurso del amo, aunque más no fuera por el hecho de que allí focalizamos sobre el síntoma que es exactamente la inversa de lo que habitualmente hacemos en un psicoanálisis propiamente dicho..
Volveré a esto. Doy aquí lo que será la problemática que querría seguir este año.
Diré un palabra ahora sobre el título que he elegido y que anuncié al comenzar, que no es en absoluto atronador como lo que profeso hasta el presente, puesto que he dicho – había un cierto número de retardatarios que sin duda pensaban estar a la hora de mi retraso (risas) -, anuncié Cosas de finura en psicoanálisis. No espero en absoluto hacer esto groseramente. Finura, es la palabra que emplea Freud en un texto que quería comentar un poco, no tendré tiempo de hacerlo hoy, « Die Feinheit… », “La finura de un acto fallido”, es un pequeño texto donde deshace, deconstruye un acto fallido consistente en un lapsus calami, y dice la finura. Pero no dije die Feinheit, dije cosas de finura, pensando en Pascal y en su oposición del espíritu de geometría y el espíritu de finura.
Lo cito, es el primer pensamiento de Pascal en la edición Brunschvicg y ka 512 ava en la edición Lafuma: Lo que hace, pues, que ciertos espíritus finos no sean geómetras – lo digo enseguida: cito este pasaje porque pone de relieve lo que hay que llamar el desfallecimiento del matema, es Pascal matemático quien como se sabe, lo adivina, es lo que no es satisfecho por la estructura -, : Lo que hace, pues, que ciertos espíritus finos no sean geómetras entonces tomamos aquí geómetras como matemáticos. Lo que hace, pues, que ciertos espíritus finos no sean geómetras es que no ven lo que tienen delante, y que acostumbrados a los principios perfilados y globales de la geometría, y a no razonar sino después de haber visto bien y manejado sus principios, se pierden en las cosas de finura, en que los principios no se dejan manejar de esta suerte. No se ven apenas, se sienten más que se ven; cuesta infinitos trabajos hacerlos sentir a quienes no los sienten por sí mismos; son cosas tan delicadas y numerosas, que es menester un sentido muy delicado y agudo para sentirlas, y juzgar derecha y justamente de acuerdo con este sentimiento, sin que las más de las veces sea posible demostrarlas por orden como en geometría, porque no es así como se poseen los principios de ella, y sería una faena infinita el intentarlo. Es preciso ver súbitamente la cosa en un solo golpe de vista, y no con un razonamiento progresivo, por lo menos en una cierta medida. Y acontece raramente, por esto, que los geómetras sean finos y que los finos sean geómetras, debido a que los geómetras quieren tratar geométricamente estas cosas finas, y resultan ridículos intentando comenzar con definiciones siguiendo por los principios, cosa improcedente en esta suerte de razonamientos.
Y bien, es una manera para nosotros de evocar allí donde desfallece el matema.
Lacan, en el fondo, fue un bourbakista, como todos los estructuralistas, y su enseñanza comenzó, ustedes lo saben, por la primacía de lo simbólico. Es decir, primeramente, por un rechazo de lo real, en el sentido en que la cuestión de lo real no será planteada. Mientras que, en segundo lugar, lo imaginario aparecía como relevado por lo simbólico, en el sentido de la Aufhebung hegeliana, relevado, superado por lo simbólico, y es lo que Lacan llamo, con un término que he subrayado, significantización. Lo que supone que la representación digamos imaginaria, el término imaginario, esté barrado, anulado, incluso mortificado para ser elevado al rango de significante. Y he mostrado que todos los comienzos de la enseñanza de Lacan consisten en significantizar los términos aun imaginarios en los cuales organizábamos la experiencia analítica.

Precisamente, si lo real vino en primer plano de la última enseñanza de Lacan, es en tanto que es lo que no puede ser relevado por lo simbólico, lo que no puede conocer esta Aufhebung, esta significantización, y que permanece inasimilable.
De donde una ruptura entre simbólico y real, que condujo a Lacan a reintroducir lo imaginario como tercero, como el término que los anuda:

Es lo que lo ha conducido, sino a reencontrar, al menos a utilizar, de manera prevalente, el nudo borromeo. En todo caso es lo que yo sostengo este año, que el punto de partida del nudo borromeo, es la ruptura, la fractura, entre simbólico y real, y lo imaginario tiene como función anudarlos. De allí el llamado al nudo borromeo donde, por supuesto, los tres elementos están objetivamente en la misma posición unos con respecto a los otros.
Que lo real sea inasimilable hace que siempre sea introducido por un no – n.o.-, es una positividad que no puede ser abordada más que por el negativo, en todo caso en tanto que depende de lo simbólico, es decir en su cara de imposible Es necesario que haya una articulación simbólica para que podamos decir: Algo es imposible. En un mundo donde la articulación significante falla, todo es posible. Podemos hacerlo valer comparando la imagen del mundo mágico del renacimiento con la trasformación que esta imagen sufre cuando el discurso de la ciencia viene a imponer su grilla. Con la ciencia comienza lo imposible, y antes tenemos un mundo por el contrario donde todo es posible, especialmente en el Renacimiento donde el cosmos de la edad media ya se había resquebrajado.
Por lo tanto tenemos, en una vertiente, lo real depende de lo simbólico. Pero, en otra, y es lo que Lacan deja percibir -, es la autonomía de lo real. Y su muy última enseñanza está desgarrada entre dos posiciones: la de una autonomía de lo real que trata de animar, y del otro lado, el apresamiento de lo real entre simbólico e imaginario.
Esta cuestión abstracta se encarna en el problema que plantea desde entonces el estatuto del psicoanalista: ¿el analista tiene un estatuto a nivel de lo real? Que lo tenga en lo imaginario, es muy claro, que lo tenga en lo simbólico, basta para situarlo su función de receptor y de quien puntúa, pero ¿hay un estatuto del analista en lo real?
Lacan, en su última enseñanza, no dudaba en proceder a una degradación sociológica del análisis y a dibujar al mismo tiempo su salvación planteando la pregunta, lo cito – cito un escrito de Lacan, el último de los Otros escritos, la formulación brutal solo es más valiosa por saber que está calibrada exactamente con la pluma en la mano: ¿Hay casos donde otra razón los empuja a ser analista que instalarse, es decir recibir lo que llamamos corrientemente la pasta?(risas) Es mirar de frente que el psicoanálisis, en efecto, es una profesión. Hay un nivel, en el psicoanálisis, que es el nivel de la profesión. Y es a este título que Lacan quiso someter la profesión a la prueba de la verdad. Es lo que llamó el pase. Eso consiste en poner la profesión a la prueba de la verdad sabiendo que la vedad es un espejismo, es decir que no puede sino mentir sobre lo real, que no hay adecuación de la palabra y lo real. Entonces, ¿hay casos donde hay otra razón que los empuja a ser analista que recibir plata? Bien, hay. Yo por ejemplo, yo recibo plata, es verdad, pero he sido el primer sorprendido, porque en el fondo lo que me llevó a ser analista es estrictamente lo que hago ahora, lo que me llevó a ser analista es no ceder. Me volví analista estrictamente determinado por la adversidad, los que conocieron conmigo la época de la disolución de la Escuela freudiana saben lo que quiero decir. No pensé abrazar esta carrera y dedicarme a esta profesión antes de encontrar a aquellos que no querían en absoluto, he! que yo entrara, (risas) Y es por un decir que no como entré allí. Por lo tanto no es sorprendente que finalmente en alguna parte debo tener el jubilo de ser aún hoy el que dice que no. Es un ejemplo.
En todo caso hay otra razón además de la de recibir plata que me empujó a ser analista. Y no soy el único, hay otros que tuvieron su manera de deslizarse allí. Y por lo tanto se trata de saber lo que eso debe a lo simbólico, a lo imaginario y a lo real.
Por lo tanto, lo que quisiera este año, bajo el título de Cosas de finura en psicoanálisis, es examinar, para decirlo de modo kantiano, el psicoanálisis desde el punto de vista pragmático, es decir lo que el psicoanálisis hizo de sí mismo, o puede hacer de sí mismo, parafraseo aquí a Kant en esta fórmula. Y entiendo examinar esto con la ayuda del agujero que hay entre estructura y contingencia.
Hay un agujero entre los conceptos fundamentales del psicoanálisis organizados como estructura, y de los cuales da una idea estos matemas en el pizarrón – he constatado con pesar que continuaban hablando entre nosotros de setting en tanto que Lacan dice discurso, el setting es un concepto barroco que mezcla a la vez datos de estructura y luego datos secundarios como el emplazamiento, el número de entrevistas, etc, no se trata de setting se trata del discurso analítico-, por lo tanto esta es la noción de una estructura, y hay un agujero con lo que es contingente.
Lo que es contingente está separado del concepto – forma parte del concepto de la contingencia.
Un caso particular, no es un caso de una regla, no es el ejemplar de un universal, no es la ejemplificación de lo general. Y la pragmática es precisamente la disciplina que intenta encontrar la regla a partir de un caso particular, es decir que toma en el fondo el caso particular siempre como una excepción a la regla. A partir de allí, el caso particular es una cosa de finura, que debemos abordar con lo que Pascal llamaba el espíritu de finura y que Kant llamaba, en su lenguaje menos elegante, un juicio que reflexiona.
Es allí, es en ese hiato donde se desliza esta práctica mal ubicada que llamamos control, El control es lo que se supone tapona la hiancia entre estructura y contingencia. Y me gustaría que pudiéramos decir sobre el control – palabra de la que a veces se hace un uso abusivo -, me gustaría que pudiera decirse sobre el control cosas mejor estructuradas si puedo decirlo.
Y luego, en la misma línea, se plantea la cuestión de la educación del psicoanalista.
Prefiero aun decir educacón antes que formación. Esto deja ver mejor lo exorbitante del tema, porque si hay un dominio donde la pedagogía no puede mucho, no puede nada como lo decía hace un momento, es este. Y por lo tanto hay que saber aquí lo que el analista debe a su análisis, lo que el analista debe a su experiencia de pacientes y bajo qué forma, y lo que podría deber a otras disciplinas.
Existe también lo que invalida la pedagogía en psicoanálisis, es que el saber se paga, es decir se adquiere a expensas del sujeto. La transmisión según la imagen de los vasos comunicantes no da cuenta de este pago. Pero eso se paga. Y el saber que se puede adquirir en el análisis mismo se paga. He jugado sin duda yo mismo con demasiada ligereza. Pero yo pensaba, que eso debería estar en una muy pequeña superficie, a título experimental – he jugado con un dato sin embargo constante y radical de la experiencia analítica, la gratuidad, he jugado a sustraer el dato del dinero. Y lo que he descrito cmo el fenómeno presente se debe sin duda en amplia medida a la sustracción de este elemento. El dinero no es solo la pasta, como decía Lacan, destinada a proveer a las necesidades del interesado y de su familia, es aún un elemento que tiene la propiedad de matar todas las significaciones y que opera por sí mismo una acción de límite. El siempre más que he señalado hace un momento, está evidentemente articulado, esta vez, no a la adquisición del dinero, sino al abismo que su desaparición arrastra, ese llamado sin límite de una demanda a la cual no sabemos sustraernos.
En fin, pragmática. Digo también pragmática porque el saber hacer tiende, en el psicoanálisis a suplantar el saber, la pragmática tiende a suplantar lo epistémico. Hay que reconocer a la vez este movimiento en lo que lo funda y al mismo tiempo ajustarlo. Es lo que querría tratar este año en lo que es en el fondo un ejercicio de anticipación: ¿A dónde va el psicoanálisis? Si seguimos las indicaciones del tiempo presente:; ¿A donde va el psicoanálisis? Y según nosotros ¿A dónde debe ir? Suponiendo que él pueda. Hasta la semana que viene. (aplausos)


Traductora: Silvia Baudini

La reddition de Breda, ou Les Lances 1634-1635,  
Musée du Prado, Madrid
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Décryptage et saisie : Michel Jolibois
Enregistrement et images : Fabienne Henry
Production et Copyright : TLN
Diffusion : seule amp-uqbar
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Sobre el deseo de inserción y otros temas

ENTREVISTAS DE ACTUALIDAD
numero especial

Jacques-Alain Miller : Sobre el deseo de inserción y otros temas


Intervenciones en Barcelona, 7 de Noviembre de 2008

I
La historia sobre el pan[1] me hace recordar un cuento de Ray Bradbury, seguramente Vicente Palomera lo conoce. Es una historia proyectada en el futuro. Todo el mundo calcula con computadores, con máquinas, y ya se ha olvidado totalmente la antigua manera de hacerlo. Y en algún momento, en un Ministerio de Defensa de EEUU, en el  Pentágono o algo así, alguien viene y dice que se ha hecho un descubrimiento extraordinario, algo que se puede calcular con un lápiz y un papel y que es algo que no cuesta nada. Es así como lo recuerdo. 
Es la misma cosa que la historia del pan, el sentimiento de que hemos perdido un saber fundamental y antiguo sacrificándolo al automatismo, a la máquina, a la técnica. Es algo que tiene un eco para nosotros porque no podemos desconocer que estamos haciendo la experiencia de una cierta estandarización que hacemos nosotros mismos de nuestra manera de hacer.
En los primeros tiempos, los analistas parecían brujos inquietantes, que sabían cómo hacerlo. Después eso se fue ampliando, y llegó Lacan que dio claves fundamentales. y todos sus colegas dijeron, “no hay que decir esto al gran publico, tiene que quedar entre nosotros”. Él vendía la mercancía a bajo precio, o sin precio alguno, a todo el mundo que venía a su Seminario. Y después hemos venido nosotros a poner esto en orden. En nuestro momento, el mío, el de mi generación y el de otros aquí que están en la misma, hemos puesto en orden los instrumentos que nos había dado Lacan. Lo que había inventado poco a poco, lo hemos visto en su conjunto, hemos puesto los instrumentos en su lugar tal como se ponen para el bricolage en el panel de la pared - la Black & Decker, el martillo... Ahora estamos en otro momento histórico, donde pasamos a la estandarización de masas. Y los Cpct son el vehículo de la estandarización de masas y del uso rápido de sus instrumentos. Debemos reflexionar sobre lo que pasa.
El tema “inserción / des-inserción” está hecho para eso. Me parece que podemos decir que es un deseo fundamental en el ser hablante el deseo de inserción. El ser hablante desea insertarse. Lo que Lacan llamó el discurso del Otro, que inmediatamente pasó al psicoanálisis en términos de un esquema de comunicación, de intercambios de mensaje, de inversión de mensaje, dice que lo social en eso es radical, es la raíz. Es el sentido del título de Freud de “Psicología de las masas y análisis del yo”, donde dice ya que lo social está constituido en la relación analítica. Y sabemos que cuando hay un sujeto con un deseo de des-inserción, es algo que puede ir hasta el suicidio social y el suicidio vital. 
Hay dos matices de la inserción que efectivamente la frase de Lacan subrayada por Hebe en el seminario XVII y retomada por Bassols nos hace ver[2]. Es  la inserción como identificación, es decir el sujeto se identifica al S1 y en cierta manera muere en esta identificación, se hace representar por un significante rígido y es como morir para ser representado, en el mismo sentido de “la palabra es la muerte de la cosa”. Es la identificación y del otro lado hay una nueva vida cuando viene el S2 como un renacimiento del sujeto y la producción del objeto. En mi opinión, en esta frase Lacan distingue alienación y  separación. 
La alienación es la identificación. Del otro lado se necesita el S2, el significante del saber para hacer renacer al sujeto. Y con eso se desprende del cuerpo el famoso objeto pequeño a. En el texto “Posición del inconsciente,” Lacan dice, comentando la palabra “separación”, que el sujeto desea ser “pars”, ser parte, y que el deseo de ser parte, de pertenecer a un todo, tiene que ver con el objeto. 
Constatamos en la clínica lo importante que es para cada uno ser parte, pertenecer. Cuando el sujeto pierde su pertenencia a un grupo, a una asociación, a una jerarquía, a un puesto de trabajo, a una empresa, aunque se queje de sus condiciones laborales tiene regularmente efectos patológicos, porque va mucho mas allá de perder el dinero, el estatuto, el prestigio. Toca a su ser, toca al objeto pequeño a. 
También lo vemos en otros fenómenos. Cuando en París hay jóvenes que me describen el placer que tenían en el Cpct, que es como una familia, un grupo tan confortable. Puedo entender el placer, pero es el problema. Porque en el psicoanálisis, cada uno esta confrontado a su soledad, a su falta, a su miseria, y eso produce una llamada al confort grupal. Y es toda una cuestión saber si debemos poner en marcha aparatos de contra-soledad, de pertenencia. Lacan pensaba que no. 
La École freudienne de Paris era un lugar que no funcionaba, que no tenía un adentro, la asamblea general duraba 15 minutos anuales, no se entendía nada del discurso del secretario, no había ningún documento escrito, y Lacan decía - ¿hay preguntas? Generalmente había uno o dos de algunos sujetos histéricos que querían recibir un golpe en la cabeza por parte de Lacan, y se terminaba la cosa, y no había lugar para quejas. Fue una buena época para el psicoanálisis. Fue la época en la que Lacan construía su enseñanza, y había mucha gente que trabajaba a Freud. Estaban en instituciones como hoy, pero se consideraba que la cuestión de las instituciones no debía ser planteada dentro de la Escuela. Dentro de las instituciones, había el régimen del amo, y cuando uno venía a la Escuela, podía respirar otro aire, y que esto era más importante - formarse como analista, respirar la atmósfera del discurso analítico. Con esto la gente podía cuidarse en las instituciones.
Nosotros lo hemos hecho diferente, los tiempos son distintos, pero si con el pretexto de difundir el psicoanálisis afuera hacemos entrar la atmósfera de afuera adentro, si vamos nosotros mismos a creer lo que decimos afuera, - que somos eficaces, que somos los profesionales más excelentes, que obtenemos efectos terapéuticos tan rápidos que nosotros mismos nos quedamos asombrados de nosotros mismos -, es decir si empezamos con un narcisismo tan desbordante, seguiremos diciendo que somos psicoanalistas, pero quizás nos estamos transformando, como en la obra de Ionesco, El rinoceronte. Bien, es un peligro. Pienso que hay que considerarlo. 
En el tema de la des-inserción, hay qué pensar el tema del lugar, la place, el sitio. En su conferencia sobre su enseñanza, Lacan empieza sobre el concepto de sitio y el sitio se extiende hasta el concepto de espacio, de un espacio métrico. Es muy importante para cada uno su sitio en relación al sitio de los demás. Sabemos los trastornos que produce un cambio espacial de otros para un sujeto, cuando ve a la gente de su propia generación que avanzan más rápido en una jerarquía. Todo esto es algo cotidiano, pero tiene un sentido fundamental. 
También, en el tema de la des-inserción para el encuentro de Barcelona de julio, hay que considerar el tema de la des-inserción del analista - a saber, en qué medida el analista debe insertarse o des-insertarse del discurso del Otro, y en qué sentido. La posición de Lacan nunca fue favorable a la ilusión de extraterritorialidad pero a la vez hablaba de la Escuela como de una base de operaciones contra el malestar de la cultura,  es decir a contracorriente de los valores predominantes, cómo mantener esto sin ser aplastados. Hay que elaborar una postura ya que la presión social del psicoanálisis es mucho más fuerte ahora que antes. 
Antes, los políticos no se preocupaban por el psicoanálisis, sino por su familia o por sus propios trastornos personales, pero no como un problema político. Ahora, el psi es un problema político, administrativo y social. Estamos en una situación histórica inédita que hace mas difícil pensar en nuestra posición. Estamos en cierto modo exiliados del interior, y estamos condenados a cierta astucia con los poderes. 
Ellos se llaman o nos proponen que los llamemos los “partenaires”. Y nosotros consideramos que son agentes del discursos del amo, pero no podemos llamarles asi cuando estamos discutiendo con ellos. Pero entre nosotros, es tanto más importante recordarlo. 
Se pasa muy rápidamente de difundir afuera el psicoanálisis al hecho de abrir las puertas de nuestras bases de operaciones para hacer entrar a los agentes del discurso del amo. Y cuando esto se produce, en mi opinión no va. Son contactos para afuera, no hay que traer esto adentro.
La cuestión es cómo elaborar la extimidad analítica en la sociedad contemporánea. Creo que no es imposible elaborarlo, que hay algunos criterios que permiten decir esto va y esto no va. Creo que debe ser una elaboración provocada y con muchos aportes. No hay una solución en los libros, no hay una formula en Freud y Lacan, porque no fue el problema de su época. Es un problema de nuestra época, reciente. No era un problema en 1980, es un problema en 2008. Es apasionante, y se necesita esa valentía de la cual ha testimoniado Mercedes de Francisco. Debemos hacer algo como tomas de posición fuertes en nuestros debates, no dejar las cosas debajo de la mesa. 
Estamos al inicio del siglo, y al inicio de esta cuestión. No es tan antigua la cuestión sociopolítica para nosotros, es una cosa de este siglo. Hubo un giro al inicio de este siglo con Europa, con el deseo de regularizar el título de psicoterapeuta, es algo reciente. Estamos al inicio de una larga trayectoria y hay libertad entre nosotros para discutir con fuerza de manera que obtengamos una Aufhebung de nuestra posición. 
En mi opinión es de esto de lo que se trata en Pipol 4: se trata del psicoanálisis aplicado pero del psicoanálisis aplicado al psicoanálisis mismo. 


II

Voy a hablar francamente, me parece necesario para que sea un debate productivo. 
Mi intervención es responsable de cierto efecto depresivo. Lo asumo con gusto. Porque percibí que había una “Cpct-manía” en el Campo Freudiano. 
Es como si todo el Campo Freudiano se fuera a reconfigurar a partir del concepto, de la ideología y de la práctica del Cpct. Descubrir esto ha sido para mí asombroso, lo confieso. No lo había percibido, o quizás percibi algunas cosas, pero no lo quería saber - hasta el punto de producir algunos olvidos sintomáticos, de los que he dicho que iba a compartir el análisis. Pero no lo puedo hacer ahora, no será agradable para otros.
Creo, asumo, que si no hubiera intervenido en las ultimas Jornadas de la Ecole de la Cause, cosa que hice por una cadena de efectos contingentes, si no hubiera empezado las Entrevistas de actualidad y si no hubiera venido a Barcelona, la cosa habría sido muy distinta, habría continuado la “Cpct-mania”. No debemos quedarnos en la “Cpct-depresión”, sino abandonar la “Cpct-manía” para salvar lo mejor de la experiencia. 
En mi idea, en mi deseo del Cpct, tal como lo nombré yo, poéticamente, C.p.c.t., se trataba de una experiencia limitada. Porque era peligrosa, porque era una experiencia con un veneno. La había concebido como una ingestión de veneno a dosis homeopáticas. Y gustó tanto este veneno que ahora son botellas y botellas que se beben en todo el Campo Freudiano y en todo el mundo. Es un veneno excelente, un veneno de primera. 
La experiencia Cpct sigue desde hace cinco o seis años en París, desde hace cuatro años en Barcelona, desde hace dos años en otras partes. ¿Qué es esto en comparación del siglo XXI? Son los primeros pasos del bebé, estamos preparando el futuro. Es una experiencia en todas partes, es más amplia. Si la hubiéramos llevado a cabo a pequeña escala, hubiéramos podido percibir algunos peligros, elaborar respuestas. Pero esto es lo ideal, no se realizó así - y seguramente por razones fundamentales. Era como un esbozo de reconciliación del discurso analítico con la sociedad, con el discurso del amo. El resultado fue fulgurante. Se puede decir que ese desborde forma parte de la experiencia. Es una experiencia que debía desbordarse a sí misma. 
Borderías se ha referido, con razón, a lo que dice Lacan en “La dirección de la cura...”: con la oferta hemos creado la demanda. Bien, pero ¿qué hay después? El psicoanalista con su oferta crea la demanda del sujeto, pero no responde a esta demanda que ha creado. Toda la cuestión es no responder a la demanda creada, a la demanda del Otro social. Yo considero simplemente que si el analista ya no responde a la demanda del sujeto, tampoco responde a la demanda del Otro social, debe responder al lado de esta demanda. Si responde a la demanda del Otro social, esto produce los Cpct tal como vemos crecer, y crecer sin límites. Ahora, por el momento, son los miembros y los que están en formación en la Escuela que trabajan en los Cpct, pero en poco tiempo vamos a deber formar rápidamente gente para trabajar en los Cpct para responder a la demanda que crece. Esta es la lógica. 
Me parece más razonable rechazar la demanda del Otro social, o interpretarla, pero no responder a ella directamente. Si no, no es psicoanálisis aplicado a la terapéutica, es asistencia social de orientación lacaniana. Y como la asistencia social de orientación lacaniana no existe, es  asistencia social de pretensión lacaniana. 
Pienso que lo que es urgente es no crecer más, parar con ese crecimiento, que  es totalmente oral. No sé si es devorar al Otro, o si es el Otro el que nos devora. Parece lo mismo: estamos devorando lo que él da, buscamos subvenciones del seno del Otro, y a la vez somos devorados por él, como lo describió Esthela Solano en un momento de la conferencia institucional de la Ecole de la Cause freudienne. Ella fue implicada en esta experiencia desde el inicio, y dijo que algo en el Cpct de Paris nos desborda y nos devora. No estamos aun en este tiempo en España, pero todos los signos son que vamos hacia esto, si no hay un momento de reflexión. 
Lo que digo no tiene nada de final, estoy abierto porque no conozco suficientemente aun la situación en su detalle, espero conocerla con las  cifras. Me equivoqué ya en el pasado, posiblemente me esté equivocando ahora sobre algunos puntos, y me equivocaré en el futuro. No tengo un orgullo que me impida decirlo. Quiero una discusión, pero no puedo esconder el sentimiento de urgencia que me anima;
Esto ha sido no solamente una experiencia sobre lo social, ha sido una experiencia sobre el deseo del analista. 
Es una experiencia sobre si el deseo del analista es suficientemente fuerte en nosotros como para percibir que hay cosas que no se hacen en una Escuela de psicoanálisis o en sus alrededores. Y considero que el deseo del analista tiene cierta debilidad dentro de nosotros. 
No puedo soportar este lenguaje de “partenaire” entre nosotros. Después de años de la enseñanza de Lacan, con lo que nos dice del discurso del amo, estamos con los ayuntamientos, con los consejos regionales, con los ministros, y decimos gracias todo el tiempo.  Debemos defendernos, esto es una cosa, pero entre nosotros ahora, instalar el discurso del amo, después de tantos años...  es algo que no entiendo, y que ustedes me van a ayudar a entender. 
Quizás es un fenómeno generacional: soy de una antigua generación que ha sido izquierdista, y ahora el mundo es pensado de otra manera. Estoy dispuesto a pensarlo, estoy dispuesto a aceptarlo. Pero el problema esta ahí.

III

Hilario Cid: 
La intervención de Jacques-Alain Miller me parece completamente pertinente, pero de hecho es algo que quizás no nos hemos podido expresar con suficiente claridad pero que ya venimos tratando e intentando ver aquí en España. Por eso yo hablaba que tanto Elvira como Manuel Fernández Blanco como Xavier Esqué, lo primero que me dijeron cuando se abrió el Cpct-Malaga fue: “cuidado con el éxito, hay que parar una demanda feroz, hay que pararla”, y de hecho ha sido nuestro objetivo en ese momento.  Ellos que tenían una experiencia de un par de años ya, fue lo primero que nos dijeron y esa ha sido nuestra máxima en el CPCT de Málaga porque veíamos que nos desbordaba.

Elvira Guilañá: 
En la experiencia inicial del Cpct-Barcelona se sabía qué política se quería seguir y era que el Cpct se centrara en la cuestión de lo que sería un laboratorio clínico, un lugar donde se pudiera investigar, colaborar con la formación de los jóvenes y formalizar lo que aprendemos de la clínica. El texto que Jacques-Alain Miller citaba de Lacan, de lo que el psicoanálisis enseña y cómo enseñarlo, de los lugares, es uno de los temas que elegí para la ponencia del Cpct para Pipol 3 y que fuimos trabajando. ¿Como transmitir al Otro de la Escuela y al Otro de lo social la experiencia clínica del Cpct?  Cuando escucha el Otro de la Escuela, siempre hemos destacado estos dos puntos, cuando escucha el Otro de la Escuela nos pone a trabajar para transmitir esta formalización. ¿Cómo construir una base psicoanalítica de síntomas... cómo colabora el Cpct en la formación de los jóvenes? El problema no era ni creo que se haya situado nunca en la cuestión del crecimiento, al contrario, hemos sido muy prudentes. Entre las permutaciones que han habido en el Cpct-Barcelona, renovamos anualmente nuestro pacto de trabajo en todos los Cpct de la red de la ELP, cada año alguien puede decir “tengo deseo, interés en otra cuestión”. De hecho, hay colegas que lo han planteado así y otros han ido entrando. La proporción de equipo es una proporción de equipo limitada y cada año se van uno o dos colegas que quieren orientarse en otras cuestiones y entran uno o dos...

Jacques-Alain Miller:… sobre cuarenta... es una permutación muy limitada. 

Elvira Guilañá : Si, sobre cuarenta. El único crecimiento importante es la incorporación de los participantes del I Stage. Al incorporarse los stages siempre hay un crecimiento que tendremos que tener en cuenta. Es así, es un punto el del crecimiento, tal como usted ha destacado que es importante tener en cuenta, que hay que tener en cuenta y elaborarlo.

Xavier Esqué: Si me parece muy importante y nos viene muy bien poder parar para reflexionar hacia donde van los Cpct. Hay que hacer un poco de historia, al menos aquí en España y es que los Cpct ya de entrada tuvieron una articulación, un acuerdo importante con el discurso del amo, a partir del acuerdo que hubo con el Ministerio y la Secretaria de Asuntos Sociales. Me parece que no se trata en de este momento, de tratar de ver a favor o en contra sino que es una experiencia que pusimos en marcha, que apostamos fuerte por ella y que ahora a partir del cuestionamiento podemos encontrar una respuesta que no estaba al inicio, que no estaba al inicio cuando nos pusimos en marcha. Pero esto nos viene muy bien, diría que aquí no estamos en un punto de manía, empezaba, sí, pero que es una manía que según lo entiendo yo tiene que ver con la misma lógica interna de este aparato que lleva hacia la manía, que lleva al crecimiento. Hay algo que más allá de cada Cpct lleva hacia ahí y entonces, sí, es el momento de parar, analizar y ver cómo resolver este tema de la búsqueda de las subvenciones.

Jacques-Alain Miller: Parece que no se ha tenido en cuenta un hecho esencial. Lo hacemos gratuito, y después decimos - ¡maravilla, todo el mundo viene! Lo hacemos gratuito, es decir que era una cosa que había que hacer en poca cantidad. Que sea gratuito ¿quiere decir que es caridad o bondad por nuestra parte? ¿Es algo admirable que después venga la muchedumbre a comer la sopa popular del psicoanálisis? 
Ayer recibí un mensaje personal, y pedí a la persona autorización para ponerlo en mis Entrevistas de actualidad. Un colega miembro de una ACF dice que lo esencial de toda esta cuestión es la falta - falta de dinero, falta de lugar de escucha... Primer punto - el principio de todo esto es la miseria. Segundo -todos los actores del sistema mienten, el psicoanalista también cuando dice al sujeto que no tiene que pagar nada para acceder a la verdad de su síntoma. Es una mentira, dice, y dice que con esta mentira mantenemos a los sujetos en la miseria. Lo leí ayer a las ocho de la noche y me tocó, porque va mas allá que yo mismo en la lectura analítica de lo que hacemos. Dice que la caza de las subvenciones es el acting out de esta gratuidad, es el plus de goce. No entiendo totalmente su argumento, pero siento que ha captado algo, que ha hecho una lectura analítica de estos fenómenos raros de la experiencia de masas. 
Yo pensaba que era posible como experiencia reducida, vi inmediatamente, el primer día, que el Cpct-Chabrol hacía una llamada mucho mas amplia. Lo dejé ir. Pienso ahora que estaba condenado a este crecimiento, En el principio mismo de la máquina, no existía una frontera. Pienso que con la gratuidad debíamos poner una barrera. Usualmente es el dinero el que pone esa barrera, pero con la gratuidad no hay limite. 
Necesariamente va a darse totalmente contra el muro, no soy yo quién está ahí para pararlo. Es algo que terminaría en el muro, como terminaron otras experiencias de crecimiento excesivo. Y pienso que hubo esta experiencia en Barcelona, si alguno se recuerda. Para mí, desde este texto, la gratuidad está también en cuestión.

Andrés Borderías: 
Preparando mi intervención de hoy, si tuviera que introducir una pregunta, una cuestión fundamental del debate, para mí es si hay posibilidad de una dialéctica con el discurso del amo. Y son las condiciones de limitación las que hacen posible creer que hay una política del síntoma que nos permita mantener una cierta dialéctica. Porque si esta es la cuestión, entonces se trata de definir las cuestiones de limitación en su justo término, el crecimiento del equipo, el número de pacientes que se atienden. La limitación si no es por la vía del dinero es por la vía del tiempo que se atiende, es por la definición del ciclo, es por al definición de los efectos obtenidos. Me parece que hay una posibilidad de mantener esta experiencia si respetamos las condiciones de limitación, las subvenciones que aceptamos y las que rechazamos, el tipo de interlocutores que nos queremos encontrar y los que no, mantener una evaluación permanente sobre este punto.

Hebe Tizio: 
Celebro la posibilidad de esta discusión porque me estaba acordando de lo que había como previos a la creación del Cpct y era justamente una discusión sobre cómo generar transferencias y había pensado algo en relación al Cpct como una forma justamente de no de responder al discurso del amo sino de creación de transferencias. Es decir, qué gente podía por esta vía entrar en análisis y creo que lo que la experiencia demuestra es que esto no sucede, con lo cual me parece que el tema de la discusión centrado en el Cpct tiene toda su importancia si lo remitimos al tema de la formación del analista, y a algo que acaba de decir Miller que es realmente sobre el tema del deseo del analista.  Porque si originariamente la preocupación nuestra era cómo generar transferencias para asegurar el recambio generacional y el futuro del psicoanálisis, me parece que la cuestión del Cpct, en todo caso, tiene una evidencia sintomática, pero que la discusión de fondo tiene que ver con este punto, la formación de los analistas y el deseo del analista que es un tema del que hemos dejado de hablar. Hemos tenido como una suerte de invasión de psicoanálisis aplicado y estas cuestiones han quedado de lado. Creo que si retomamos verdaderamente estas cuestiones de fondo automáticamente se reubicará lo del Cpct.

Laura Canedo: 
Debo decir que cuando leo “psicoanálisis aplicado a la terapéutica” no me resulta muy cómodo. Yo tengo el sentido de que no se trata de psicoanálisis aplicado a la terapéutica sino que se trata más bien, ya que tiene que ver con la Escuela, de la formación del analista y en tanto tal de la aplicación del psicoanálisis puro pero a la clínica. Y tengo la sensación de que cuando estamos con toda la cuestión de la terapéutica estamos con esta cuestión de la demanda del Otro social y que hay que volver un poco a la cuestión más de la clínica... Tengo la sensación de que a veces los Grupos de Investigación, los trabajos llevan a una lectura desde la terapéutica y no me parece interesante.

Pilar Gonzalez: 
Quiero retomar lo que me parece muy interesante que ha dicho Jacques-Alain sobre el deseo del analista.  Un joven con fracaso escolar me dijo que odiaba a los maestros porque nos quieren ordenar para incluirnos en un mundo profundamente desordenado. Yo pienso que la demanda del Otro social es justamente que insertemos a los desinsertados. Parece que el semblante que en este momento tiene el Cpct es un semblante del Otro del amor, de la caridad y en cierto modo del engaño. Para el Otro social que hace esta demanda de que insertemos a los desinsertados, quizás el riesgo sería que nos coloquen en el lugar de la religión, algo que cumple una función de insertar a estos desinsertados por esa vía. En realidad, lo que ha dicho Bassols de desinsertar al sujeto de su forma de goce para conectarlo al Otro del discurso, evidentemente es nuestro objetivo. Todos sabemos en un análisis el recorrido que lleva eso y por tanto tal como se plantea en el Cpct quizás tengamos que ser muy humildes de lo que podemos conseguir, pero toda esta discusión me lleva a la pregunta sobre qué podríamos cambiar para orientarnos por el deseo del analista, porque pienso que tal como nos presentamos y tal como el Otro social recibe nuestra respuesta hay bastantes dificultades.

Jacques-Alain Miller:
Estoy esperando las cifras en Francia. Ahora tengo cifras de julio de 2004 y julio de 2008, es una multiplicación por tres o cuatro veces más. Iba a terminar por constatar que no teníamos suficientes obreros en el Cpct y que debíamos formar ahora rápidamente gente que pudieran trabajar en el Cpct porque teníamos los medios para hacerlo. Me hizo pensar en la construcción de las pirámides, como en la película de Cecil B de Mille, “Los diez mandamientos”. 
Y se trabaja sobre que? Sobre temas decididos por el gobierno Ahora los gobiernos se interesan por la obesidad. ¿Cuáles son los proyectos? Crear un Cpct-obesidad en Francia. Estamos por seguir los pasos del discurso del amo, decimos a los poderes que tenemos a gente para eso. Y ahora se crea un Grupo de Investigación en la Escuela sobre la obesidad. 
¿En qué momento nuestra obesidad nos va a convencer de hacer un tratamiento? Lo interesante - no he terminado de entenderlo - es la dominación de la pulsión oral en este cuestión del Cpct. Quizás hay que pasar del período histérico del Cpct al período obsesivo. Un poco de pulsión anal quizás. Quizás seria necesaria una dialéctica entre la pulsión oral y la pulsión anal.



Transcripción: Elvira Guilañá. 
Establecimiento del texto: Miquel Bassols

Acto o melancolía

[Acto o melancolía]

Slavoj Zizek


Extraído de: ¿Quién dijo totalitarismo? 
Cinco intervenciones sobre el (mal)uso de una noción 
Slavoj Zizek 
Pre-textos. Valencia, 2002.




El gran Otro lacaniano no designa meramente las normas simbólicas explícitas que regulan la interacción social, sino también la intrincada telaraña de normas "implícitas no escritas. Una de estas normas en el mundo académico radical de hoy se refiere a la relación entre duelo y melancolía. En los tiempos permisivos que corren, cuando las instituciones dominantes se apropian de la transgresión, e incluso la fomentan. La doxa predominante se presenta normalmente a sí misma como una transgresión subversiva; si se quiere identificar la tendencia intelectual hegemónica, no hay más que buscar la tendencia que pretende representar una amenaza sin precedentes para la estructura de poder hegemónica. En lo referente al duelo y a la melancolía la doxa predominante es la siguiente: Freud opuso el duelo "normal" (la aceptación conseguida de la pérdida) a la melancolía "patológica" (en la que el sujeto persiste en su identificación narcisista con el objeto perdido). Frente a Freud, hay que afirmar, pues, la primacía conceptual y ética de la melancolía: en el proceso de pérdida hay siempre un resto que no puede ser integrado mediante el trabajo de duelo, y la fidelidad fundamental es la fidelidad a ese resto. El duelo es una suerte de traición, el "matar por segunda vez" al objeto (perdido), mientras que el sujeto melancólico mantiene su fidelidad al objeto perdido, negándose a renunciar a su unión con él. 
Esta historia ofrece muchas versiones, desde la homosexual (los homosexuales son los que mantienen su fidelidad a la identificación perdida/reprimida con el objeto libidinal del mismo sexo) a la étnica-poscolonial (cuando los grupos étnicos ingresan en la modernización capitalista y se encuentran bajo la amenaza de que su legado específico sea devorado por la nueva cultura global, no deben renunciar a su tradición y hacer el duelo por ella, sino conservar la vinculación melancólica a sus raíces perdidas). 
Debido a este trasfondo "políticamente correcto", la "equivocación de depreciar la melancolía puede tener calamitosas consecuencias: se rechazan artículos y estudios, y los aspirantes a las plazas académicas pueden quedarse sin ellas a causa de su actitud "incorrecta" ante la melancolía. Sin embargo, por esta misma razón, es absolutamente necesario denunciar el "cinismo objetivo" que entraña esta rehabilitación de la melancolía: el lazo melancólico con el objeto étnico perdido nos permite afirmar que mantenemos nuestra fidelidad a las antiguas raíces, al tiempo que participamos plenamente en el juego capitalista global. Y habría incluso que preguntarse hasta qué punto todo el proyecto de "estudios poscoloniales" no está sostenido por esta lógica del cinismo objetivo. La melancolía es en esta dimensión una postura acusadamente posmoderna, una postura que nos permite sobrevivir en una sociedad global y mantener al mismo tiempo la apariencia de fidelidad a nuestras "raíces" perdidas. Por esta razón, la melancolía y la risa no se oponen, sino que son strictu sensu las dos caras de la misma moneda: la tan ensalzada capacidad para mantener una distancia irónica frente a las propias raíces étnicas es el reverso del apego melancólico a esas raíces. 


Ir a datos de ilustraciónLa falta no es lo mismo que la pérdida. 


¿Cuál es pues el error teórico de esta reafirmación de la melancolía? Lo normal es poner el énfasis en el carácter antihegeliano de tal rehabilitación de la melancolía: el trabajo del duelo tiene la estructura de la "superación" (Aufhebung) por medio de la cual conservamos la esencia ideal de un objeto al tiempo que lo perdemos en su realidad inmediata, mientras que en la melancolía el objeto se resiste a su "superación" ideal ''(2). El error del melancólico, sin embargo, no es el de limitarse a afirmar que algo se resiste a la "superación" simbólica sino, más bien, el ubicar esta resistencia en un objeto positivamente existente, aunque perdido. En términos kantianos, el melancólico es culpable de incurrir en algo así como un "paralogismo de la pura capacidad de desear", que reside en la confusión entre pérdida y falta: en la medida en que el objeto-causa del deseo falta originariamente, de una manera constitutiva, la melancolía interpreta esta falta como una pérdida, como si el objeto que falta hubiera sido poseído y después perdido (3). En suma, lo que la melancolía oscurece es el hecho de que el objeto falta desde el principio, que su aparición coincide con su falta, que este objeto no es nada más que la positivación de un vacío/falta, una pura entidad anamórfica que no existe "en sí". La paradoja es, por supuesto, que este engañoso desplazamiento de la falta a la pérdida nos permite afirmar nuestra posesión del objeto que no hemos poseído nunca no puede perderse nunca, y así el melancólico en su fijación incondicional en el objeto perdido, lo posee de alguna manera en su misma pérdida. 
¿Qué es, sin embargo, la presencia verdadera de una persona? En el párrafo evocador de las últimas páginas de El fin de la aventura, Graham Greene subraya la falsedad de la escena habitual en que el marido, que vuelve a casa después de la muerte de su mujer, deambula nerviosamente por ella y experimenta la ausencia traumática de la esposa muerta, cuyos objetos permanecen intactos. Muy al contrario, la verdadera ausencia se produce cuando la esposa está todavía viva, pero no en casa, y al marido le asalta la duda de donde se encuentra, de por qué tarda (¿estará con un amante?). "Porque ella, ahora está siempre ausente y al mismo tiempo no lo está nunca. Esto es, no está nunca en otra parte. No está almorzando con nadie, no está en el cine contigo. Ahora no puede estar más que en casa". (4) ¿No es esta la lógica misma de la identificación melancólica, en la que el objeto está sobrepresente en su misma pérdida incondicional e irremediable? 
Así es como debe interpretarse también la noción medieval de que el melancólico es incapaz de alcanzar el ámbito de lo espiritual/incorpóreo en lugar de limitarse a contemplar el objeto suprasensible, quiere abrazarlo en su vehemente deseo. Aunque se le niega el acceso al dominio suprasensible de las formas simbólicas ideales, el melancólico despliega todavía el anhelo metafísico de otra realidad absoluta, más allá de nuestra realidad ordinaria, que está sometida a la decadencia y la corrupción temporales; y la única manera de escapar a este dilema es servirse de un objeto sensible, material (por ejemplo, la mujer amada) y elevarlo a la categoría de absoluto El sujeto melancólico eleva así el objeto de su ansia, a un híbrido e inconsistente absoluto corpóreo. Pero, puesto que este objeto está sometido a la decadencia, sólo puede ser poseído incondicionalmente en la medida en que se pierde, en su pérdida. Hegel desarrolló esta lógica a propósito de la búsqueda por los cruzados de la tumba de Cristo: también ellos confundieron el aspecto absoluto de la divinidad con el cuerpo material que existió en Judea más de mil años antes, por lo que su búsqueda desembocó en una desilusión inevitable. Por esta razón la melancolía no es simplemente un apego al objeto perdido, sino a la expresión original de su pérdida. En su perspicua caracterización del modo de dirigir de Wilhelm Furtwangler, Adorno sostiene que Furtwangler

pretendía la salvación (Rettung) de algo que ya estaba perdido, recuperando mediante la interpretación lo que ésta empezó a perder en el momento de la desaparición de una tradición vinculante Este intento le presta algo del esfuerzo excesivo que supone una invocación cuando lo que ésta persigue ya no está pura e inmediatamente presente. (5)

En lo que hay que centrarse es en la doble pérdida que sustenta el (merecido) culto actual de Furtwangler, la fascinación que ejercen sus viejas grabaciones. No es sólo que hoy nos sintamos fascinados por su propia pasión 'ingenua", inmediatamente orgánica, que ya no parece posible en nuestra época, cuando la dirección orquestal se escinde entre la fría perfección técnica y la "pasión" artificial de la teatralidad escénica; sino que el propio objeto perdido de nuestra fascinación incluye ya una cierta pérdida. Es decir, la pasión de Furtwangler estaba penetrada por una suerte de intensidad traumática, un sentimiento de urgencia propio del desesperado intento de salvar como parte de nuestra tradición lo que se encontraba en peligro, lo que ya estaba "fuera de lugar" en el mundo moderno. Así pues, aquello que anhelamos recuperar en las viejas grabaciones de Furtwangler no es la inmediatez orgánica de la música clásica, sino, antes bien, la experiencia orgánico-inmediata de la pérdida misma que ha dejado de sernos accesible. En este sentido, nuestra fascinación por Furtwangler es melancolía en estado puro. 
Giorgio Agamben ha subrayado que la melancolía, en contraste con el duelo, no es sólo el fracaso del trabajo de duelo, la persistencia de la vinculación a lo Real del objeto, sino también su contrario: "la melancolía ofrece la paradoja de una intención luctuosa que precede y se anticipa a la pérdida del objeto". (6) Ésta es la estratagema del melancólico: la única forma de poseer un objeto que nunca tuvimos, es tratar un objeto que todavía poseemos plenamente como si este objeto estuviera ya perdido. El rechazo del melancólico a llevar a cabo el trabajo de duelo asume así la forma de su contrario, de un falso espectáculo de duelo excesivo y superfluo por un objeto, incluso antes de la pérdida de este objeto. Esto es lo que proporciona su sabor único a una relación de amor melancólica (como la que se establece entre Newland y la Condesa Olenska en La edad de la inocencia de Edith Wharton: aunque los dos amantes están todavía juntos, inmensamente enamorados, gozando mutuamente de su presencia, la sombra de su separación futura colorea ya sus relaciones, lo que les hace percibir sus placeres actuales bajo la égida de la catástrofe (separación) por venir (en una inversión exacta de la idea habitual de soportar las dificultades del presente con la vista puesta en la felicidad que habrá de surgir de ellas). 
La idea de que Dimitri Shostakovich era, por debajo de su optimismo socialista oficial, un compositor profundamente melancólico puede mantenerse con una argumentación similar por el hecho de que compusiera su más famoso cuarteto de cuerda, el Octavo (en 1960) en memoria de sí mismo: 

He pensado que si muero algún día será difícil que alguien escriba una obra dedicada a mi memoria. Por eso he decidido escribirla yo mismo. Incluso podría ponerse en la cubierta "Dedicado a la memoria del compositor de este cuarteto. (7


No hay que extrañarse, pues, de que Shostakovich caracterizara la manera fundamental del cuarteto como "pseudotrágica": en una metáfora reveladora calculó las lágrimas que su composición le había costado como el equivalente a la cantidad de orina después de docena y media de cervezas. En la medida en que el melancólico se entrega al duelo por lo que todavía no ha perdido, hay una subversión intrínsecamente cómica del procedimiento clásico del duelo que opera en la melancolía, como en el viejo chiste racista sobre los gitanos: cuando llueve, se sienten felices porque saben que después de la lluvia siempre vuelve a salir el sol; cuando el sol brilla, se sienten tristes porque saben que después del sol, en un momento u otro, lloverá. En definitiva, el afectado por el duelo se lamenta por el objeto perdido y "lo mata por segunda vez" por medio de la simbolización de su pérdida; mientras que el melancólico no es sólo el que es incapaz de renunciar al objeto, sino que lo mata por segunda vez (lo trata como perdido) antes de perder realmente el objeto. 
¿Cómo desenmarañar esta paradoja del duelo por un objeto que no se ha perdido todavía, que sigue estando aquí? La clave de este enigma reside en la precisa formulación de Freud según la cual el melancólico no es consciente de lo que ha perdido en el objeto perdido. (8) En este punto hay que introducir la distinción lacaniana ente el objeto y el (objeto-) causadel deseo: el objeto del deseo es simplemente el objeto deseado, mientras que la causa del deseo es la característica por cuya causa deseamos el objeto deseado (algún detalle o tic, del que normalmente no somos concientes y que a menudo percibimos erróneamente como un obstáculo, como si deseáramos el objeto a pesar de él). 
Este hiato entre objeto y causa explica también, quizás, la popularidad de la película Breve encuentro (Brief Encounter) en la comunidad gay: la razón no es meramente que los encuentros furtivos entre los dos amantes en los oscuros pasadizos y en los andenes de la estación ferroviaria "se parecen" a la forma en que los gays estaban obligados a encontrarse durante los años cuarenta, puesto que no les estaba permitido flirtear abiertamente. Lejos de ser un obstáculo para la satisfacción del deseo de los gays, estas circunstancias operaban en realidad como su causa: privada de estas condiciones de clandestinidad, la relación gay pierde una buena parte de su atractivo transgresor. Así pues lo que nos ofreceBreve encuentro no es el objeto del deseo gay (la pareja es heterosexual), sino su causa. No resulta extraño, por consiguiente, que los gays expresen a menudo su oposición a una política liberal "incluyente" de plena liberalización de las parejas homosexuales: lo que fundamenta esta oposición no es la conciencia (justificada) de la falsedad de esta política liberal, sino el temor a que el deseo gay se desvanezca si queda privado de su obstáculo. 
Desde esta perspectiva, el melancólico no es primordialmente el sujeto que está fijado en el objeto perdido, incapaz de llevar a cabo el trabajo de duelo, sino más bien el sujeto que posee el objeto y que ha perdido el deseo de él, porque la causa que le hizo desear este objeto ha desaparecido, ha perdido su eficacia. Lejos de acentuar hasta el extremo la situación de deseo frustrado, la melancolía representa más bien la presencia del objeto mismo privado del deseo de él; la melancolía se produce cuando conseguimos por fin el objeto deseado, pero nos decepciona. En este sentido preciso, la melancolía (la decepción con todos los objetos empíricos, positivos, ningunos de los cuales puede satisfacer nuestro deseo) es en rigor el principio de la filosofía. 
Por ejemplo, una persona que ha vivido durante toda su vida en una ciudad determinada y se ve obligada finalmente a trasladarse a otro lugar, se siente, por supuesto, entristecida ante la perspectiva de verse arrojado a un nuevo ambiente Pero ¿qué es lo que realmente le pone triste? No es la perspectiva de dejar el lugar que ha sido su hogar durante muchos años, sino el miedo mucho más sutil de perder el apego a ese lugar. Lo que me pone triste es el hecho de que sé que, más tarde o más temprano -antes de lo que estoy dispuesto a admitir- me integraré en una nueva comunidad, olvidando el lugar que ahora significa tanto para mí. En suma, lo que me entristece es la conciencia de que acabaré por perder el deseo de (lo que es ahora) mi hogar. (9
Lo que aquí estamos considerando es la interrelación entre la anamorfosis y la sublimación: la serie de objetos se estructura realmente en torno (o más bien incluye) a un vacío: si este vacío se hace visible "como tal", la realidad se desintegra. Por consiguiente, para mantener la consistencia del edificio de la realidad, uno de los elementos de tal realidad tiene que ser desplazado y pasar a ocupar el lugar del vacío central; es el objeto petit a lacaniano Este objeto es el "objeto sublime (de la ideología)", el objeto "elevado a la dignidad de la Cosa" y simultáneamente el objeto anamórfico (para poder percibir su calidad sublime, tenemos que mirarlo "al sesgo", oblicuamente, ya que si lo contemplamos directamente, no parece más que cualquier otro objeto de una serie). Para la "mirada directa", el judío, por ejemplo, es uno más en la serie de los grupos étnicos o nacionales, pero al mismo tiempo "el objeto sublime", el sustituto del vacío (antagonismo central) en torno al que se estructura el edificio social; el amo que en último término mueve todos los resortes. Así pues, la referencia antisemita a los judíos "aclara las cosas" al permitir la percepción de la sociedad un espacio cerrado/consistente. 
¿No pasa lo mismo con la noción de que un trabajador en el capitalismo trabaja -pongamos por caso- cinco horas para él y tres horas para el patrón capitalista? La ilusión consiste en pensar que esos dos aspectos pueden separarse y en solicitar, en consecuencia, que el trabajador se limite a trabajar esas cinco horas que le corresponden, obteniendo la misma remuneración: dentro del sistema salarial eso no es posible. El estatus de las últimas tres horas es así en cierto sentido anamórfico; representan la incorporación de la plusvalía, en forma similar a la del tarro de pasta dentífrica, cuyo tercio superior tiene un color diferente, con la inscripción "Le damos el 30% gratis". 
Ahora estamos en condiciones de ver que la anamorfosis es crucial para el funcionamiento de la ideología: la anamorfosis designa un objeto cuya propia realidad está distorsionada por la inscripción de una mirada en sus características "objetivas". Una cara que parece grotescamente deformada y alargada adquiere consistencia; un contorno borroso, una mancha, se convierte en una entidad clara si lo miramos desde un cierto punto de vista sesgado. ¿No es ésta una de las formulaciones sucintas de la ideología? La realidad social puede parecer confusa y caótica, pero si la consideramos desde el punto de vista del antisemitismo, todo se hace claro y adquiere contornos precisos: la conspiración judía es la responsable de todos nuestros males... En otras palabras, la anamorfosis elimina la distinción entre la "realidad objetiva" y su percepción subjetiva distorsionada: la distorsión subjetiva se refleja en el propio objeto percibido, y, en este sentido preciso, la mirada misma adquiere existencia "objetiva". 
Pero lejos de suponer la negación idealista de lo Real, la noción lacaniana de objet petit a como un objeto puramente anamórfico hace posible proporcionar una descripción estrictamente materialista de la aparición del espacio ideal "inmaterial". El objet petit a sólo existe sólo como su propia sombra/distorsión, contemplado oblicuamente, desde una perspectiva incorrecta/parcial. Si se le mira directamente, no se ve nada en absoluto. Y el espacio de la idealidad es precisamente ese espacio distorsionado: las "ideas" no existen 'en sí mismas", sino sólo como entidades presupuestas por sus reflejos distorsionados. Platón estaba de alguna manera en lo cierto al afirmar que en nuestro mundo material sólo recibimos imágenes deformadas de las ideas verdaderas. Sólo habría que añadir que la propia idea no es otra cosa que una apariencia de ella misma, una "ilusión perspectiva", que nos lleva a suponer que debe haber un "original" por debajo de las deformaciones. 
Sin embargo, lo significativo del objet petit a como "magnitud negativa" -por servirnos de un término kantiano- es no sólo que el vacío del deseo se corporiza paradójicamente en un objeto particular que sirve como sustituto suyo, sino sobre todo en la paradoja contraria: este mismo vacío/falta primordial funciona "sólo" en la medida en que se corporeiza en su pbjeto particular, es este objeto el que mantiene abierto el hueco del deseo. Esta noción de magnitud negativa" es también crucial cuando se trata de aprehender la revolución del cristianismo. Las religiones precristianas permanecen en el nivel de la sabiduría, acentúan la insuficiencia de todo objeto temporal finito, y predican la moderación en los placeres (debe evitarse un apego excesivo a los objetos finitos puesto que el placer es transitorio) o la retirada de la realidad temporal en nombre del verdadero divino que es lo único que puede proporcionar la bienaventuranza infinita. El cristianismo, por el contrario, presenta a Cristo como un individuo mortal-temporal, e insiste en que la creencia en el acontecimiento temporal de la Encarnación es la única vía de verdad y salvación eternas. 
En este sentido preciso, el cristianismo es una "religión del amor": en el amor, se da la primacía, se pone el centro, en un objeto temporal finito que "es más importante que cualquier otro". Esta misma paradoja está también presente en la específica noción cristiana de conversión y de perdón de los pecados: la conversión es un acontecimiento temporal que cambiala propia eternidad. Como sabemos, en sus últimos años Kant formuló la noción de un acto nouménico de elección mediante el cual un individuo elige su carácter eterno: antes que su existencia temporal, es este acto el que delimita por anticipado los contornos de su destino terrenal. Sin el acto divino de la gracia, nuestro destino se mantendría inamovible, fijado para siempre por ese acto eterno de elección. La "buena nueva" del cristianismo es, sin embargo, que una conversión genuina hace posible, por así decirlo, repetir ese acto, y en consecuencia cambiar (deshacer los efectos) de la eternidad misma


Ir a datos de ilustración"¿Pensamiento post-secular?" ¡No, gracias! 

Esa paradoja final del cristianismo es anulada por lo que hoy se presenta como "pensamiento post-secular", postura que encuentra su expresión más acabada en una cierta suerte de apropiación derridiana de Levinas. En contraste con la melancolía, en que el objeto aparece privado del (de la causa del) deseo de él, la postura "post-secular" reafirma el hiato entre el deseo y sus objetos, y nos pone en presencia de un anhelo mesiánico de lo Otro que está siempre "por venir", que trasciende cualquier objeto dado, mortificado por un espectro insistente que no puede materializarse nunca en una entidad existente, positiva, plenamente presente. Ambos coinciden, sin embargo, en impedir el acto, que carece de significado alguno en el pasivo estupor del melancólico, y que queda reducido en el entusiasmo post-secular a una intervención pragmática que nunca está a la altura de la demanda incondicional de lo Otro abismático. 
El "pensamiento post-secular" admite sin reservas que la crítica modernista ha destruido los fundamentos de la onto-teología, la noción de Dios como ser supremo, etc. Pero ¿y sí el resultado final de este gesto desconstructivo fuera abrir la vía a una nueva forma posdesconstructiva e indesconstructible de espiritualidad, a la relación con una otredad incondicional que precede a la ontología? ¿Y si la experiencia fundamental del sujeto humano no fuera la de la autopresencia, la de la fuerza de la dialéctica mediación-apropiación de toda otredad, sino la de una pasividad primordial, una sensibilidad, una facultad de responder, de ser infinitamente deudor y responsable a la llamada de algo otro que nunca adquiere una configuración positiva, sino que permanece siempre oculto, huella de su propia ausencia? Aquí viene a cuento la ocurrencia de Marx a propósito de Proudhon en su Pobreza de la filosofía (en lugar de referirse a personas reales en sus circunstancias reales, la teoría social pseudohegeliana de Proudhon se refiere a esas circunstancias, pero privadas de las personas que les dan vida): en lugar de la matriz religiosa, con Dios como núcleo de ella, la desconstrucción post-secular se refiere a la matriz misma, privada de la figura positiva de Dios de la que depende. 
La misma configuración se repite en la "fidelidad" de Derrida al espíritu del marxismo: "la desconstrucción nunca ha tenido sentido ni interés, al menos según mi parecer, más que como una radicalización, es decir también en la tradición de un cierto marxismo, en un cierto espíritu de marxismo". (10) Lo primero que hay que señalar aquí (de lo que Derrida es sin duda plenamente consciente) es que esta "radicalización" descansa sobre la oposición tradicional entre letra y espíritu: reafirmar el espíritu auténtico de la tradición marxista quiere decir dejar atrás su letra (los análisis particulares de Marx y las medidas revolucionarias propuestas que están inevitablemente teñidas por la tradición de la ontología) con objeto de salvar de las cenizas la auténtica promesa mesiánica de liberación emancipatoria. Lo que no puede dejar de sorprendenos es la extraña proximidad de tal "radicalización" con (una cierta comprensión común de) la superación (Aufhebung) hegeliana en la promesa mesiánica, la herencia marxista es "superada"; su núcleo esencial es redimido por medio del propio gesto de superación de su propia forma particular y de la renuncia a ella. Y -aquí está lo esencial del problema, es decir, del método de Derrida- la cuestión es no sólo que hay que dejar atrás las formulaciones particulares de Marx y las medidas propuestas por él, y sustituirlas por otras formulaciones y medidas más adecuadas; sino sobre todo que la promesa mesiánica que constituye el "espíritu" del marxismo es traicionada por cualquier formulación particular, por cualquier traducción a medidas económico-políticas determinadas. 
La premisa que subyace a la "radicalización" de Marx que lleva a cabo Derrida es que cuánto más "radicales" son esas medidas económico-políticas determinadas (hasta llegar a los campos de la muerte de los Jemeres Rojos o de Sendero Luminoso), menos radicales son realmente y más quedan atrapadas en el horizonte ético-político metafísico. En otras palabras, lo que la "radicalización" de Derrida significa es en cierta forma (más precisamente: en la forma práctica) exactamente lo contrario: la renuncia a toda medida política radical real. 
La "radicalidad" de la política derridiana incluye un hiato irreductible entre la promesa mesiánica de "democracia por venir" y todas sus encarnaciones positivas: a causa de esta misma radicalidad, la promesa mesiánica sigue siendo para siempre una promesa, no puede traducirse nunca en un conjunto de medidas económico-políticas determinadas. La discrepancia entre el abismo de la Cosa indecidible y cualquier decisión particular es insalvable: nuestra deuda con el Otro no puede saldarse nunca; nuestra respuesta a su llamada no es nunca completamente adecuada. Esta posición se enfrenta con las tentaciones gemelas del pragmatismo sin principios y del totalitarismo, puesto que ambas eliminan aquel hiato. El pragmatismo reduce la actividad política a un mero maniobrar oportunista, a intervenciones estratégicas limitadas en situaciones contextualizadas, prescindiendo de cualquier referencia al Otro trascenclental. El totalitarismo, por su parte, identifica esta otredad trascendental con una figura histórica particular (el partido es la personificación directa de la razón histórica). En definitiva, la problemática del totalitarismo surge aquí con su sesgo desconstruccionista específico: en su manifestación más elemental -casi nos sentimos tentados a decir ontológica- el totalitarismo" no es meramente una fuerza política que pretende el control total de la vida social, hacer a la sociedad totalmente transparente, sino el cortocircuito entre la otredad mesiánica y un agente político determinado. Lo "por venir (a venir)" no es pues simplemente una cualificación adicional de la democracia, sino su núcleo más íntimo, lo que hace que la democracia sea democracia: en el momento en que la democracia deja de ser "por venir" y pretende ser actual -completamente actualizada- entramos en el totalitarismo. 
Evitemos cualquier malentendido: esta "democracia por venir" no es, por supuesto, simplemente una democracia que promete llegar en el futuro, sino una democracia cuya llegada se pospone para siempre. Derrida es muy consciente de la "urgencia" del "ahora", de la necesidad de justicia; y si algo le es extraño es el complaciente aplazamiento de la democracia a un estadio posterior de la evolución, como en la proverbial distinción estalinista entre la "dictatura del proletariado" actual y la futura democracia "plena", que legitima el terror presente como la creación de las condiciones necesarias para la libertad que habrá de venir. Esta estrategia "en dos fases" es, para Derrida, lo peor de la ontología. En contraste con esa economía estratégica de la dosis correcta de (no)libertad, la "democracia por venir" se refiere a las urgencias/estallidos imprevisibles de la responsabilidad ética, cuando me veo súbitamente confrontado con una necesidad apremiante de responder a la llamada, de intervenir en una situación que considero como intolerablemente injusta. No obstante, es sintomático que Derrida mantenga a pesar de todo la oposición entre tal experiencia espectral de la llamada mesiánica de la justicia y su "ontologización", su trasposición en un conjunto de medidas positivas legales, políticas, etc. O -para decirlo en términos de la oposición entre ética y política- lo que Derrida moviliza aquí es el hiato entre ética y política:

Por una parte, la ética queda definida como la responsabilidad infinita de la hospitalidad incondicional. Mientras que, por otra, la política puede ser definida como la toma de una decisión sin ninguna garantía trascendental precisa. Así la separación presente en Levinas le permite a Derrida afirmar la primacía de la ética de la hospitalidad, pero dejando abierta al mismo tiempo la esfera de la política como el dominio del riesgo y del peligro. (11


Así la ética es el (tras)fondo de la indecidibilidad, mientras que la política es el ámbito de la(s) decisión(es), en el que hay que asumir plenamente el riesgo de cruzar la línea de separación y traducir esta imposible exigencia ética de justicia mesiánica en una intervención particular que nunca está a la altura de tal exigencia, que es siempre injusta hacia (algunos de) los otros. El ámbito ético propiamente tal, la exigencia espectral incondicional que nos hace absolutamente responsables y que nunca puede traducirse en una medida/intervención positiva, es quizá de esta forma no tanto un fondo/marco formal a priori de las decisiones políticas, como la différance indeterminada que le es inherente, indicativa de que ninguna decisión definida puede "cumplir su objetivo" plenamente. Esta frágil y transitoria unidad del mandato ético incondicional y de las intervenciones políticas pragmáticas tiene su mejor expresión en una paráfrasis de la famosa fórmula de Kant sobre las relaciones entre la razón y la experiencia: "Si la ética sin la política está vacía, la política sin la ética es ciega". (12) Por elegante que sea esta solución (aquí la ética es la condición de posibilidad y la condición de imposibilidad de la política, que abre simultáneamente el espacio de la decisión política como un acto no garantizado por el gran Otro, al que condena al fracaso final), hay que oponerla al acto, en el sentido lacaniano, en que, precisamente, la distancia entre la ética y la política desaparece
Volvamos a recurrir -cómo no- al caso de Antígona. (13) Puede decirse que ejemplifica la fidelidad incondicional a la otredad de la Cosa que trastorna la totalidad del edificio social: desde el punto de partida de la ética de la Sittlichkeit, de las mores que regulan la intersubjetividad colectiva de la polis, la insistencia de Antígona es realmente "loca", perturbadora, mala. En otras palabras -en términos de la noción desconstruccionista de la promesa mesiánica que está siempre "por venir"- ¿no es Antígona una figura proto-totalitaria? Con respecto a la tensión (que proporciona las coordenadas finales del espacio ético) entre el Otro qua la Cosa, la otredad abismal que se dirige a nosotros con su mandato incondicional, y el Otroqua tercero, la instancia mediadora de mi encuentro con los otros (otros humanos "normales") -en el que este tercero puede ser la figura de la autoridad simbólica, pero también la trama "impersonal" de normas que regulan mi intercambio con los otros -¿no representa Antígona la vinculación exclusiva e inflexible al Otro qua Cosa, que eclipsa al Otro qua tercero, la instancia de la mediación/reconciliación simbólica? O, por decirlo en términos ligeramente irónicos, ¿no es Antígona la anti-habermasiana par excellance? Ningún diálogo, ningún intento de convencer a Creonte de las buenas razones de sus actos por medio de la argumentación racional: nada más que la ciega insistencia en sus derechos... Si es que los hay, los denominados "argumentos" están del lado de Creonte (el entierro de Polinices provocaría inquietud pública, etc.), mientras que el contrapunto de Antígona es finalmente su tautológica insistencia: "¡Está bien, puedes decir todo lo que quieras, pero no va a cambiar nada. Me aferro a mi decisión!". Esta visión dista mucho de una hipótesis elaborada: algunos de los que interpretan a Lacan como un protokantiano (mal)interpretan realmente su lectura de Antígona, al afirmar que Latan condena su obstinación incondicional, que la rechaza como un trágico ejemplo del suicida que pierde la distancia apropiada en relación con la Cosa letal, de inmersión directa de uno mismo en la Cosa.(14Ir a datos de ilustración
Así pues, desde esa perspectiva, la oposición entre Creonte y Antígona es la que existe entre el pragmatismo sin principios y el totalitarismo: lejos de ser totalitario, Creonte actúa como un hombre de Estado pragmático, que aplasta despiadadamente cualquier actividad que pueda poner en peligro el funcionamiento normal de la paz cívica y estatal. Dando todavía un paso más, ¿no es el propio gesto elemental de sublimación "totalitario" en la medida en que consiste en elevar un objeto a la condición de la Cosa? En la sublimación, algo -un objeto que forma parte de nuestra realidad ordinaria- es elevado a objeto incondicional que el sujeto valora más que la vida misma. ¿Y no es este cortocircuito entre un objeto determinado y la Cosa la condición mínima del "totalitarismo ontológico"? Frente a este cortocircuito, la lección ética de la desconstrucción ¿no es acaso que el hiato que separa la Cosa de cualquier objeto determinado es irreductible? 
En este punto resulta crucial la forma en que la ética del "respeto a la alteridad" reúne a dos 'enemigos" reconocidos e importantes: Derrida y Habermas. El tenor elemental de sus respectivas posiciones éticas es en principio el mismo, es decir, el respeto y la apertura a una otredad irreductible que no puede ser integrada en la automediación del sujeto, y la aserción concomitante de la separación entre ética y política, en el sentirlo de una demanda/norma ética presupuesta que precede a toda intervención política concreta y la sostiene, que no es nunca capaz de dar a esa intervención un cumplimiento pleno. Por supuesto, la forma de esta operación ética es completamente diferente en los dos autores: para Derrida, es el abismo de la demanda incondicional traicionada por (su traducción a) cualquier norma determinada; para Habermas, es el sistema determinado de normas a priori que regulan la comunicación libre. 
Todo eso significa, sin embargo, que existe en efecto una suerte de identidad especulativa hegeliana entre Derrida y Habermas, en el sentido preciso de una mutua complementación: cada uno de los dos filósofos expresa, en cierta medida, lo que el otro tiene simultáneamente que presuponer y denegar para poder mantener su posición: la crítica habermasiana de Derrida es acertada al señalar que, sin una trama de normas implícitas que regulen mi relación con el Otro, el "respeto a la otredad" se deteriora inevitablemente en la aserción de una idiosincrasia excesiva; la crítica derridiana de Habermas -también acertadamente- señala que la fijación del sujeto en la relación con su Otro en la trama de normas universales de comunicación reduce ya de por sí la alteridad del Otro. Esta implicación mutua es la `'verdad" del conflicto entre Derrida y Habermas, y por eso es todavía más importante poner el énfasis en cómo Lacan rechaza el presupuesto que comparten Derrida y Habermas: desde la perspectiva lacaniana, este "respeto por el Otro" es en ambos casos la forma de resistencia contra el acto, contra el cortocircuito "loco" entre lo incondicional y lo condicionado, la ética y la política (en términos kantianos, cubre lo nouménico y lo fenoménico) que "es" el acto. No se trata tanto de que, en el acto, "supere"/integre al Otro; sino más bien de que, en el acto, yo "soy" directamente el imposible Otro-Cosa.


Notas:

2. El ejemplo más ilustrativo de tal "superación" de la realidad histórica en su noción simbólica es la idea hegeliana de que la historia de las guerras del Peloponeso de Tucídides fue el verdadero fin espiritual de la propia guerra: desde el punto de vista del espíritu, la guerra real misma era un pretexto; se llevó a cabo para que pudiera escribirse sobre ella un texto en el que se resume su esencia
3. Hago uso aquí de la obra de Giorgio Agamben, Estancias, Valencia. Pre-textos. 1998. traducción Tomás Segovia. Cap 3-5) 
4- Graham Greene. El fin de la aventura. Sur. Bs.As. Pag. 181
5. Theodor W. Adorno, Musikalische Shriften VI, Frankfurt, Suhrkamp, 1984, pag. 469. El contexto concreto de esta observación es, por supuesto, el intento de Furtwangler de rescatar la tradición clásica de la música alemana frente a la embestida nazi. 
5. Theodor W. Adorno, Musikalische Shriften VI, Frankfurt, Suhrkamp, 1984, pag. 469. El contexto concreto de esta observación es, por supuesto, el intento de Furtwangler de rescatar la tradición clásica de la música alemana frente a la embestida nazi. 
6. Agamben, Estancias, Ed. cit., p. 53.7. Citado de Laurel E Fay, Shostakovich, A Life, London, Oxford university Press, 2000, p. 217.8. Ver Sigmund Freud. Duelo y melancolía. The Standar Edition the complete psychological works of Sigmund Freud, vol XIV, London, The Hogart Press, 1957, Pag 245. ( En esta como en las restantes obras citadas de Freud nos remitimos, en general, para la versión española a los tres volúmenes de sus Obras Completas, en la Traducción de Juan Luis López-Ballesteros, N. De T.) 
7. Citado de Laurel E Fay, Shostakovich, A Life, London, Oxford university Press, 2000, p. 217. 
8. Ver Sigmund Freud. Duelo y melancolía. The Standar Edition the complete psychological works of Sigmund Freud, vol XIV, London, The Hogart Press, 1957, Pag 245. ( En esta como en las restantes obras citadas de Freud nos remitimos, en general, para la versión española a los tres volúmenes de sus Obras Completas, en la Traducción de Juan Luis López-Ballesteros, N. De T.) 
9. Aquí nos encontramos con la oposición lógica entre la negación interior y exterior (es decir entre [pasivamente] no querer participar y [activamentel querer no participar, lo que es también discernible en la dialéctica entre el deseo y la prohibición: con frecuencia el rechazo activo por parte del sujeto de un deseo que experimenta como aborrecible (me parece repugnante desear a esa mujer...") es un mecanismo de defensa contra la perspectiva mucho más horripilante de la indiferencia pasiva, de no desear en absoluto. La prohibición sostiene el deseo, mientras que lo que lo socava realmente es la indiferencia. La brecha que separa el renunciar al objeto deseado de no desearlo ya es inmensa: la renuncia puede servir como sustento del deseo. En su forma más radical, la ansiedad no es la ansiedad de perder el objeto deseado, sino la ansiedad de perder el deseo mismo. Un fenómeno similar se produce cuando aceptamos alguna prohibición médica (no comer el alimento que nos gusta más): lo que tememos más es perder el gusto por el alimento al que tenemos que renunciar. En suma, lo que tememos más es que la prohibición afecte no sólo a nuestra relación con los objetos sino a nuestro propio universo simbólico subjetivo. Por ejemplo, cuando, nos separarnos de nuestro amante durante uno o dos años, lo que más tememos no es el dolor de esa separación sino la posibilidad de que surja la indiferencia, el acostumbrarnos a la ausencia del amado. 
10. Jacques Derrida, Specter of Marx, New York, Routledge, 1994, pag. 92 (Ed. cast. Espectros de Marx, Madrid, Trotta, 1998) 
11. Critchley, Ethics-Politcs-Subjectivity, pag. 275. 
12. Critchley, Ethics-Politcs-Subjectivity, pag. 283. 
13. Lacan lleva a cabo en relación con Antígona un doble movimiento: por una parte, trata de revelar los contornos de la experiencia trágica de la vida de los griegos ofuscada por la "comedia" cristiana; por otra, cristianiza secretamente a Antígona, cuya figura sublime se convierte, como la imagen de la Crucifixión, en "la imagen que borra todas (las demás) imágenes" 
14. Ver Rudolf Bernet, "Subjekt und Gesetz in der ethik von Kant und Lacan" en Kant und Psychoanalyse, ed. Hans-Dieter Gondek y Peter Widmer Franckfurt, Fischer Verlag, 1994 

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