viernes, 23 de noviembre de 2007

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA PRESENTACIÓN DE CASOS

Por: Marta Serra Frediani (Barcelona)



Cada sesión del Seminario del Campo Freudiano en Barcelona, desde sus inicios en 1985, consta de dos partes diferenciadas: el seminario de textos que corre a cargo de un docente y el seminario de casos clínicos en el que este comparte tiempo de trabajo con dos practicantes, practicantes del psicoanálisis, que “exponen” un caso de su práctica.


Hoy, primera sesión del Seminario del curso 2007-2008, no tendremos casos pero sí intentaremos producir un debate en la sala sobre el contenido y la forma de los mismos, así como su función en la formación del analista y en la transmisión del psicoanálisis.


Para ello he preparado “algunas” observaciones, items, con el ánimo de invitarles a todos a participar en una discusión constructiva.


1-. TODO SUJETO ES UN CASO CLÍNICO


Tomando la definición del diccionario Maria Moliner: “Caso clínico: cada manifestación individual de una enfermedad, especialmente si no es habitual”.


Si mantengo mi afirmación, ¿Cuál es la enfermedad que compartimos los humanos de la que cada sujeto es una manifestación individual no habitual? La especie humana está enferma de lenguaje. Es paradójico que eso que la hace “superior” a las otras especies, la presencia y la potencia de lo simbólico, sea también su dolencia común: no hay relación sexual, no hay una relación fija, escrita, determinada con la cual un hombre o una mujer puedan reconocer su partenaire. Para las otras especies, el instinto alcanza.


De esa “enfermedad común”, cada sujeto es un caso en tanto inventa una solución particular al problema, su síntoma. Cuando esa solución encuentra un tope, un tropiezo, que le deja al desnudo frente a “lo imposible de soportar” se pone en evidencia la dimensión clínica del caso porque, mientras uno es capaz de arreglarse solo, puede decirse que tiene síntomas, pero no los aborda en tanto clínicos.


2-. UN CASO CLÍNICO NO ES UN CASO PRÁCTICO


El caso práctico es una modalidad de aprendizaje o de evaluación de un saber constituido. Se utiliza en multiples disciplinas tan distantes como pueden ser la medicina, la macroeconomía y la psicología cognitivo-conductual.


El caso práctico apunta a un “hacer saber”, hacer saber -o evaluar si ya se sabe- la manera en que debe ser tratado un problema concreto, manera que, si es repetida idénticamente, producirá los mismos resultados exitosos.


Cuando Lacan decía “hagan como yo, no me imiten”(1), rechazaba la repetición, la imitación, la copia como modelo de la práctica analítica. El caso clínico pues, no busca un “hacer saber” sino la transmisión de un “saber hacer” particular de cada practicante respecto a cada caso concreto.


3-. EL CASO CLÍNICO APUNTA A LO SINGULAR NO A LO COLECTIVO


Lacan, a la pregunta: “¿Qué me está permitido esperar? [de un análisis]” responde en estos términos: “Sacar en claro el inconsciente del que usted es sujeto”(2).


Esa es la particularidad del saber inconsciente, es un saber que organiza la vida del sujeto para enfrentar la falta de relación sexual, un saber del que el sujeto es responsable y del que, sin embargo, no sabe nada.


Por tanto, el análisis no es el camino de la verificación de un saber ya allí, un saber constituido, sino el encuentro, siempre, de un saber nuevo, único de cada sujeto que atañe a la singularidad de su solución.


La última enseñanza de Lacan acentúa la cuestión de la singularidad en tanto diluye el refugio que las categorias clínicas nos daban: la forclusión, ahora, se generaliza a todo ser hablante. El neurótico no es sino un caso particular en el cual el Nombre del Padre es lo que permite el anudamiento entre los tres registros. La singularidad del caso tiene que ver, entonces, con la modalidad de goce del sujeto y su saber hacer con él.


Y luego están las particularidades que un sujeto -no pudiendo apoyarse en ese significante- ha encontrado, o inventado, como solución para anudar real, simbólico e imaginario; ahí encontramos una variedad infinita por explorar.


Es de alguna de esas singularidades de las que se da cuenta en el caso clínico.


4.- EL CASO CLÍNICO PONE EN TENSIÓN TEORÍA Y PRÁCTICA


Todo el edificio teórico de la disciplina psicoanalítica está en juego en cada caso clínico. No hay excepciones a eso. Sin embargo, hay una diferencia entre el caso clínico y el caso expuesto ya que este último, el caso expuesto, incluye un acotamiento del practicante: su exposición privilegia algún punto concreto que se quiere subrayar.


La exposición se centra especialmente sobre un momento de la cura, ya sea de inflexión o de cambio, un punto de vista retroactivo sobre lo que se ha producido en el trabajo analítico respecto a un concepto o la perspectiva del trabajo que se puede imaginar por delante..., como sea: nunca el caso es todo.


Si hay construcción del caso por parte del practicante es precisamente esa: el ordenamiento alrededor de un eje central que -enmarcado con citas o legible entre líneas- es teórico, y con el cual el caso particular, del analizante particular, mantiene una relación de tensión: ya sea problematizándolo o ejemplificándolo.


5.- EL CASO CLÍNICO MUESTRA QUE EL SUJETO ESTÁ AFECTADO POR SU HISTORIA NO POR SU BIOGRAFÍA


La biografía de un sujeto no tiene la menor utilidad para la construcción de un caso ni para la dirección de una cura. De entrada, porque el psicoanálisis es un tratamiento sólo aplicable al material producido por un sujeto, esto es, el material subjetivo, y nada puede ni pretende con lo objetivo.


Sin embargo, la historización del sujeto sí es importante porque en ella se pone en primer plano su responsabilidad –que, a fin de cuentas, es con lo único que contamos- al recortar las marcas que consintió que sus mayores dejarán en él, los puntos de inflexión que permitió que tuviera su vida, las repeticiones que produjo y, con todo ello, se podrá aislar qué de lo real se le presentó de manera traumática.


Lacan, finalmente, decía: “Lo que enseñamos al sujeto a reconocer como su inconsciente, es su historia”(3).


6-. UN CASO CLÍNICO EVIDENCIA LA ORIENTACIÓN POR LO REAL


Para Freud no fue difícil descubrir que los sueños, con su trabajo simbólico de condensación y desplazamiento, tenían como meta una satisfacción pulsional inconsciente, un goce, en términos de Lacan. Le llevó algo más de tiempo extraer la consecuencia clínica que implicaba el hecho de que esa misma satisfacción pulsional arraigaba en los síntomas: el desvelamiento de la significación por la interpretación no los hace desaparecer.


Por tanto, aquello que lleva a un sujeto a demandar un análisis, su síntoma, aparece en el caso clínico como siendo, en sí mismo, la modalidad que el sujeto encontró para tratar con el lenguaje el goce que habita su cuerpo.


Y es ese goce, real, el que orienta la experiencia analítica. Freud lo localizó, Lacan lo formuló y Miller lo ordenó en seis paradigmas. Así, el psicoanalista lacaniano está advertido contra el “furor sanandis”, y lo que busca es acompañar al sujeto en su tarea de producir, o reconstruir o modificar un anudamiento de los tres registros que le permita soportar lo irreductible del goce.


7-. EL CASO CLÍNICO INCLUYE EL TRABAJO DEL ANALIZANTE Y EL ACTO DEL ANALISTA BAJO LAS CONDICIONES DE LA TRANSFERENCIA


El analizante hace uso de una herramienta, la asociación libre, y con ella realiza dos tareas, la rememoración y la construcción. De alguna manera, el recuerdo, como la construcción, es una elaboración significante. Por tanto, la una no va sin la otra porque los recuerdos aparecen -o, habiendo estado siempre ahí, toman un valor inesperado, una nueva significación- que produce una construcción en función de su abordaje bajo transferencia.


Pero ese trabajo analizante sería imposible de llevar a cabo sin la dirección de la cura que implica el acto del analista, acto que tiene la particularidad de ser imprevisible en momento y forma, asi como impronosticable en sus efectos sobre el analizante. Sólo apres-coup se puede verificar su eficacia.


El caso clínico, pues, debe dar cuenta de la relación de orientación que el acto analítico ha tenido en el trabajo analizante y, al tiempo, de cómo la producción del acto analítico lacaniano no responde a un estandar sino a la singularidad del caso, uno por uno.


8-. EL CASO CLÍNICO ES FRUTO DE LOS TRES PILARES DE LA FORMACIÓN ANALÍTICA: ANÁLISIS, FORMACIÓN Y CONTROL




La autorización a la práctica analítica es compleja ya que no hay título que la favorezca ni certificación que la confirme. Cada analista debe autorizarse por sí mismo lo que no debe confundirse con que lo haga solo.


Lo hace en función de las transformaciones subjetivas producidas en su trayecto analizante, lo hace apoyado en las enseñanzas que recibe de la Escuela, lo hace comprometiendose al control de su acto en la supervisión y lo hace aceptando el control de sus producciones por sus iguales. Así fue como lo recomendó Lacan en su “Acto de fundación de 1964”.


Del caso clínico que presenta, sin embargo, o precisamente por eso, tan sólo él puede y debe rendir cuentas.


9-. EL CASO CLÍNICO ES CLAVE PARA LA TRANSFERENCIA DE TRABAJO DE LA COMUNIDAD ANALÍTICA


El objetivo de la presentación de casos clínicos es que sea enseñanza para la comunidad analítica. El practicante –como ya he dicho- expone el trabajo analizante y expone su acto analítico pero, para que el efecto de enseñanza se pueda llegar a producir, es imprescindible un tercero que se sienta concernido: el auditorio.


El auditorio concernido, entonces, también se expone, y lo hace con sus preguntas, sus aportaciones e incluso -¿por qué no?- con sus discrepancias.


Ciertamente, las coordenadas de un caso se juegan en la intimidad de la relación analítica entre analizante y analista; para algunos el compromiso ético con el psicoanálisis se sella así y desarrollan su práctica en soledad pero, cuando uno desea y acepta pertenecer a una comunidad de trabajo como la nuestra quiere decir que consiente y elige que su práctica sea útil a alguien más que sus analizantes.


10-. EL CASO CLÍNICO CONTEMPLA LA ÉTICA Y LA LEY


Freud descubrió una ley de protección de datos sobre la que fundó el psicoanálisis, ley que hace inaccesible al sujeto su propio inconsciente: la represión.


Ella constituye una de las paradojas de la práctica analítica en lo concerniente a la información: el sujeto viene a pedirle al analista que le dé su saber supuesto y el analista sólo puede empujarle a hablar, a la espera de que entre sus palabras, finalmente, el propio sujeto lo revele. Entonces, respecto a lo dicho al analista ¿a qué podría creer tener acceso el sujeto sino a lo que él mismo le ha confiado?


Sin embargo, la relación de secreto está en la base misma de la relación analítica. La confianza del paciente en el analista pasa por una regla ética fundamental: no debe decir lo que escucha, y esto es sin límites: no debe decir lo que escucha sobre él o sobre sus allegados, sobre su historia, sobre su vida cotidiana… a otros.


Si hoy debemos, además, tener en cuenta la “Ley de protección de Datos de Carácter Personal” que desde el año 1999, se aplica en España (4), debemos subrayar que la cuestión ética del psicoanalista va, incluso, más allá de la ley.


¿Cómo exponer entonces un caso clínico? Que la ética analítica se mantenga en la exposición de un caso y que se haga “conforme a ley” depende de que la construcción del mismo no incluya datos que develen la identidad del analizante ni –es importante- permitan llegar a averiguarla: esto es, “la persona” no debe ser identificada ni identificable. Y, actualmente, eso no se asegura simplemente teniendo en cuenta el auditorio concreto al que nos dirigimos en la exposición -la información circula mucho más allá de lo que podemos imaginar.


Desde el punto de vísta ético lo que importa es respetar la intimidad -que no necesita ser expuesta en detalle para mostrar las líneas de fuerza; abstenerse de hacer un juicio sobre las elecciones de vida de un sujeto, sobre las actitudes de los que le son próximos y no estigmatizar su entorno.


Presentar un caso clínico es pues un verdadero trabajo de escritura que incluye el tacto y la discreción manteniendo la exigencia de precisión.


Hasta aquí mis observaciones, como los mismos casos clínicos, son sólo una parte, no son el todo. Me propuse escribir 10 puntos, creo que Vds. encontrarán algunos más para sumar.


Bibliografía citada:


1. Lacan, J. “La tercera”, en Intervenciones y textos 2, Manantial, Buenos Aires, p. 81.

2. Lacan, J. “Televisión” en Autres ecrits Seuil, Paris, 2001, p. 543

3. Lacan, J. “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis” en Escritos I, Siglo XXI, 2001, p.251

4. Ley de Protección de datos de Carácter Personal de 1999: “Tiene por objeto garantizar y proteger, en lo que concierne al tratamiento de los datos personales, las libertades públicas y los derechos fundamentales de las personas físicas, y especialmente de su honor e intimidad personal y familiar”.


Otra bibliografía consultada:


1. Briole, G. “L’effet de formation dans la présentation de cas », en Revue La cause Freudienne, número 52.

2. Lacan, J. El seminario 7: la ética del psicoanálisis, Paidos, Buenos Aires, 2000.

3. Lacan, J. “Acto de fundación. 21 de junio de 1964”, incluido en los textos estatutarios del Anuario de la AMP de 1998.

4. Lacan, J. El seminario 23: El sinthome, Paidos, Buenos Aires, 2006.

5. Miller, J-A. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003.

6. Miller, J-A. El banquete de los analistas,Paidós, Buenos Aires, 2000.

7. Miller, J-A y otros. La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2003.

8. Liminaire del XXXemes Journées de L’Ecole de la Cause Freudienne.


fuente : ELP

jueves, 22 de noviembre de 2007

Transferencia y pulsión

Por: María Rosa Laborato

(*) Seminario de la EFBA "Pulsión", Clase del 4/10/2001

Voy a volver a repetirme, quizás porque si de la relación entre transferencia y pulsión se trata, la repetición es inevitable. Por un lado porque en las clases anteriores me guié por dos frases de Lacan en el inicio pero por otro porque estas dos frases ya las había recortado para un trabajo leído en unas jornadas y me siguen pareciendo brillantes, en tanto y en cuanto el brillo reclama toda nuestra atención.

Ambas frases son de la página 120 del Seminario 3, el de "Las psicosis". La primera dice así: "Ser psicoanalista es, sencillamente, abrir los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana." y la segunda: "Si por una suerte extraña atravesamos la vida encontrándonos solamente con gente desdichada, no es accidental, no es porque pudiese ser de otro modo. Uno piensa que la gente feliz debe estar en algún lado. Pues bien, si no se quitan eso de la cabeza, es que no han entendido nada del psicoanálisis".

Si subrayo esto que dice Lacan con una aparente sencillez, que no es la que caracteriza a su discurso precisamente, y que tampoco es tal si reflexionamos sobre la posición del analista, es porque pensar la práctica clínica desde la teoría y la teoría desde la práctica clínica conforman una dialéctica en permanente tensión y algo de esta tensión es lo que proponen tanto el concepto de pulsión como el de transferencia.

Lacan en "La dirección de la cura y los principios de su poder" señala la degradación del psicoanálisis después de Freud y cómo ésta tensión se diluyó en pos de la comodidad que ofrece el reforzamiento del Yo y el lugar, concordante con este reforzamiento por parte del analista, que es el del Saber acerca de la felicidad del paciente. Desarrollaremos esto un poco más adelante.

Propongo al pasar que también se conocen algunas de las deformaciones en que ha caído el legado de Lacan. Por ejemplo se ha llevado al límite del absurdo su formulación de no dirigir al paciente y no responder a su demanda, a través de silencios absolutos en las entrevistas que lo único que hacían era dejar al paciente sumido en la angustia.

O a nivel de la teoría el mal que nos aqueja es el del sobreentendido, como Lacan se interiorizaba en otras disciplinas y las ponía a disposición de la suya, hoy la exigencia colectiva es que todos tenemos que saber todo y leer todo, a su manera. No digo que esté mal saber todo lo que se pueda, siempre y cuando se respeten las propias marcas y el propio estilo del analista.

Sintetizando esta introducción, podemos considerar como inevitablemente humana la tendencia a la globalización del psicoanálisis, por el malestar inherente a la incertidumbre que conllevan su práctica y su teoría, ya que el sujeto deseante no es algo que esté definido antes de un análisis sino que se va construyendo en el mismo. El del inconsciente no es un saber clausurado, ni completo, como dijera Machado "se hace camino al andar".

Como ya se han ocupado de explicitar mis compañeros de cartel en cada una de sus clases, la de hoy tiene que ver con mi lectura particular de los textos de Lacan. Esto que les voy a decir es nuevo para mí, ya que lo fui pensando mientras preparaba la clase. De paso les hago publicidad a futuro en relación a lo que puede implicar preparar una clase o un escrito: lo bueno de la enseñanza es que en principio es enseñanza para el que enseña; tomo enseñar en la acepción de mostrar, indicar una dirección posible.

Entonces, para entrar en tema, voy a empezar con el mito, un tema que Elsa ya ha desarrollado en relación a la frase de Lacan que aparece en "La significación del falo": "las pulsiones son nuestros mitos" y que en "La dirección de la cura .....", esta vinculación entre mito y pulsión, va a ser tomada desde otro ángulo.

El bebé en el mejor de los casos, una vez que se sabe de su llegada, empieza a tener su lugar dentro de la historia que lo antecede o sea dentro del mito familiar. Estas expectativas acerca del futuro hijo son las que por un lado lo van a alienar pero a su vez le van a permitir la separación. Sabemos también que cuando en el mito no hay lugar para el hijo en el deseo de la madre, nos encontramos ante las psicosis. En cuanto a los bebés, recuerden las primeras clases de Elsa.

Así nos recuerda Lacan que el "Hombre de las ratas" llamado así por Freud en razón de la insistencia significante, viene a introducirse en un mito familiar que se establece a partir de lo pactado entre sus padres, que se traduce en la equivalencia: "tantos florines, tantas ratas".

O sea que la madre ofrece su capital, los florines, mientras que el padre (obedeciendo a su vez a su padre), se casa con ella aunque en realidad a la que amaba era a una mujer pobre y lo que puede ofrecer a cambio de los florines es la posibilidad de darle hijos o sea las ratas, de acuerdo a los significantes del analizante. El hijo ocupando el lugar del pago de una deuda del padre va a regir todo el historial de Freud y el relato por parte de un capitán cruel acerca de la tortura con la introducción de ratas por el ano, es lo que lo hace consultar con Freud y entrar fuertemente en la transferencia.

Por un lado recordemos la sentencia del padre ante el descontrol del hijo, escena en la que le predice que será un gran hombre o un gran criminal. Por su parte leamos a la letra el historial de Freud "....al final de esta segunda sesión el sujeto se conducía como aturdido y enajenado, llamándome repetidamente "mi capitán", sin duda porque al principio de la sesión le había dicho que yo no era un hombre cruel como el capitán de su historia...." (pag. 1448, Tomo II, O. Completas).

Freud tranquiliza al sujeto como un buen padre, obstáculo que siempre aparece en la dirección de la cura de sus historiales, le dice que él no es el capitán cruel y obtura a mi entender el despliegue de esa crueldad de rata que se le impone al sujeto. Por su propia subjetividad, Freud no puede leer lo que de pulsional aparece tras la demanda del paciente, lo tranquiliza como el amigo al que el analizante siempre recurría para que le aseverara que no era un asesino, responde a su demanda de amor. Lacan en "La dirección de la cura...... " sugiere que dicha dirección no estaría desligada de la muerte del sujeto en la guerra.

Entonces, la relación entre el mito familiar que precede a la aparición del sujeto no es sin consecuencias en el nacimiento de la pulsión, en ese cuerpo que ya desde su lugar de embrión es tocado; metafóricamente hablando; envuelto, bañado, como más les guste, por los significantes.

Es así que este mito tendrá influencia en el armado del fantasma fundamental del discurso de un sujeto y su repetición pulsional en la búsqueda del objeto. Recuerden lo que veíamos en Freud acerca de la compulsión a la repetición y que él llamaba "neurosis de destino".

Lacan dice, criticando al modo de operatoria de su época en la cual se reforzaba el yo y se adaptaba al sujeto a la realidad, que Freud "empieza por introducir al paciente a una primera ubicación de su posición en lo real, aunque ello hubiese de arrastrar una precipitación, ......una sistematización de los síntomas".

No se trata de adaptar al sujeto a la realidad, sino de mostrarle que está bien adaptado, "puesto que concurre a su fabricación". Es decir que lo sitúa al sujeto como escenógrafo, como director de su propio destino. Entonces según Lacan nos encontramos con: ".....una dirección de la cura que se ordena,..... según un proceso que va de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, hasta el desarrollo de la transferencia, y luego a la interpretación, donde se sitúa el horizonte en el que se entregaron a Freud los descubrimientos fundamentales ......" (pág. 578 "La dirección de la cura.....").

Pero para que se produzca este ordenamiento, el analista también tiene que pagar, no sólo lo hace el paciente. Fíjense cómo lo dice Lacan: "....en el depósito de fondos de la empresa común, el paciente no es el único con sus dificultades que pone toda la cuota. El analista también debe pagar: "paga con sus palabras "si la transmutación que sufren por la operación analítica las eleva a su efecto de interpretación"; paga con su persona, en cuanto que "la presta como soporte" de la transferencia y paga con su ser, "con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo". El analista, entonces, intervendrá desde los registros Simbólico, Imaginario y Real. Siendo su lugar de semblante del objeto "a" como causa del deseo, el horizonte que debe guiar sus intervenciones. Lo que cuestiona Lacan en relación a lo que sucedía en su época, es que se pensaba la transferencia en función de lo que le ocurría al sujeto con la persona del analista, por lo que éste no caía del lugar del Sujeto Supuesto Saber sino que era el saber mismo y en el final del análisis lo único que cabía dentro de esta lógica era la identificación con el analista.

Es decir que mientras Freud y Lacan ponen al sujeto como protagonista de un análisis y al analista como aquel que mediante una operación dialéctica le devuelve su propio discurso teniendo como horizonte el deseo, los post-freudianos cambian el eje del tratamiento y el analista pasa a ser el protagonista y todo decir del sujeto se interpreta en relación a éste y no al deseo del sujeto.

Lacan refiriéndose a Freud dice que como él sabía que el analizante no se refería a su persona, hacía que el sujeto se acostara en el diván. Recordemos cuando las histéricas se le abalanzan a Freud, él en forma humorística se cuestiona su belleza y va más allá de la incomodidad de la escena y de lo halagador que podía ser eso para su narcisismo.

Con el fin de establecer un cierto orden en el tema de la transferencia sabemos que un sujeto consulta porque hay algo que no funciona bien y cree que el analista es quien va a saber lo que le pasa, el analista en un principio va a funcionar como el Sujeto Supuesto Saber, entonces como analistas le decimos que hable. En el límite, en el tope de la cadena significante es donde se va a hacer presente lo Real, el objeto "a" o sea lo pulsional detrás de la demanda y el analista ahí va a tener que hacer semblante de este objeto para que se resitúe en la cadena significante a nivel del deseo. Después lo voy a intentar ejemplificar con un caso clínico.

Volvamos a lo que rescata Lacan de Freud en cuanto a que no hace uso de la sugestión porque hacer uso de la misma hubiera sido hacer uso de su poder, él no lo toma este poder que le otorga el analizante para que tome todo su valor la transferencia. Lacan va a decir en "La dirección de la cura...." que el sujeto lo que ha hecho toda su vida es demandar y que él lo que va a hacer es no responder, callarse para preservar en sus análisis lo indecible. Ya que toda respuesta a la demanda reduce la transferencia a la sugestión.

Por un lado refiere que es él quien le ha ofrecido hablar y que con su oferta ha creado demanda y además aclara que en la supuesta asociación libre no hay tal libertad porque desemboca en la posibilidad de decir algo que podría ser verdad y nada es más temible que esto. "Así el analista, va a decir Lacan, es aquel que apoya la demanda, no como suele decirse para frustrar al sujeto, sino para que reaparezcan los significantes en que su frustración está retenida" (pág. 598).

El "analista tiene que vérselas sucesivamente con todas las articulaciones de la demanda del sujeto" pero sólo puede responder desde "la posición de la transferencia". "Es pues gracias a lo que el sujeto atribuye de ser (de ser que sea en otra parte) al analista, como es posible que una interpretación regrese al lugar desde donde puede tener alcance sobre la distribución de las respuestas." (pág. 571).

Traducido esto último quiere decir que primero tiene que haber transferencia para que después pueda haber interpretación. Todo el trabajo del análisis es dialéctico parte de los decires del sujeto para regresar a ellos, por esto mismo la validez de una interpretación no tiene que ver con la confirmación por parte del sujeto, sino con el material que irá surgiendo a partir de ella.

La interpretación nos va a decir Lacan en este escrito tiene una "ambigüedad intencional", es a la vez cierre y apertura por su carácter incompleto que sólo se "realiza a posteriori". La interpretación apunta al deseo porque es hacia el deseo adonde se dirige al sujeto en la cura. En el capítulo "Presencia del analista" del Seminario 11, Lacan va a decir que el concepto de inconsciente no puede ser separado de la presencia del analista.

En la sucesión de los significantes es donde el deseo se hace presente, entre dos significantes como decía Marcelo la vez pasada es donde el sujeto del inconsciente se hace presente, pero en tanto el deseo se presenta en la cadena significante de un modo evanescente, se muestra o se abre y se vuelve a cerrar u ocultar hay un goce que se pierde. Este goce tiene que ver con los significantes del Otro y con ocupar el lugar de objeto para tapar la falta del Otro, para no ver la castración del Otro. El analista va a ser testigo de esta pérdida.

Entonces, en relación al lugar de objeto por parte del analista, Lacan en "La dirección de la cura....." plantea algo en relación a la teoría vigente en su época que ahora nos hace reír, el hecho de que poder oler a su analista se considerara como un feliz éxito de la transferencia para un sujeto. Y también nos provoca una sonrisa considerar la posibilidad de llegar a la felicidad a partir del acceso a un carácter genital en el que las pulsiones son "verdaderamente tiernas, amantes".

O sea que podríamos decir que para alcanzar la supuesta felicidad el costo era sintetizar todo en el Yo que permanecería "independiente de sus objetos", sin ser afectada su estabilidad por la "pérdida de un Objeto significativo". Recuerden lo que planteaba Marcelo en la clase anterior en relación a que el análisis no tiende al ascetismo, al hecho de estar lejos de los objetos. Pero esta manera de pensar la clínica por parte de los post-freudianos es consecuente del reforzamiento del Yo al que se sumaba por introyección el analista, el resultado final era el narcisismo de un Superman que no perdía su estabilidad por nada, lo cual es forzar la clínica hasta el absurdo.

Además sería establecer a través de la asunción de un "carácter genital" que el fin de todo análisis es el amor, o sea que queda reducido a un fin imaginario, contradiciendo la realidad de la pulsión que es parcial. Volvamos al Seminario 11, al capítulo "En ti más que tú" y a aquello que veíamos en la clase de Claudia que toda demanda es demanda de amor.

El amor es un efecto de transferencia pero también es lo que hace que el sujeto se cierre al efecto de la interpretación o sea que es simultáneamente el motor y el obstáculo en la dirección de la cura. Recordemos sin embargo en lo que traía Claudia que Freud en "Las pulsiones y sus destinos" habla del amor.

El engaño que postula el amor es aquel mediante el cual el sujeto se hace un objeto amable. Es desde un punto ideal (I), que está en el Otro, "desde donde el Otro me ve tal como me gusta que me vean." Pero si el analista se sustrae a esta demanda allí va a aparecer el objeto de la pulsión que está detrás de la demanda. Lacan va a formular así lo que el analizante le propone al analista: "Te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a minúscula, te mutilo".

El "mecanismo fundamental de la operación analítica es el mantenimiento de la distancia entre I y a" o sea "la distancia entre el punto donde el sujeto se ve a sí mismo amable y ese otro punto donde el sujeto es causado como falta por el objeto a". Es en ese punto de falta donde tiene que "reconocerse el sujeto".

Es en esa división subjetiva donde se encuentra su verdad. El análisis "se adentra en la falta central donde el sujeto se experimenta como deseo". (pag. 274). Al deseo se lo puede leer en la letra del analizante y en todo el Seminario de "La ética del psicoanálisis" Lacan se encarga de establecer que apostar al deseo no tiene nada que ver con hacer el bien, con el amor al prójimo.

Podríamos decir que para que aparezca el deseo se tiene que poder soportar la castración del Otro y no soportar o sostener al Otro desde el lugar de objeto. Esta pérdida de goce en la medida en que se despliega la cadena significante es "sin compensación, sin ningún saldo a favor, salvo el ser retomada en la función de la pulsación", acá es donde interviene el analista como semblante del objeto "a", causa del deseo.

Habrán visto que la distancia entre I y "a" que propone Lacan a seguir por un análisis la toma de Freud, cuando habla de la identificación en "Psicología de las masas y análisis del yo". Freud sabía acerca de la hipnosis, sin embargo va más allá y Lacan le rinde un homenaje al final de "La dirección de la cura...." al decir que era un "Hombre de deseo, de un deseo al que siguió contra su voluntad....."

Bueno, ahí es donde se encuentra el deseo del analista, en la búsqueda de la verdad superando toda comodidad. Lo que les decía al principio del malestar que conlleva el psicoanálisis pero actuar en conformidad con el deseo tiene la ventaja de renunciar al poder. Lacan termina "La dirección de la cura...." jugando con el ser y la nada. La otra vez leía a Cortázar quien decía también jugando que Adán es Nada al revés.

En el resto de la clase se trabaja un recorte clínico con el fin de ejemplificar la teoría que elijo no publicar.


Fuente: efba

"EL GUARDIAN Y SU TESTIGO"

-Entre el sueño y su texto-

Por:Marcela Barilari

(*) Jornadas "Actualidad de la interpretación de los sueños", Escuela Freudiana de Buenos Aires; 2002.

"La palabra, como punto de convergencia de múltiples representaciones, es, por decirlo así, un equívoco predestinado, y las neurosis aprovechan con igual buena voluntad que el sueño, las ventajas que la misma les ofrece para la condensación y el disfraz" (Sigmund Freud, 1900.)

Pasaron más de cien años ya de "La interpretación de los sueños", título que evoca mi deuda con el creador del psicoanálisis, habiendo sido el primer texto de Freud en mis manos. Pasaron veinte años de la primer lectura; vaya con esta escritura mi profundo reconocimiento al maestro y sirva de humilde homenaje.

¿Qué son los sueños? ¿Significan algo? ¿Hablan del destino?... Clásicas preguntas formuladas desde antiguo, que no dejan de hacernos hablar y escribir sobre el significado de los sueños. Freud mismo dedica un extenso capítulo a la literatura sobre problemas oníricos. Sabemos su tesis: El sueño es una realización de deseos, sexual, infantil y reprimida. Lo cual -también sabemos- no quiere decir la satisfacción de ningún impulso, sino la figuración trastocada del deseo del sujeto en el encuentro con su objeto. Relación libidinal, que en el mejor de los casos, la pantalla del sueño permite proyectar.

Dice aun: El sueño no es más que una forma de pensamiento: de allí que el trabajo de interpretación sea la vía regia de acceso al Inconsciente, esto es, a las leyes que rigen su ejercicio. El sueño por sí solo no es una vía, ya que tal será un espacio abierto que conecte como mínimo un punto de partida y otro de llegada. Es por la transferencia analítica que la interpretación del sueño puede abrir al sujeto un camino nuevo para un saber antiguo, no consabido hasta su lectura por parte del analista. Ahora, ¿Qué transferencia es esa por la cual una operación de traspaso es efectuada? ¿Cuál objeto a transferir y cuáles sus condiciones?...

Si la elaboración onírica está constituída por cuatro factores, a saber, la condensación, el desplazamiento, el cuidado por la figurabilidad y la elaboración secundaria; y siendo el montante de condensación indeterminable, la interpretación no agotará su sentido, y tendrá al afecto por fiel escudero, a sabiendas que la censura complicará también su destino: supresión, inversión. Es por ello que el desplazamiento del acento psíquico de una representación a otra nos señala que el trasvasamiento de un valor se ha cumplido.

Será en esta obra que Freud introduce el concepto de "transferencia" como mecanismo de trasposición de una cualidad que permite a su poseedor re-presentar lo ya sentado; trasposición con miras a una expresión. Más tarde advendrá la concepción de "transferencia" como motor y obstáculo en la cura, habiendo sí heredado los caracteres de aquel primer mecanismo.

¿Cuándo es interpretable un sueño? Podríamos responder sin más junto a Freud, no antes que las condiciones de la transferencia se hayan establecido: quiero decir, que el objeto sueño sea colocado entre analista y analizante, ocupando una localidad intermedia entre el más allá y el más acá de su representación. Recordemos además que el enlace que propicia el sueño, lo es sólo de lo figurable. Mil y un caminos serán desviados, coartados, suprimidos, sobreimpresos con tal de intentar dar forma a lo insensato. Múltiples discordancias que la palabra dice al querer alcanzar coherentemente lo inefable, en un querer hacer posible lo imposible.

Si seguimos un poquito más nos topamos con un concepto difícil de captar en primera instancia, no sólo en la página freudiana sino en sus consecuencias clínicas. El maestro vienés nos viene diciendo que el sueño es un acto psíquico de pleno derecho y ahí nomás avanza esto –cito: "La elaboración onírica se sirve con preferencia de una fantasía preexistente en lugar de crear otra original utilizando el material de las ideas latentes. Estas son perfectamente correctas y en su formación han intervenido todas nuestras facultades psíquicas, pertenecen a nuestro pensamiento preconciente, del cual surgen también mediante cierta transformación las ideas concientes". Quiere decir entonces que el pensamiento del sueño no era inconciente. Y por si fuera poco, agrega que el foco de convergencia de ideas latentes es un nudo imposible de desatar, llamándolo "ombligo del sueño" o sea el punto por el que se halla ligado a lo desconocido. ¿Cómo se figura su límite? Aquí, el guardián de nuestra salud mental –la censura entre inconciente y preconciente, hace su aparición como instancia que regula nuestro sueño ante un testigo mudo: el lenguaje.

Si consideramos que el fantasma es al decir freudiano, ese dispositivo por el cual los seres humanos hallamos una satisfacción posible allí donde desde el principio de realidad nos retorna frustración, podemos convenir que efectivamente el fantasma se constituye en un camino intermedio, en una vía abierta entre la enfermedad y la vida. Homóloga estructura de la neurosis...de transferencia. Arriesgo homóloga estructura para el sueño. Si bien la transferencia no es un texto, una de sus dimensiones permite de la misma forma que aquel, situar una superficie apta para la lectura y reescritura del metabolismo entre goce y deseo. Así, la puesta en acto de la realidad del inconciente posibilita a través del acto analítico que la actualidad de la interpretación haga corte. Digo, si la interpretación onírica tiene eficacia sólo por y en transferencia, y siendo ésta una re-producción en acto, lo que de actual produce el acto, es el corte mismo del sujeto. Interpretación y transferencia están ambas implicadas en el acto.

Entre el sueño y su texto, la transferencia. Si la transferencia se estructura como nudo inaugural de una cura, y como nueva neurosis emplea los mismos mecanismos de formación que la original; el carozo de una es el nódulo de la otra. Más aun, ese ombligo que el sueño muestra conectarnos con la nada –ficción fantasmática- es, como vacío central de la neurosis, su nudo. Gramática del fantasma que gracias al lenguaje permite apretar la representación del sujeto por el significante, soportado en su cifra.

Sería posible señalar entonces, que la transferencia como superficie de escritura, paño del cuerpo letrado, tiene a su disposición un texto onírico cuyos significantes retornan al sujeto por la fonematización del analista. La puntuación y la escansión, delimitarán un borde por cuyo agujero caiga un goce y advenga un saber con un plus, un nuevo goce adjunto.

Pero ¿qué es lo que hace posible la caída de una ilusión objetal? ¿Qué es lo que hace posible la articulación de saber y goce? El secreto a viva voz lo hallamos de la mano de la transferencia: el lenguaje es su condición; el inconciente, su posibilidad; el deseo del analista su agente operador y la voz del analista, su instrumento.

El factor bisagra entre saber y goce se soporta de la lectura analítica. La lectura de la letra por ejemplo en el sueño, que conceptualizado originariamente por Freud como rébus, lo convierte en escritura jeroglífica, dado que se produce una diferencia en la trasposición de las ideas latentes al contenido manifiesto. Freud advierte que las imágenes del rébus no logran decir el pensamiento del sueño, y su escritura onírica en imágenes atestigua de la imposibilidad del significante en revelar su verdad. Así lo menciona también en sus Conferencias de Introducción al psicoanálisis, cuando refiere que lo más perturbador respecto de la escritura jeroglífica es que no conoce una separación entre las palabras. Las imágenes van separadas sobre la superficie a intervalos regulares y en general no puede saberse si un signo pertenece todavía a la palabra que le precede o constituye el principio de una nueva. Siguiendo el ejemplo pero esta vez con la escritura china, añade que dicha lengua abunda en imprecisiones tales que podrían meternos miedo... La decisión se deja a cargo de la comprensión del oyente, que para ello se guía por el contexto.

Ergo, el sueño puede escribir el equívoco. Dependerá de ese poder discrecional, que el analista lea por la interpretación un trazo que soporte al significante, trazo que localice la estructura del mismo.

La interpretación del sueño, por la fonetización del trazo permite la lectura de la letra. Si entendemos la letra como la estructura que soporta al significante y como tal bordea entre saber inconciente y goce del objeto, litoral entre simbólico y real, advertimos que la letra requiere también de lo imaginario de la representación que halla su coherencia en lo preconciente.

Si aceptamos con Lacan que el lenguaje es lo real, y con Freud que las representaciones-palabra son preconcientes, deberá haber un terreno que habilite la trasposición y permita al discurso onírico decirse. Ya que por el lenguaje y la gramática se escribe, pero no se nombra. Entre el sueño y su texto, la transferencia genera una interpretación –siempre que el analista acuda a la cita- acto de corte interpretativo cuya chispa creadora resulte de la lectura de la letra como instancia en el inconciente. De esta forma lo que es del goce y borde de la letra, la interpretación lo "hace pasar" al inconciente, como Saber. Poiesis del inconciente y ganancia escritural para el sujeto.

¿De qué escritura se trata? El acto analítico opera sobre un discurso con un corte, desgajando lo que es del goce por un lado, y lo que es saber por otro. Veamos los términos en que Freud lo enuncia: "El discurso onírico presenta así la estructura de una argamasa constituída por grandes trozos de materias homogéneas unidas entre sí mediante un fuerte cemento". ¿No leeríamos allí, que la soldadura que proporciona el goce en el fantasma, llama al corte por la palabra? ¿No es acaso la interpretación de un sueño, la lectura de una letra que hallábase "a la espera" de un significante que despegue al sujeto por venir, posibilitando otra lectura? Paradoja de la letra, que cuidará el analista de su lectura, advertido que límite entre goce y saber, la letra escribe lo mejor y lo peor. El equívoco se conserva y traspone con las resonancias homofónicas que resulten de la lectura misma.

La estructura significante ordena estos efectos a los que el analista solo presta voz, su acto de lectura produce efectos en lo real. Por ello, podríamos decir que la lectura de la letra produce efectos de sentido en lo real. Solo esta lectura permite una escritura en transferencia, una escritura entre el sueño y su texto, una reescritura de la instancia de la letra en el inconciente.

Indicaba al principio de estas líneas, si los sueños hablaban del destino. Freud lo definía así: el destino, ese oscuro poder que sólo a una minoría humana les es dado conocer impersonalmente. Podríamos autorizarnos a continuarla. El oscuro poder que el sueño revela en su lectura es dado a conocer al sujeto a través de su relación al otro, elevado a superficie impersonal, radicalmente otro. Parecería que el horizonte de la letra es destinarse a la transferencia para que una lectura la pueda escribir con otro valor. Chance abierta a una de invención.

Los sueños no hablan del destino, destinan su habla y lo hacen por amor. Y en ello consistió el origen del psicoanálisis. Así, la historia analítica empezó a escriturarse. Por la letra de amor.

Fuente: efba

LA CREENCIA ES EN SÍ MISMA

Por:
DANIEL PAOLA


UNA NECESIDAD DE DISCURSO

“El arte de producir una necesidad de discurso”, es la frase con la que J. Lacan inicia la clase del 19 de enero de 1972, en oportunidad del Seminario 19, que denominó O peor. Las consideraciones sobre la creencia que voy a ofrecer en este texto, estarán fundamentadas en la lectura de los argumentos emitidos en esa oportunidad.
La necesidad, entiendo, es una referencia a la castración, en tanto es soporte de una ausencia de sentido original, preliminar al pasaje al acto fundante de la existencia del sujeto, según se lee a mi criterio, en el Seminario Lógica del Fantasma. Esa necesidad subyace escondida detrás del mito de la tragedia de Edipo, que S. Freud sistematizara en el así denominado complejo.
Todo mito implica una interpretación de la realidad que es falsa pero a la vez necesaria. La crítica al psicoanálisis aún retumba por este lado, perturbando la creencia en nuestra praxis por la vía de proclamar lo absurdo que sería considerar verdadero cualquier mito, sea el padre de la horda, el deseo sexual de Edipo sobre su madre, o incluso la laminilla lacaniana. La razón de esa falsedad subsiste, porque siempre existe quien cree que la excepción fundada sobre la ausencia psicogenética que se describe en el mito, es verdadera.
En realidad un mito es el sentido de relleno que se impone por la mencionada ausencia primordial, como lugar irreductible de la resistencia a la significación que establece la castración.
La ausencia de sentido es lo que implica al ser vaciado de significación, en tanto el sujeto, siendo falta en el lugar de ser el lenguaje, es quien habita la estructura del inconsciente. No hay para el psicoanálisis sino sentido creado a partir de esta pertenencia irreductible, que en el cuerpo encuentra su existencia. De aquí que J. Lacan planteara en la Lógica del Fantasma que no hay goce sino del cuerpo, como representación de la repetición de esa ausencia de sentido, que invoca el vacío de ser. Frente a esta situación no hay ser que no sea de lenguaje.
Dada esa ausencia de sentido no podría haber discurso que no deba recibir sentido de otro, para que después opere en sí mismo, tras la producción de un cierre. Ya antes J. Lacan había referido en el Seminario 11, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, ese cierre como propio del inconsciente, para implicar la presencia del analista en su tramado y la apertura como su opuesto inevitable en el sostén mediado por la interpretación.
Pienso que J. Lacan, con la palabra significancia, justamente trató, en la mencionada clase del Seminario O peor, de nominar aquello que pertenece por cierre al círculo de pertenencia al discurso.
La necesidad establece el pasaje de sentido de un discurso a otro. El psicoanálisis, por ejemplo, recibe influencia de la psicología, la termodinámica, la filosofía, la antropología, la sociología, la aritmética, la lingüística, la semiótica, la topología, etc.
Desde el momento en que el discurso analítico establece su modalidad, se produce una significancia que cierra la procedencia, dando un singular orden que haría a cualquier psicólogo, fisico, filósofo, antropólogo, sociólogo, matemático, lingüista, semiótico o topólogo, oponerse a conclusiones extradiscursivas, porque no encontrarían sino distorsionados, sus propios conceptos.
La necesidad es para el psicoanálisis lógica del significante, y antes de ser producida es inexistente. El inconsciente existe por la demostración que funda su inexistencia previa a la necesidad del discurso que lo representa. K. Marx es quien se encuentra en el principio del síntoma, por arrojar a la luz la inexistencia de la verdad, si no se considera la alienación del sujeto respecto a los bienes de producción. El síntoma a partir de ese momento se vincula a la verdad.
De esta forma el denominado goce opera siempre que conserve la inexistencia en su fundamentación radical, en tanto retorna del lugar vacío que ha dejado el ser. En este sentido, lo que tiende a demostrar el goce es que no hay más existencia que la metáfora, que a su vez lo hace radicalmente inexistente en el origen.
Pero esa inexistencia no es la nada, es el a posteriori o après coup que demuestra la lógica en la repetición de la necesidad. El après coup da la razón a la inexistencia de una marca que se repite. Por lo tanto, para el psicoanálisis la creencia no podría ser sino creencia en sí misma.
En otras palabras: no hay metalenguaje, sino significación del no-todo que aporta el resultado de la creencia en sí misma denominado falo. Es distinto por lo tanto decir que se repite la nada, que decir que se repite la inexistencia de ser que hace del sujeto estar estructurado como lenguaje.
Es lo mismo decir no hay metalenguaje, que decir que la creencia es en sí misma. El resultado que ha tenido esta producción de sentido en otros discursos, ha implicado muchas veces la forclusión del psicoanálisis como praxis .


LOS HUNDIDOS Y LOS SALVADOS

Escribe Primo Levi, en el capítulo cuatro de su libro Los Hundidos y los Salvados : “…hacía siglos que la lengua alemana había mostrado una aversión espontánea por las palabras de origen no germánico…; por eso el nazismo, que quería purificar todo, le quedaba muy poco que purificar en relación a la lengua.”
La lengua del Tercer Reich, al proponer la sigla L.T.I., vale decir Lingua Tertii Imperii, que habia surgido del filólogo judío alemán Klemperer, hacía una analogía irónica con otras cien (SS, SA…etc) que violentaban cualquier variable del lenguaje que se propusiera en cuanto al intercambio semántico en la lengua alemana. Así es como hubo campañas fascistas contra los dialectos y barbarismos, en directa pretensión de una pureza que no reconocería sino un origen único, en el que se descartarían todas las influencias.
¿Es en ese sentido que todos los discursos corren peligro? Diría que sí. Está en los fundamentos del inconsciente considerar la impureza del sentido en cuanto a su origen, pero esto no obvia que por efecto de la significancia de cierre, el discurso analítico corra el mismo riesgo de transformarse en una jerga propia de los campos de concentración, a la manera que describe P. Levi.
En la Proposición del 9 de octubre de 1967, J. Lacan escribió que el campo de concentración promueve una facticidad demasiado real que se torna mojigata, a diferencia de esa otra facticidad real que logra la lengua.
La jerga que propone P. Levi se puede establecer como facticidad real. En cambio, la que procura la lengua tiene otra alternativa menos terrorífica. Pero el efecto de cierre se encuentra tanto en uno como en otro, aunque los grados sean infinitamente diferentes.
Todo discurso corre el riesgo de cerrarse en una jerga, pero a su vez no vamos a combatir las palabras producidas por la significancia, porque corremos el riesgo de reducir a una nada nuestra producción. Si esto fuera así, habría que justificar todo cada vez que se habla o se escribe y el discurso perdería fuerza hasta agotarse por no delimitar un espacio.
De esta manera no habría que eludir la responsabilidad de decir Otro, goce, sentido, objeto a, transferencia, falo, repetición, inconsciente, pulsión, Uno, síntoma, inhibición, angustia etc. Si se elude la posibilidad de una significancia, se destruye un discurso.
No habría discurso que carezca de jerga. Sería preferible que el analista no desconozca que la jerga también le existe, pero sabiendo su inexistencia original, para estar abierto a la influencia permanente de otros discursos, que a su vez también presentan el mismo problema.
Por lo tanto, propondía que se diga jerga abierta, aunque en su formulación se diga de la contradicción de nombrar la apertura, cuando en realidad el problema proviene de la distorsión que provoca el cierre de la significancia.


LO NEUTRO

El curso sobre Lo Neutro, que Roland Barthes dio en el College de France, se desarrolló durante el año 1978. Considero que por esos años la teoría de J. Lacan se encontraba suficientemente desplegada como para influenciar al semiólogo literario, más allá incluso de la referencia que se pueda apreciar en su lectura .
Me refiero a que la difusión del discurso analítico que ofreció J. Lacan en su Seminario tiene una consecuencia sobre el imaginario del sujeto, debido al fundamento de la inexistencia que subyace detrás del goce, por provenir del vaciamiento del ser que implica el sujeto estructurado como un lenguaje.
Si el goce fracasa y su prueba es la repetición de la marca de una inexistencia siempre descubierta a posteriori, la influencia que establece en el imaginario del sujeto se podría asemejar al contenido de Lo Neutro que R. Barthes define en su Seminario.
Pienso por mi parte que neutralidad es consecuencia de inexistencia en términos de goce, como relevo de un vaciamiento de un ser que se acepta a la letra. Lo neutro no debería parecernos tan extraño para nuestra jerga, si leemos qué quiere decir R. Barthes con esta palabra.
Lo neutro se enlaza al tiempo suspendido que permite no comprender demasiado rápido, porque se hace necesario estar a expensas de lo impredicable. R. Barthes plantea que “lo Neutro querría una lengua sin predicación, donde los temas no estarían fichados (puestos en fichas e inmovilizados) por un predicado”
Para abolir el paradigma sujeto/predicado recurre lo Neutro al adjetivo sustantivado de manera que poniendo un ejemplo, seria dificil de fichar lo húmedo, pero no la humedad. Todo lo que sea dificil de fichar es neutro.
Es obvio que el término sujeto para R. Barthes no es el mismo que para J. Lacan. El semiólogo apunta a algo que nosotros conocemos bien, en términos de nuestra práctica, como imposible. Por tal motivo se ha señalado el obstáculo que es transmitir el psicoanálisis en la Universidad, con la captación fácil del concepto por parte del alumno, que elude el análisis del analista hasta el límite tolerable, porque allí la comprensión es rápida y con pleno desconocimiento del cuestionamiento al concepto.
Para R. Barthes “Lo Neutro se rehúsa a reconocer el trono del concepto…Lo Neutro juega sobre el filo de la navaja…es denegación de lo único” . No se trata de concebir la inexistencia del concepto, sino de no rendirle culto y en todo caso, amarlo, dejando ser atrapado por él. Lo Neutro reconoce la posición servil que necesita el concepto para existir, y así lo denuncia en acto.
La creencia en sí misma, que determina un imaginario formado en la negación del metalenguaje que produce el discurso analítico, no tendría que generar un sujeto con una enunciación en la que el concepto sea el agente amo. El concepto es el objeto a que cuestiona la misma dimensión del concepto y que como tal cae para constituírse en agente.
Según R. Barthes Lo Neutro consistiría en asumir un contacto no explicitado con la muerte, y sobre todo, no teológico. Para el psicoanalista se reemplaza la muerte explícita por otra muerte que se genera en el cruce del sujeto con el significante en el campo de lo simbólico, siempre por venir en un movimiento après coup.
Creo entender que “la extraordinaria audacia de ese Neutro” viene de la belleza inesperada de la metáfora y depende de ella. Para el psicoanálisis creado por J. Lacan, lo inesperado de la metáfora es lo simbólico, donde el sujeto cree por carecer de un ser que no sea de lenguaje.
Por los motivos aquí expuestos, fue que hace unos años me autoricé a titular un Seminario que realicé en la E.F.B.A. con el nombre de Lo Inconsciente, sin la menor intención de arrogarme nada y sin la pretensión de ningún establecimiento conceptual.

LA MELANCOLÍA

El estatuto del deseo, para nuestra praxis, se presenta como la esencia de la eficacia de la transferencia y se encuentra ligado a la intimidad del acto no cualquiera que J. Lacan denominó analítico. El acto a secas en cambio, podría ser cruzar el río Rubicón de César o cualquier otro que signe un antes o un después.
Se necesita que el sujeto subsista en la escena para que el acto sea posible. En esa medida también la jerga pone a nuestra disposición el denominado pasaje al acto, cuando el sujeto desaparece por completo recortando un espacio propio del objeto a que aún no fue puesto en función discursiva. Pero siempre es cuestión de diferenciar acto de acto analítico.
Del deseo al acto analítico, encontramos los analistas la referencia al Otro como campo del lenguaje que determina la sujeción a la letra, en tanto ética de lo posible que no desconoce la ley. Los psicoanalistas no somos juristas, aunque ese campo no nos resulte extraño, porque el deseo produce su propia ley éticamente posible, inscripta en un acto que subvierte al sujeto de un campo de goce que lo aprisiona por desconocimiento de su fracaso.
Como diferencia, un acto a secas no tiene por qué subvertir al sujeto en su campo de goce, ni delimita una ética como sí lo hace el discurso analítico.
Ahora bien, cuando leemos a autores de prestigio, tal vez nos encontremos con sorpresas en lo relativo a este punto. Giorgio Agamben, reconocido filósofo de nuestro tiempo, en su libro Estancias /La palabra y el fantasma en la cultura occidental, parece desconocer que es distinto decir Melancolía según el discurso en el que se lo precise .
Así es como se expresa G.Agamben sobre la Melancolía: “El psicoanálisis parece haber llegado aquí a conclusiones muy semejantes a aquellas a las que apuntaba la intuición psicológica de los padres de la Iglesia”.
Es indudable que el filósofo se refiere al concepto de pérdida sin que se logre saber qué es lo que se ha perdido, que aparece mencionado en Duelo y Melancolía de S. Freud.
Me permito decir entonces que si el estatuto del objeto implica que está perdido desde el inicio, para J. Lacan esta afirmación corresponde a encontrar otro destino para la pulsión que no sea su ineficacia, manifestada de forma paradigmática, según creo, en la melancolía.
Muchos análisis pueden melancolizar, porque la estructura implica ese encuentro y el paciente se desespera para que le ayudemos a encontrar un sentido. Los melancólicos demandan análisis porque sufren y se esperanzan en encontrar la letra que los empuje hacia la pulsión.
Es verdad que muchas veces el analista no puede encontrar un mejor destino, pero no por eso que nuestra práctica puede desembocar en la alabanza de un estado melancólico -como sí hace G. Agamben- que se reconoce por lo insoportable que resulta para el analizante si se experimenta en transferencia.
Así es como se expresa G. Agamben: “…la melancolía no sería tanto reacción regresiva ante la perdida del objeto de amor, sino la capacidad fantasmática de hacer aparecer como perdido un objeto inapropiable”.
Si el autor se refiere al psicoanálisis, comparándolo con la Iglesia, tendría que tener en cuenta primero que Melancolía y fantasma son incompatibles, y que nuestro estatuto de objeto a es siempre inapropiable.
Plantear por lo tanto la Melancolía como producto de “la manducación canibalesca que destruye y a la vez incorpora el objeto de la libido” , implica ignorar que el concepto se genera por canibalismo, en la medida que el caníbal sólo es après coup de su ingesta y que la incorporación siempre raya en la inexistencia de la que antes hablaba.
Pero sin embargo la lectura de G. Agamben me resulta imprescindible, me influencia, y me devuelve tres conclusiones interesantes: 1) es posible que todo discurso tienda a devorar a otro y eso es precisamente lo que debería evitarse 2) no hay otra posibilidad para la ética del psicoanalista, que aceptar un sentido del sujeto analizante que a él se le escapa, en tanto sólo se interpreta a posteriori 3) la melancolía es un fin posible en la dirección de la cura, si el analista confunde nada con inexistencia y si la estructura lo permite, y 4) así como hay diferencia entre acto y acto analítico, hay diferencia entre la Melancolía que la Iglesia siempre liga a la acidia y esa otra Melancolía, que el psicoanálisis, desde S.Freud, liga a la imposibilidad de existencia de un duelo, en cuanto a la marca de la inexistencia que es la repetición.


LA ÉTICA

Hasta aquí he intentado demostrar por qué el discurso analítico es el precursor del hecho que la creencia sea creencia en sí misma. Esto ha producido conclusiones interesantes del filósofo Slavok Zizek en su libro La Suspensión política de la ética.
Zizek afirma que “todo se convierte en interpretación, el inconsciente se interpreta a sí mismo” y la eficacia del psicoanalista pierde eficacia simbólica dejando intacto al síntoma en la inmediatez de su “goce idiótico”.
Es indudablemente cierto que los psicoanalistas tenemos un problema con el concepto de síntoma hasta el extremo que J. Lacan, ha denominado sinthome a lo radical de su existencia de sentido en la pasión imposible de reducir.
Pero que S. Zizek escriba que “lo que ocurre en el tratamiento psicoanalítico es estrictamente homólogo a la respuesta del skinhead neonazi” , porque tanto uno como otro apela a la decreciente movilidad social, a la inseguridad en aumento, a la desintegración de la autoridad paterna, y a la ausencia del amor maternal como legitimización ideológica, merece un momento de reflexión.
Nuestro campo de concentración marcado por el discurso analítico, señala dos razas, una de hombre y otra de mujer. Se podría decir siguiendo a J. Lacan en L´Etourdit, que ese es nuestro aporte inevitable. Pero la diferencia es que nadie podría en el curso de un análisis decir que es hombre o que es mujer sino es en función del falo, y esto entonces termina por romper ese campo de concentración inicial.
El campo del discurso analítico no sólo es cierre que determina la presencia-resistencia del analista ó la significancia de su jerga, sino tambien la apertura que rompe el campo de concentración de lo real a secas.
Que el analista se encuentre convocado a generar mitos; si bien es inevitable, indudablemente provoca errores de interpretación sobre nuestra práctica. Tal vez haya llegado la hora en que nuestra praxis se encuentre en la obligación de hacer silencio, en lugar de entrometerse con lo social.
Porque para hablar por fuera de la transferencia no se producen sino mitos que rellenan de sentido la ausencia primordial. Mi hipótesis señala entonces, que no habría más posibilidad que errar al producir extensión del psicoanálisis y vérselas con el fracaso. El goce fracasa desde el inicio hasta el final y allí se encuentra la fuente constante de la pulsión.
Nuevamente, no sería posible que hubiera podido sustentar esta idea, sin que S. Zizek me hubiera recordado del problema que presenta el psicoanálisis, por lo inefable que resulta la transmisión de la presencia del analista en la producción inconsciente mediatizada por la transferencia.


DISTORSIÓN Y CIERRE

Sobre esta ausencia primordial de sentido el filósofo Ernesto Laclau, en su libro Misticismo, Retórica y Política, nos acerca interesantes conclusiones sobre el tema que incumbe en la actualidad a diferentes discursos sociales.
Parto de la idea de aceptar que hay cuatro discursos para el psicoanálisis. Pero esto no impide saber que otros se sirven del término discurso de manera diferente de como lo ha hecho J. Lacan.
Así es como expresa E. Laclau el problema, que he intentado presentar: 1) todos los discursos que organizan las prácticas sociales están al mismo nivel y son a la vez, inconmensurables los unos con los otros 2) nociones tales como “distorsión” y “falsa representación” pierden todo sentido
Por tal motivo la lectura que E. Laclau, establece también que no habría ningún fundamento extradiscursivo para formular una crítica de la ideología. En otras palabras, declara que este tiempo post-moderno se caracteriza por la falta de metalenguaje. Hasta aquí, el psicoanalista tendría que coincidir con su apreciación.
Pero a diferencia de Laclau, es indudable que los analistas lacanianos compartimos esta afirmación con la suposición que este salto epistemológico sea perdurable.
La distorsión, que antes intenté definir también en nuestros términos de discurso, no es abandonada, afirma E.Laclau, “sino que pasa a ser la herramienta central en el desmantelamiento de toda operación metalingüística”.
Pero para el psicoanalista, la herramienta de desmantelamiento es el inconciente que distorsiona por la existencia del sujeto cualquier objetividad posible.
De esta forma la idea de cierre discursivo pasa a ser la forma más alta de no-reconocimiento para E. Laclau. “Si el sentido original es ilusorio y la operación distorsiva consiste en crear esa ilusión” , esto es como decir que “la operación de cierre es imposible pero al mismo tiempo necesaria” .
Creo que estoy de acuerdo. Toda operación de cierre discursivo es imposible, porque no hay discurso que no reciba de otro su propio mensaje en forma invertida, y además es necesario, en tanto es imposible, desprenderse del cierre como concepto.
Pero aquí la posición de Laclau se encuentra en posición crítica respecto del concepto de cierre, mientras que para el psicoanalista, sin ese cierre no hay actividad inconsciente en discurso porque se trata de la presencia-resistencia del que se encuentra como agente generando interpretación.
Así como reconozco la filosofía y la cierro en mi discurso analítico con otra forma, pero sin desconocerla, también el inconsciente es cerrado en el discurso filosófico y distorsionado, según creo, de otra forma: “la encarnación de un objeto imposible en un cuerpo particular que no pasaría a través de una relación equivalencial entre particularidades, implicaría la atribución arbitraria de un nuevo sentido a un termino que lo precede, con el resultado de que entre los dos sentidos habría una simple relación equívoca…”
Por lo tanto mi hipótesis en este párrafo se refiere a demostrar cómo el inconsciente penetra en otros discursos, como lo hace en E. Laclau, y es distorsionado.
Porque por nuestra parte deberíamos responder que: 1) el objeto imposible al que Laclau se refiere es el objeto a, 2) el cuerpo es el del síntoma del analizante en el cuerpo del analista durante la transferencia; 3) la interpretación no es una cuestión fálica de equivalencias; 4) el nuevo sentido es el equívoco como lapsus del inconsciente, que llevaría a un nuevo discurso.
Como se podrá apreciar, nos vuelve invertido el problema del reconocimiento que J. Lacan hizo pasar por la cuestión de la nominación. Es preciso nominar como acto creador de sentido, porque el no-reconocimiento es el precio que se paga siempre. Hay distorsión, y todo discurso la sostiene.
Es cierto que existe el no-reconocimiento que Laclau denuncia, pero con el psicoanálisis la cosa es peor, porque hay evidencia, como nos demostró de inicio J. Lacan, de que se lo forcluye
E. Laclau produce una forclusión del inconsciente en su obra, que va más allá del no-reconocimiento, porque en su misma característica, la dimensión del lapsus, se origina en una plena falta de sentido, y eso se transmite.
Pero no por eso los psicoanalistas tendrían que callar una verdad en cuanto una cosa es el no-reconocimiento y otra la forclusión. El inconsciente puede forcluirse, no solamente en la ciencia. Todo discurso puede hacerlo por igual. Incluso el mismo discurso analítico puede, entonces, forcluirse a sí mismo.
La falsa representación, el otro término en cuestión, apunta en E. Laclau al sentido objetivo de la ideología, en tanto se presencia en la actualidad su colapso. Al mismo tiempo, la dimensión del sujeto estructurado como un lenguaje, ordena un discurso del analista en el que la ideología colapsa en forma necesaria como un sistema absoluto, porque no hay sino falta de objeto.
La diferencia es que, para sostener esta falsedad ideológica, el psicoanálisis cuenta con el encuentro de la repetición para hacer un viraje de la nada a la inexistencia.
A diferencia de la filosofía de E. Laclau, el colapso de la ideología, para el discurso del psicoanálisis, se sostiene si el sujeto puede fundar una existencia del inconsciente a posteriori, capaz del encuentro con un sentido nuevo (en tanto real), aunque sea ilusorio por no poder desprenderse de ser imaginario.
E. Laclau me brinda la oportunidad, con su brillante retórica, de volver a pensar en el discurso analítico y descreer que sería el único que podría forcluirse. Todos los discursos, en última instancia, no cesan de no incribirse en otro por efecto del fenómeno de cierre.
Habría una forclusión para toda constitución discursiva, que J. Lacan denominó de sentido en el Seminario Le Sinthome. Pero una cosa es el reconocimiento del no-reconocimiento, y otra la forclusión no reconocida.


EL LENGUAJE

-“¿A qué llamado responde el lenguaje?”- pregunta Pascal Quignard en su Retórica Especulativa . En su obra nos presenta a Marcus Fronton, consejero del príncipe M. Aurelio, quien aproximadamente en el año 139 escribió: “La metáfora al transportar la imagen que soporta el objeto hacia otra, la torna más ligera y la hace menos aguda al multiplicar su visión. Esa translatio es similar, gracias al lenguaje, a lo que le sucede a quienes llevan un pesado fardo sobre el hombro, cuando hacen pasar la carga del hombro derecho al izquierdo, y el cambio parece un alivio”
Se trataría, para P. Quignard, de una suerte de fermentación de las metáforas, conducente al “viraje rápido” y “la agilidad del cuerpo de la frase para darse vuelta” , para admirar lo inesperado y sorpresivo y hacer del lenguaje una “ráfaga, como potencialidad nunca fijada” . También agrega: “dentro de la devoción al lenguaje, nada permite detenerse en un efecto del lenguaje y considerarlo como la fuente del lenguaje”
De esta forma, siempre según P. Quignard, el lenguaje no podría detenerse en una voz, ni en una lengua, ni en un libro, siendo por lo tanto un constante alivio si se libera a la palabra de su peso y no se toma al lenguaje como totalidad.
Leo a este autor como si fuera un poeta. Pero como diferencia, es preciso insistir en que el psicoanálisis reduce el arte a la necesidad de su discurso. En otras palabras, el psicoanálisis no es un arte en sí mismo, como sí podría serlo la poesía.
Para el psicoanalista, la voz se detiene en el concepto de pulsión invocante, el lenguaje no existe sin lalengua, y el Inconsciente no existiría sin la Traumdeutung.


fuente: efba

domingo, 18 de noviembre de 2007

La última historia que uno se cuenta

Por:
L. Katz


1- Una paradoja del pase
El pase es paradojal: por un lado, se trata de una ficción; por otro, es una invitación al realismo, es decir, a ser engañados por lo real sin contarse historias " como dice Miller en su curso "El lugar y el lazo"
Hay una tensión: por un lado, en un psicoanálisis se cuentan historias, y en el pase, también se trata aún de una historia, de la última historia que el sujeto se cuenta a propósito de lo real.
Desde esta perspectiva podemos decir que los efectos terapéuticos no son aún la última historia; porque muchos de ellos quedan aún del lado de la novela, del lado de los amores del sujeto por el lenguaje.
Sin embargo ¿ qué hay más allá? Hay la última historia que el sujeto se cuenta, ese es el síntoma en su nuevo valor, es el síntoma en singular, que sería lo único real que no excluiría el sentido.
Aún así, el pase es todavía un modo de contar esa última historia.
El analista de la Escuela que nominó nuestro cartel, nos enseña que tuvo que hacer una "tranche", otra vuelta, un segundo análisis –en este caso con el mismo analista- para contar la última historia que es ruptura y vacío y al mismo tiempo es el camino por el que el sujeto encuentra su diferencia.

2- La pacificación del sufrimiento
El dispositivo del pase, además de su función de investigación en torno a los finales de análisis, constituye un espacio privilegiado para situar los efectos terapéuticos, su caracterización y sus razones.
Por un lado, las razones que los mismos pasantes dan de dichos efectos, por otro, las que el cartel elabora a partir de la escucha de la transmisión de los pasadores.
Nuestro cartel ha obtenido algunas enseñanzas acerca de los efectos terapéuticos, y es lo que hoy, desde mi experiencia del cartel quiero transmitir aquí.
En la heterogeneidad de los recorridos el cartel se ha encontrado con testimonios de pasantes sumamente valiosos en cuanto al relato de su novela familiar, también pudo constatar en mayor o menor medida un saldo terapéutico y una ganancia de saber.
La diversidad de las problemáticas subjetivas muestra cierta constante: los testimonios acentuaban la "pacificación del sufrimiento" y ubicaban un movimiento, un franqueamiento del plano de algunas identificaciones y del lazo con los significantes amos.

3- El peligro de curarse
A veces, esta pacificación puede resultar peligrosa como ya lo había advertido Freud en 1919, en su conferencia "nuevos caminos de la terapia psicoanalítica". Una vez más nos encontramos con la actualidad de Freud, lo cito: "Por cruel que suene, debemos cuidar que el padecer del enfermo no termine prematuramente en una medida decisiva. Si la desvalorización de los síntomas lo han mitigado, tenemos que erigirlo en alguna otra parte..., de lo contrario, corremos el riesgo de no conseguir nunca otra cosa que mejorías modestas y no duraderas". Algo de esto ocurrió en el primer análisis del AE del que ya hice referencia. El sujeto encontró una solución terapéutica "efectiva, pero temporaria". Pasó de la impotencia a la potencia. Creyó haber salido de la impotencia por haber matado al padre, y por cruel que suene, el peligro de curarse lo llevó a una salida prematura del análisis; lo que produjo que el sufrimiento se erigiera en otro lugar.
El sujeto creía que era posible ir más allá del padre sin servirse de él.

4- La movilidad del falo
En otro de los casos, el cartel pudo constatar los efectos terapéuticos del análisis relacionados con la trama edípica. Se trata de un sujeto femenino.
Por la vía de la madre hay cierto apaciguamiento del estrago. Hay caída de la identificación a la crueldad y a la impiedad materna.
Hay una mirada que se suaviza por la salida de la repetición edípica en su dimensión trágica.
Sin embargo, por la vía paterna, aún está acentuada la vertiente de la repetición en la elección de los partenaires: repite con los hombres el encuentro de goce con el padre, lo que la lleva a una cierta inmovilidad de su condición erótica.
Hay que destacar que por las dos vías hay apaciguamiento como efecto terapéutico. El cartel entendió que dicho efecto hallaba su razón fundamental en la propiciación de la movilidad del falo, hasta ese momento encarnado de modo fijo en el partenaire.
En este caso, los efectos terapéuticos del análisis, produjeron una modificación en la práctica.

5- De la parálisis al movimiento
En otro de los casos un sujeto femenino se veía llevado a representar los dos sexos. Creencia sostenida en las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad; creencia en la que el sujeto se refugiaba: tenía que representarse a sí misma y a un hermano muerto muy prematuramente, que quedaba como resto en su cuerpo, lo que se expresaba en un síntoma conversivo que "paralizaba" al sujeto. La caída de una identificación pudo liberar al sujeto de la alienación imaginaria. Los efectos terapéuticos se producen al caer la creencia en su fantasía hermafrodita. Deja de representar los dos sexos y se separa de los dichos maternos y paternos que la condenaban y aniquilaban su diferencia.
Se desprende del doble, lo que dio lugar a un "movimiento". El entusiasmo por el "movimiento" condujo a la salida prematura del análisis.

6- Una regulación de goce
En otro caso, una identificación viril y un síntoma de la neurosis infantil, lleva al sujeto a una querella permanente con los hombres y a la angustia frente al deseo del Otro.
El síntoma cardinal de la angustia que lanzaba al sujeto a la acción y a "un desborde de goce" se conectaba con quedar a merced del estrago del Otro materno.
El cartel pudo constatar la eficacia terapéutica ligada a la rectificación de la función paterna. Esto fue caracterizado por la pasante como la obtención de "una regulación de goce" a partir de "poner una válvula al goce".
Cae la identificación viril, y hay una ganancia de saber en relación a la posición del sujeto frente al deseo del Otro.
Esta cura, muestra el éxito de una regulación a nivel edípico, que permitió constatar una vez más, la eficacia terapéutica del buen uso del Nombre del padre cuando éste se reconoce en su dignidad instrumental".
Este caso nos enseña que para que haya efectos terapéuticos hay que valerse del Nombre del padre. Sin embargo aún no hay un más allá, no hay un Otro inconsistente.

7-Los efectos terapéuticos y el fin de análisis
En el caso del AE voy a ubicar tres efectos terapéuticos:
a) Se recupera de los tropiezos de la tartamudez en tanto deja de "ser el dije" de la madre, es decir deja de ser dicho por ella, lo cual le permite recuperar un habla.
b) En la vertiente de la condición amorosa, el sujeto elegía del lado de la "elección particular" en el sentido freudiano. El análisis le permitió atravesar esta cuestión, lo que modificó la repetición de goce y la condición amorosa misma.
c) Llamó la atención del Cartel que fuera el experimentar un sentimiento de culpa, tras un lapsus, lo que condujo al pasante al dispositivo: la culpabilidad por no haber testimoniado aún de su experiencia ante el Otro de la Escuela. En esta serie, pudo aislarse con precisión como la resolución del síntoma, ligado a la creencia en la "palabra salvadora", introdujo un cambio en la práctica que podría resumirse como un saber hacer sin la palabra salvadora. Se trataba de "un curarse de la culpa" en tanto analista, pero no en tanto sujeto.
Finalmente, el cartel ha sido enseñado de que también en el caso en que hubo un final de análisis, que concluyó con una nominación, se constataron efectos terapéuticos. Esta precisión, aunque limitada, exige prudencia en cuanto a una generalización.

El dispositivo del pase

La formación de los analistas siempre fue una preocupación de Lacan, pero también lo fue la de suministrarle a la comunidad los testimonios válidos sobre esta formación.
Para Freud, lo esencial de la formación del psicoanalista consistía en un cierto efecto obtenido sobre el sujeto gracias a la cura analítica en la que estaba comprometido con fines didácticos. Lacan también quiso que los psicoanalistas se recluten a partir del examen de su relación al inconsciente y al psicoanálisis, tomando como punto de partida su experiencia como analizantes. Esta relación se resume en una palabra que está en el corazón de la práctica: el deseo del analista. Este deseo puede surgir en el punto en el que el sujeto descubre -como analizante- de qué está hecho el deseo de un analista.
Lacan propuso que el analizante, devenido así analista al final de su análisis, pueda testimoniar frente a sus colegas sobre este deseo, propio de cada practicante, en una experiencia original que él llamó "el pase".
En su texto La Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, Lacan propone el procedimiento del pase y lo fundamenta así:
"Nuestra única elección está entre enfrentar la verdad o ridiculizar nuestro saber. Esta sombra espesa que recubre ese empalme del que aquí me ocupo, ese en el que el psicoanalizante pasa a psicoanalista, es aquello que nuestra Escuela puede dedicarse a disipar. No estoy más adelantado que ustedes en esta obra que no puede ser realizadas a solas, ya que el psicoanálisis brinda su acceso"
En tanto el pase es un dispositivo inherente al concepto mismo de Escuela e inventado por Lacan para investigar qué es el fin de análisis en correlación con el deseo del analista, esta investigación se realiza a partir de los testimonios de cada sujeto analizado decidido a transmitir lo pertinente sobre estos dos temas de interés para la comunidad psicoanalítica.
Asimismo, el pase es, para el analizado, una nueva forma de lazo transferencial concluido su análisis, esta vez con la Escuela y la causa psicoanalítica.
Eric Laurent lo explica así en su texto The Ends of Psychoanalysis and the Procedure of the Pass:
"Así, el programa de trabajo que Lacan nos ha propuesto es el de construir una institución psicoanalítica que toma en cuenta un horizonte de destitución de las identificaciones (...), sin por eso aceptar la perspectiva cínica del sujeto que es amo de su goce gracias a una transferencia reducida para siempre a cero. La ambición de Lacan fue demostrar a la comunidad analítica, no solo a la de sus alumnos, que la verdad del psicoanálisis permitía a las singularidades sostenerse juntas, enlazadas no por un ideal, sino a través de una transferencia con el psicoanálisis, una transferencia con el discurso analítico. Esta transferencia es otro nombre para el deseo del analista"
El procedimiento del pase se pone en marcha cuando el sujeto dirige su demanda de testimoniar a la instancia del Secretariado del pase, que evalúa su pertinencia. El segundo paso consiste en el sorteo de dos "pasadores" quienes, por separado, escuchan el testimonio dado por el "pasante". El pasador está en condiciones de escuchar al pasante en tanto él mismo está en la etapa previa al final de su propio análisis.
Concluido este paso, el Secretariado sortea o elige a uno de los Carteles del pase ante cuyos integrantes los pasadores, a su vez, "pasan", retransmiten el testimonio escuchado del pasante. El Cartel del pase es un jurado cuyo juicio sobre lo escuchado tiene la particularidad de emitirse desde una posición que -por ser la de no saber todo sobre la experiencia del fin del análisis y el deseo del analista- consiste en haberse dejado enseñar por lo singular de cada transmisión sobre estos dos puntos cruciales para el psicoanálisis.
Si el Cartel del pase considera que el testimonio corresponde a un fin de análisis, le otorga al pasante la nominación de AE (analista de la Escuela).
Se presentan a continuación algunas palabras-claves, orientadoras para acceder a algunos textos en los que distintos autores plantean sus elaboraciones sobre el dispositivo del pase:
- Pase y contingencia (conexión con el texto de Miller "Esiste la passe perfetta")
- Pase y transfinito (conexión con el texto de Miller "Vers un signifiant nouveau")
- Pase y enseñanza: (conexión con el texto de Leserre "Lo que el pase nos enseña, ¿cómo enseñarlo?")
- Pase y experiencia de lo real (conexión con el texto de Rennó Lima "De onde vem os analistas? Do umbigo do sonho")
- Pase y deseo inédito (conexión con el texto de Solano "Vouloir ce qu'on desire")

Textos de referencia
> Brodsky, Graciela: ¿Dónde encontrar al AME? (español)
> Lacan, Jacques: La Proposición del 9 de octubre de 1967 (español, francés y portugués)
> Laurent, Eric: The Ends of Psychoanalysis and the Procedure of the Pass (inglés) Leserre, Aníbal: Lo que el pase nos enseña, ¿cómo enseñarlo? (español).
> Miller, Jacques-Alain: Esiste la passe perfetta? (italiano).
> Miller, Jacques-Alain Vers un signifiant nouveau (francés)
> Rennó Lima Celso: De onde vem os analistas? Do umbigo do sonho (portugués). Solano-Suárez, Estela: Vouloir ce qu'on desire (francés)


Fuente: Wapol

viernes, 16 de noviembre de 2007

Crítica al abuso de psicofármacos en los tratamientos psiquiátricos

Un psiquiatra atribuye a la acción de la industria farmacéutica la aparición de nuevas patologías mentales y advierte sobre medicar a los niños.

“El mercado de la industria farmacéutica es el segundo, en el mundo, luego del de las armas. Como tal, es el que impone nuevas ofertas”, afirma el psiquiatra y psicoanalista Emilio Vaschetto, para explicar la invasión de “nuevas enfermedades mentales” que circulan en este siglo XXI. Vaschetto es docente de la Facultad de Medicina de la UBA, médico del Hospital Central San Isidro (Buenos Aires) y miembro de las asociaciones de Psiquiatras Argentinos y Mundial de Psicoanálisis. “El mercado de los fármacos oferta nuevos síntomas para proveer respuestas o satisfacciones inmediatas a eso que él mismo propone. Impone como problema, por ejemplo, el trastorno explosivo intermitente (personas que golpean a alguien en la calle, con rabietas). Y ni hablar de la inclinación preventiva por parte de la psiquiatría de medicar a los niños con el famoso ADD o la medicación de los niños por depresión”, advierte Vaschetto, que participó en Tucumán en las Segundas Jornadas anuales de la Asociación Freudiana de Psicoanálisis.
-¿Qué otros factores contribuyen a este estallido de síntomas a los que hoy se califica como patologías mentales?
-Está lo que se llama la caída de la función paterna; el crepúsculo de esos ideales que sostenían a los sujetos, que es propio del estado de bienestar. Y hay un acontecimiento histórico bastante claro, que marcó una época, que es la caída de las Torres Gemelas, con el significante “terrorismo”. O nuestro 2001, en Argentina. Hay lo que nosotros llamamos una “explosión de significantes”: palabras en las cuales alguien empieza a encontrar un lugar. Y hay palabras muy efectivas, como depresión, que tiene una historia y que parecieran querer decir lo mismo desde la Grecia clásica hasta nuestros días. Pero no es así: depresión puede ser un cuadro clínico grave, como puede ser una melancolía; puede referirse a un hecho clínico concreto y verificable, por el cual alguien no sale de la cama, no puede levantarse ni pensar, y necesita un recurso farmacológico. O puede ser: “yo no quiero saber nada de mi deseo”. Y hay otros términos, como el de bipolaridad, que son también muy efectivos. O el ataque de pánico, que tambien es una moda. Y sobre esos significantes se montan respuestas automáticas, que son los medicamentos, los psicotrópicos, los psicofármacos.

-¿Cómo operan?
- Los psicofármacos obturan lo que es la dimensión más humana. ¿Por qué alguien no puede tolerar algo de tristeza; aunque sea un mínimo de la angustia, para poder saber algo acerca de su síntoma? Este es el desafío que propone el psicoanálisis.

-¿Usted recurre a medicamentos para sus pacientes?
- Yo estoy en un servicio de salud mental y uso medicamentos, pero no me alieno al imperativo de lo que se llama el “rol actual del psiquiatra”, sino que lo utilizo como una dimensión clínica, que me ayuda para poder leer de una manera un poco más precisa el padecimiento humano. Me parece que la psiquiatría tiene mucho para darle al psicoanálisis. Es una disciplina médica que se lleva muy bien con el psicoanálisis de orientación lacaniana.


Fuente: La gaceta

Violencia sexual contra niños y niñas en las organizaciones familiares

“El modo de producción de lo simbólico en las familias actuales, cuando se trata de hijos niños y niñas, actualiza y perfecciona la capacidad destructiva de los adultos.”


Por Eva Giberti

Cada época y cada tiempo propone y realiza sus propias modalidades históricas: contamos con las caracterizaciones de las diversas épocas según sea su arte, su ciencia, su economía y sus avatares políticos.

De lo cual resulta el modo de producción de lo simbólico y los distintos modos de subjetivación que se construyen en cada época. O sea, por una parte las modalidades históricas y por otro, el carácter simbólico que define al sujeto. Ambas enlazadas.

¿Qué encontramos como simbólica estructural y estructurante en el principio de la vida? La familia en tanto soporte de la criatura que nace desvalida.

El modo de producción de lo simbólico en las familias actuales, cuando se trata de hijos niños y niñas actualiza y perfecciona la capacidad destructiva de los adultos, históricamente reconocidas en los textos que se ocupan de la historia de la niñez. Encontramos una concepción del hijo como criatura destinada a la satisfacción del adulto mediatizada hoy por la aparición de nuevas tecnologías que favorecen la aparición de una simbólica brutal (asesinatos de niños en tevé y otras).

La violencia antigua contra los chicos, omito enunciar épocas y países, se apoyaba en un significativo argumento: proteger a la sociedad de seres peligrosos y en paralelo se alentaba una educación que garantizase la disciplina como soporte de la ley y lo moral, tanto en casas de familia cuanto en las instituciones

Hoy podemos pensar que el maltrato es mero ataque y búsqueda de satisfacción narcisista. No encontramos argumento como lo había antaño para el goce logrado mediante las violencias, jugando la hipótesis de que los chicos merecían, por sus falencias, ser castigados para aprender.

Actualmente estamos mucho peor porque además de gozar maltratándolos sabemos cuánto importan los malos tratos en la subjetivación. Las violencias contra los chicos, ahora establecidas como parte de la cotidianidad sin argumentos salvadores, nos hablan de quiénes somos.

Se ha comenzado a estudiar, mediante hipótesis nuevas, cómo se compaginan las actuales formas de violencia contra los chicos.

Perspectiva clínica hoy

Se piensa en un tipo de lógica particular que recién comienza a ser aplicada para comprender estas formas de violencia. Es una perspectiva adosada a los actuales criterios de las lógicas de la inhumanidad ilustrada paradigmáticamente por la trata de niñas, los niños y niñas prostituidos, con frecuencia entregados por sus padres.

Los chicos víctimas de violencias sexuales en sus familias quedan posicionados en una interfase horrorosa: entre precisar de sus padres y por otra parte, si se produce la denuncia, enfrentarse con los jueces ante los cuales deben exponer sus narraciones. Entre dos autoridades máximas, entre dos montañas de poder, las criaturas instalan su propio valle de lágrimas y de silencios.

Este es el punto de inflexión entre la víctima y el victimario. Cuando la niña describe los hechos, por una parte se alivia, pero para los adultos, toda confesión asocia culpa. Por eso contar lo sucedido inevitablemente arrastra un pliegue de culpa en el ámbito del derecho de la víctima. Los chicos se tornan sospechosos porque sus palabras se convierten en denuncias que dejan al descubierto que los adultos son miserables, repugnantes y cobardes.

Cada narración de un niño víctima ilumina un modo de ser de sus padres, el que corresponde a la génesis del espanto que los adultos producen por acción u amenaza.

En los incestos los padres recurren al desconcierto de la víctima, gestado por la confianza que ese adulto despertó en la criatura. Se viola, seducción mediante recurriendo a la relación en estado hipnótico en que se sumerge la niña ante el padre y su estupor por lo que le sucede. Ese estado de inermidad es el que fogonea el deseo adulto ante la víctima subordinada.

Los niños elegidos para el maltrato parecerían mostrarse como incapaces de defenderse. Los adultos frente a esa falta de recurso se alteran (“se brotan”) frente a esos niños, o sea en contra de toda lógica convencional que debería promover su protección. No se piensa en psicosis sino reacción ante la pura situación de desvalimiento,

Avanzan contra el chico tratando de absorber la energía vital, una forma de la vampirización creyendo que poseyéndolo chupan la energía que a ellos les falta. Pero es al revés, la criatura lo contagia de su propia desvitalización cuando no logra escapar.

Las víctimas quedan impávidas, paralizadas, sin poder reaccionar. Los asaltantes violadores generan un estado flojedad creciente en niños y niñas, que no logran gritar, destronada su subjetividad. Una entrega pasiva por parte de la criatura intentando quizás aplacar al otro. Como si la violencia eliminase el sistema óseo de la víctima, la columna vertebral como organizadora del soporte corporal (David Maldavsky, 2007). Son adultos que responden al margen de toda lógica convencional, “sacados”, alterados ante la presencia desvalida.

A estos padres que “se sacan” ante la impavidez del hijo o de la hija ¿podremos entenderlos como descerebrados? Por lo menos fracasarían las funciones corticales. Con esa interpretación retrocedemos a un determinismo biologista.

La interpretación judicial

Tanto el enceguecimiento activo del adulto ante la inermidad de la víctima cuanto el otro modelo que en diversas circunstancias procede con la meditada decisión de violar y corromper, dependen de la curiosidad, la satisfacción por el abuso de poder y la desnudez del cuerpo infantil. En esos meridianos se crea la escena que con reiterada frecuencia omite la perspectiva judicial al desconocer que entre el cuerpo desnudo y la ley existe un juego de ficciones (Mari, E. 2002). Instituye el cuerpo de la niña o el niño como sujeto jurídico y por lo tanto, sujeto anónimo de la ley, ficcional. Las ficciones no son un error, ni falsedad, ni ilusión, ni mentira, “no están concebidas como objetos concretos en un espacio-tiempo real, no tienen relaciones causales con cosas que sí las tienen y son creadas escribiendo cierto tipo de enunciados de acuerdo con un conjunto dado de convenciones”.

Esas convenciones son las que diseñaron los adultos entre sí y para sí, algunas de las cuales sostienen que los niños y las niñas no son creíbles. Y que los padres siempre aman y protegen a sus hijos.

Pero no existe una convención concreta entre los derechos de los niños y los jueces, ni se ha gestado un contrato entre ellos acerca de la verosimilitud de lo que los chicos dicen. Un contrato en el cual una parte se comprometa a creer al mismo tiempo que reconoce la verosimilitud de lo que escucha.

Las palabras con las que el niño cuenta lo sucedido, narrativa de verosimilitud obligada y obligatoria, quedarán capturadas en el nivel de las que Vaihinger denominaba “tierra de las ficciones”.

La inclusión del cuerpo victimizado de la criatura en el circuito del derecho merced a las palabras del mismo niño además de los estudios anatomofisiológicos y psicológicos es el que lo transforma en sujeto de derechos, que será interpelado y mediatizado por la palabra y los dibujos del niño o niña que los colegas presenten.

Determinados magistrados se ciñen a un pensamiento que transforma en error o mentira la palabra de los niños que merced a sus presencia en los juzgados quedan entrampados en una situación ficcional que los aleja de la realidad que han vivido.

Es la inclusión del cuerpo desnudo del niño en el discurso jurídico lo que crea la ficción, inevitable porque es preciso escuchar a la víctima y preguntarle, pero el procedimiento no debería transformar en falsedad la narrativa del niño; solamente lo inscribe en una dimensión ficcional del discurso jurídico que se utiliza a veces como duda y aun certezas respecto de la verosimilitud del relato. Verosímil no es lo que sucedió, sino el modo de narrarlo por parte de la víctima. La confusión entre categorías conduce a que se torne falso aquello que dice esa criatura a la cual la práctica jurídica convirtió en sujeto ficcional. Su descripción proviene de un niño que por el solo hecho de estar declarando ante un juez es un sujeto de la ficción jurídica. Lo cual pertenece a otra categoría respecto de la verosimilitud de su relato y en relación con lo que padeció.

Lo que le hicieron está inscripto en el cuerpo de la criatura, en su anatomía y en las que fueron sus reacciones iniciales en el momento de la violencia, algunas ahora inexistentes como huella corporal pero bordadas en cada sensación mentalmente preservada.

La verosimilitud de lo que el niño cuenta puede resultar atropellada por la búsqueda de “la verdad”, sin categorizar las diferencias entre lo ficcional del Derecho, lo verosímil de la narración de niños y niñas y sin radicar la pregunta emergente: ¿por qué sucederá de este modo?

Las lógicas actuales

Quizá sí podemos pensar que la inhumanidad asociada a las lógicas del mercado, del consumismo, de las adicciones (a la tevé, al trabajo, al alcohol, es decir, a las lógicas de quedar atrapados por otras cosas ajenas a los sentimientos hacia el otro) intervienen en la construcción de las relaciones vitales y vinculares. Las lógicas están reguladas por lo orgánico brutal, por la necesidad de satisfacerse, si estoy nervioso no me aguanto y pego, si empecé a pegar sigo pegando como el adicto, no puedo detenerme, como no puedo dejar de comprar, es decir, no puedo dejar de.

Ajena a determinismos biológicos facilitadores de cualquier explicación, prefiero pensar en la actual presencia de mecanismos sociales que inhiben la compasión y la solidaridad al mismo tiempo que producen el daño y garantizan la indiferencia moral hacia la víctima. Provenientes de cualquiera de las dos montañas que presionan el horizonte de innumerables niños y niñas. Dinamitar montañas no es ecológicamente recomendable, además también es riesgoso. Con la colaboración de los niños y de las niñas tal vez podamos perforar túneles que permitan atravesarlas, hacia otros paisajes, donde la ficción se torne aliviante y entretenida y lo verosímil sea priorizado por el mundo de las artes.


Fuente: Pagina 12

lunes, 12 de noviembre de 2007

LA ÉTICA DEL ARTE EN EL TIEMPO DEL OTRO QUE NO EXISTE

Por:
Johnny Gavlovski (1)

“Interpretar el arte es lo que Freud siempre descartó, siempre repudió; lo que llaman psicoanálisis del arte es todavía más descartable que la famosa psicología del arte, que es una noción delirante. Al arte debemos tomarlo como modelo, como modelo para otra cosa, es decir, hacer de él ese tercero que aún no está clasificado. ese algo que se apoya en la ciencia por una parte, y por la otra toma al arte como modelo, e iría aún más lejos: que no puede hacerlo sino en la espera de tener que darse, al final, por vencido” (2) Jacques Lacan


1.- “SI EL OTRO NO EXISTE, EXISTE EL DOBLE”.

En el seminario “El Otro que No Existe y sus Comités de Ética” (3), Jacques-Alain Miller y Eric Laurent formularon un nombre para los tiempos en que vivimos: “La época del Otro que no existe”. Nombre que apunta a una época de caída de los ideales, al derrumbe de ese significante que impone la ley: El Nombre del Padre. Padre mítico que Freud describiera desde “Tótem y Tabú”, padre del goce, agente de la castración. Época marcada por la desintegración y consecuente metamorfosis de los lazos sociales, en un espacio donde, al decir de Lacan, “somos seres mirados por el espectáculo del mundo... bajo esa mirada... que nos cerca, y que nos convierte en primer lugar en seres mirados, pero sin que nos lo muestren...” (4) Espectáculo omnivoyeur... controlado por un ser absoluto al que se le transfiere la calidad de omnividente”. Sustituyendo del significante Nombre del Padre por el brillo fálico del semblante “Mercadeo”, “trasnacionales”, “globalización”, quienes sostienen la “gran neurosis contemporánea” de los
tiempos que nos tocan vivir.

Tiempos donde “lo simbólico contemporáneo (...) se consagra a la imagen. No sólo por el dominio de la mostración y el espectáculo de la mirada sobre la reflexión, sino porque frente a la caída del Otro hay un refuerzo de lo especular, del narcisismo” (5). Así, las condiciones están dadas: en el espacio dejado por la ausencia del Otro, aparecerá el doble, y en consecuencia, proliferarán las opciones para las elecciones narcisistas.

Imperio omnividente, reino de la imagen. Espacio insaciable para la búsqueda del reconocimiento.

El arte y la creatividad no están exentos de verse afectados por este malestar de nuestra hipermodernidad. Recuerdo una anécdota que para mi marco ese momento: trabajaba en una importante productora de TV, que me había llamado para asesorar un proyecto en mi calidad de psicólogo clínico y dramaturgo. Orgullosos de la llamada “televisión cultural” en nuestro país, trabajábamos de la mano con José Ignacio Cabrujas, en un proyecto de adaptar a la pantalla chica todas las obras de Shakespeare.

Proyecto que duró hasta el arribo al país, de la nueva camada de gerentes de nuestras plantas televisivas. Venían de un encuentro mundial en Los Angeles. Mientras nosotros elegíamos el elenco para la nueva producción, con actores veteranos que fueran soporte de calidad y formativo para las nuevas generaciones, ellos habían decidido “Caras nuevas. No más arrugas en televisión”, “no más inventos creativos”, “mantener las fórmulas de éxito”. Y ¿cuál era esta fórmula?.- preguntamos. La respuesta fue fácil: repetir ad infinitum la mezcla entre “El derecho de nacer” y “La Cenicienta”. La protagonista debía sufrir, incluso hasta en el capítulo final donde lloraría por ser feliz. No existe otra opción sino es la imagen masoquista de la mujer expuesta al goce del Otro: “Una mujer violada en el primer capítulo siempre se enamora de su agresor”- sentenció un gerente - “Resultó en “Leonela”. El orwelliano Big Brother omnividente, dictaba sus lineamientos de éxito. Los actores veteranos fueron despedidos por sus arrugas.

Nuevas “figuras” (significante de un cuerpo rutilante) ingresaron en la planta, sin ninguna experiencia en actuación. Recuerdo a una de estas nuevas “grandes estrellas”, inaugurándose frente a una cámara, muy concentrada en el gran escote que lucía, destrozando una escena, que había costado horas para escribirse. El escritor miró aterrado al gerente de la planta, comentando: “Ella no sirve. No sabe hablar”. El gerente ni se inmutó, respondiendo: “¿Y a quién le importa lo que diga?. La gente sólo va querer verla”... Y mirando a su asistente, ordenó: “Que se inyecte botox en los labios. Será perfecta”. Y así fue: inyección de botox, y aumento de sueldo, ante la mirada consternada de escritores que, poco a poco, fueron sustituidos por “escribidores”; de productores que dejaban de lado la dirección de arte para buscar nuevos convenios con la industria médica y cosmetológica, y de jóvenes actores de teatro que habían aprendido las lecciones del maestro Stanislavsky en los libros y en las tablas, y no en cómodas cuotas de bisturí y esteroides. Jóvenes actores, creativos, cuyos curriculums comenzaron a almacenarse en gavetas que nunca serían abiertas, excepto para extraerlos de allí como “figurantes de escena”, nombre técnico de un relleno de espacio vacío, que hace la diferencia entre figura y figurante, entre hablante y silente, entre tener un cuerpo y ser un cuerpo, un cuerpo que solo figura, que no habla, que sólo puede desear algún día estar “en el lugar de” quien figura.

Si cambiamos el contexto espacial, podríamos encontrar anécdotas similares en diferentes espacios del arte, donde cada vez merma el estimulo a la creatividad para hacer encajar al artista en un molde mercadeable. Lo saben los músicos cuyos destinos se deciden a puerta cerrada en el equivalente de lo que serían los laboratorios farmacéuticos de la música sonido: agentes y empresarios, ingenieros de sonido y organizadores de conciertos, preparan la imagen perfecta del “nuevo-músico-producto”, que no importa que cante o no, porque igual “el estudio lo arregla todo”. Lo importante es que sustituirá al “anterior-recién lanzado” cantante de moda, que deberá salir de circulación, porque los resultados no han “cubierto las expectativas” de la oficina regional.

¿A dónde van estos artistas?, se preguntaran Uds. ¿Qué producto deberán apoyar para conseguir a su vez la oportunidad de desarrollar su creatividad? ¿A qué instancia gubernamental podrán asistir en un momento en que se reducen los subsidios de cultura, en beneficio de “otras necesidades nacionales? ¿Dónde queda la ética dentro de todo esto?. O mejor dicho, ¿adónde se fue?. El puesto está vacante. La hipermodernidad la dejó escapar. Aviso clasificado: “Se solicita una nueva ética para los tiempos que corren”, una que sustituya lo que Eric Laurent, llamó la “ética de Comité, sostenida en la práctica de la palabrería y fundada en el consenso”6.


2.- “FREDERICH NIETZCHE, PATRONO DE NUESTROS DÍAS”

Nietzche soñó con el nacimiento del superhombre. Un superhombre capaz de elevarse por encima de sí mismo. Pero el tiempo pasa, y el superhombre no llega.

No nació de los intentos de la vanguardia artística de principios del siglo XX, ni de los lienzos de Picasso, ni de las óperas de Puccini. No nació de las ilusiones de Summerhill. Ni emergió entre las cenizas de Auschwitz, ni Hiroshima, ni Vietnam, ni de El Salvador. No salió como figuras coleccionable de cajitas Mac-felices para tele-espectadores de “La Guerra del Golfo”; ni frente a los millones de tele-testigos del derrumbe de las Twin Towers. El superhombre llegó, pero mucho antes. Llegó vía efectos de la sífilis que afectaba el cerebro de Nietzche, mientras su genio le advertía: “Cuando hayas llegado a tu meta y desmontes, justamente en tu altura, hombre superior, darás traspiés” (7).

En el fondo. Niestzche sabía que el Dr. Frankestein había fracasado. Pero se mantuvo firme en su creencia, en éste superhombre, amo del conocimiento y de las ciencias naturales, capaz de soportar la vida “que eternamente retorna”, y así se les hizo creer a toda una generación. Lástima que Sigmund Freud y Jacques Lacan advinieran años después, para darnos cuenta que lo único que retorna, que insiste, proviene del registro de lo real. El tiempo pasó, y con éste dos siglos. El malestar de nuestra cultura rescata un resto de “superhombre” para sí. Del “comic” a la leyenda urbana. Superman tiene gadgets suficientes para hacer frente a la kriptonita. Aparece nuevos superhéroes: el hombre “metro-sexual”, el “tecno-sexual”, portadores de una sexualidad ortopédica, semblante de liberación sexual, para ocultar el temor al encuentro con el propio cuerpo y el del otro. Plantilla que rige nuestro “modo-de-habitar-nuestro-cuerpo”. Nuestro modo de pensar, y en función de qué crear. Ruptura con aquella erótica griega basada en el arte, el arte de dar y recibir.

Ruptura con la concepción del matrimonio tradicional, para marcar el vínculo amoroso con el rótulo “desechable”, donde la sublimación se torna perturbadora, por su carácter intransmisible. Por ello se hace obligatorio, ubicar donde se manifiesta en nuestros días la represión: ¿Acaso en nuestro liberal occidente moderno podamos hallarla manifestándose en la superproducción de sexo, en la sexualidad virtual, solitaria y masturbatoria?. Foucault nos diría que si. Hace tiempo nos advirtió que la represión no es el silencio y la prohibición, sino también la multiplicidad y manipulación de discursos e información”. (8)

¿Pero acaso eso importa para los fabricantes del espectáculo omnivoyeur? Parece que no. La cadena de producción de las grandes trasnacionales no cesa. El “amo moderno” del que Freud hablaba, se funde con el nuevo poder capitalista. El psicoanálisis comenzó a denunciar “la existencia de un malestar... en una sociedad que camufla el vacío produciendo sin cesar objetos de deseo que son transformados hábilmente en objetos de goce al alcance de cualquiera” (9). Y mientras tanto, se hace más vertiginoso el ritmo de producción de la cadena de promesas de un goce imposible. El hombre dice: “¿Por qué los días pasan más rápido?”. Se mira al espejo. No es Fausto, ni Dorian Gray. Hasta que un día, escucha desde el televisor, escuchó una voz que se le prometía ser cómo ellos. No recuerda quien lo dijo. Solo era una voz.

Entonces, volvió a verse en el espejo. No supo darse “los buenos días”. Su cuerpo caducaba. Lo perfecto también. Freud lo decía: “esta exigencia de eternidad deja traslucir demasiado que es un producto de nuestra vida desiderativa como para reclamar un valor de eternidad” (10). Y en busca de este “valor de eternidad”, del rescate de alguna pequeña nada que pueda elevarse a la dignidad de “Das Ding”, nace el sujeto de la necesidad. La gran industria lo sabe: “un producto ya no necesita ser consumido para ser producido: la fabricación del deseo de consumo puede determinar por sí sola la actividad de la empresa” (11) . Basta con prender el televisor para recibir un ametrallamiento publicitario, que en los países desarrollados se eleva a 2.500 impactos por persona y por día (12).

Ahora el deseo se fabrica por encargo. Y la estructura misma del deseo lo permite. Lacan lo aclara frente a un grupo de médicos en La Salpetriere (13) cuando señala que “el deseo es de algún modo el punto de compromiso, la escala de la dimensión del goce, en la medida en que en cierto modo, permite llevar más lejos el nivel de la barrera de placer. Pero éste es un punto fantasmático, donde interviene el registro imaginario, que hace que el deseo esté suspendido a algo cuya naturaleza no exige verdaderamente la realización”.

Nuevamente la necesidad de una ética aparece para marcar posición: ¿Qué hace la ciencia frente a esta vorágine donde se precipita nuestra cultura?.

En el mismo lugar, Lacan advierte que lo que él llamo la ciencia – o la técnica- colaboraba con todo lo que venía ocurriendo. Esta había perdido de vista los efectos de su acción, desembarazándose de ellos “de acuerdo a una modalidad más cercana al derramamiento que al modo de producción dominada (14). “La ciencia – nos decía Lacan - (está) derramando ciertos efectos que no dejan de implicar ciertas apuestas” (15).

Y el hombre objeto allí está, pasivo ante el derramamiento externo “de máquinas extrañas y productos que no cesan de modelar la subjetividad moderna”. También se derrama en el interior de nuestros cuerpos “por intermediación de la química” para modificarlos y modificarnos (llámense drogas o alucinógenos).

Melenotte nos comenta al respecto: “que uno este invadido hoy por maquinitas que trasportan la voz muy lejos, desmultiplican las imágenes, las producen de manera más que alucinada, todo eso permite constatar la fuerza del flujo del derramamiento que la ciencia ejerce sobre nosotros con sus objetos, flujo que nos lleva más allá de los lugares que reconocemos como los de nuestra residencia, más allá de lo que consideramos familiar” (16). Y me pregunto, si ese más allá no es el espacio, indiscutiblemente imaginario, donde se produce la “inquietante extrañeza” (17), el reino de lo “unheimlich”. De ser así, me pregunto: cuándo y de qué forma el golpe de lo ominoso, hizo marca en la creación artística del hombre de nuestros tiempos?.


4.- EL LAMENTO DE MILLER O DEL “MUSELMANNER” AL “TRASH”

En “Las cárceles del goce”, Jacques Alain Miller escribe: “Quizás podamos constatar hoy que a pesar del mérito de los artistas contemporáneos, la vida del espíritu, como decía Hegel, no pasa por el arte. No hay, pienso, lo lamento, controversias como había en la época de los impresionistas, donde tocar el cuadro producía en cada uno de los informados una verdadera insurrección. De la misma manera que no nos ocupamos tanto de las fórmulas religiosas que antes despertaban pasiones, de la misma manera parece que una libido se ha retirado del campo del arte” (18).

El dolor no es sólo el de Miller, sino de muchos. Lamentablemente, ese “tocar el cuadro” cual mano divina en “La Creación” de Miguel Angel que se extiende para dar vida, no ocupa ningún lugar en el mundo del arte de hoy. El goce de la creación, la exploración de los bordes del vacío, allí donde el creador trata de alcanzar sus objetos perdidos, dándoles la dignidad del “Das Ding”. Eso... Ya no es rentable. He visto artistas plásticos con propuestas importantes, falsear su identidad en lienzos con caballos y payasitos “para mantenerse dentro del mercado y poder vivir”. Inhibir el “spiel” que implica crear, en beneficio de generar un producto mercadeable con el cual ocupar un lugar, y asegurarse el sustento. Si, Jacques Allain, Hegel profetizo: “la vida del espíritu, no pasa por el arte”. La pulsión ha perdido en este terreno una de sus vicisitudes: la sublimación no es negocio. La libido en el campo del arte no rinde dividendos. Que cada quien resuelva en silencio y como pueda, la marca de la castración.

Sin embargo, el arte y el psicoanálisis no pueden quedar impávidos ante esta realidad. Echando mano de la historia, deben colocar la lupa a esos momentos, donde el malestar trocó lo que se venía gestando en las artes desde la efervescencia creativa en los albores del siglo XX.

Si hacemos ese ejercicio, podemos recordar que “... al final de la Primera Guerra Mundial quedaron radicalizadas tres posturas: El fascismo de Mussolini, en 1922, reforzado por el Nazismo y la Revolución Rusa de 1917. Estas posturas se plantearon como alternativa frente a otra, el capitalismo liberal, que atravesaba su peor momento tras el derrumbe de la bolsa de Nueva York en 1929. La tensión entre estas alternativas terminó en la Segunda Guerra Mundial, revelándose cada una de ellas como fuerzas que prometían progreso al tiempo que producían genocidios: los crímenes fueron desde el Holocausto a las matanzas de Stalin pasando por Hiroshima y Nagazaki. Pero el ideal de progreso puesto al servicio de la aniquilación de los seres humanos como fue explotado por el Nazismo no revestía antecedentes: cadenas de montajes, transportes, burocracia, la química del gas Zyklon, la electricidad, la organización social de los campos de concentración, todo lo que el desarrollo le había dado a la humanidad se usaba en contra de la humanidad. No había más qué decir, explica Adorno en 1956: “...hasta la más extrema consciencia de final tiende a degenerar en charla ociosa. La crítica cultural se encuentra frente a la etapa última de la dialéctica entre cultura y barbarie. Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie. Y esto corroe incluso el conocimiento de por qué se ha vuelto imposible escribir poesía hoy.” (19, 20)

Del campo de concentración nazi no emergió precisamente el superhombre que el ideal germánico alguna vez soñó. Pero si nació un nuevo tipo de hombre, aunque quienes lo vieron no sabrían si darles esta categoría. Todo dependía del campo de concentración que habitaran. En Auschwitz, fueron nombrados “muertos vivientes”, aunque al final serían recordados como los Muselmanner, porque al ser vistos de lejos parecían árabes en estado de oración, presos del estado más grave de desnutrición: “su número era desmesurado,... masa anónima, continuamente renovada y siempre idéntica, no hombres que marchan y penan en silencio, apagado en ellos el brillo divino, demasiado vacíos ya para sufrir verdaderamente.” (21,22)

Giorgio Agamben, no duda en afirmar que la historia convirtió al “muselmanner” en una suerte de “guardián del umbral de ética y de una forma de vida que empiezan allí donde la dignidad acaba... dignidad ofendida que no es la de la vida, sino la de la muerte” (23).

Así, el siglo XX ya no deja al hombre indiferente ante la muerte de otro, sino que desde entonces, le recuerda al hombre, de forma descarnada su propia vulnerabilidad: la muerte del semejante, implica la posibilidad de la muerte propia. Herencia de Auschwitz. Y su derramamiento no cesa de escribirse en el arte del siglo XXI. Recientemente, lo vimos en la prensa capitalina (24): una galería británica vendió una escultura llamada “Self”. Se trataba de una cabeza esculpida sobre sangre congelada de su propio artista: Marc Quinn. La compro un coleccionista norteamericano, en 1,5 millones de libras (En 1991, la habían adquirido en 13.000 libras). Un ejemplo de art nouveau, entre muchos otros que también se desangran o se perforan, o esculpen piezas con restos de cuerpos humanos (piel, cabellos, órganos), igual como en los campos se usaran los cabellos de los cadáveres para hacer las almohadas, o la grasa de los cuerpos en los hornos crematorios para hacer jabones. Pero nuestra hipermodernidad, tiene un extremo mayor en esta serie: el llamado cine “snuf”, “donde se filman personas a las que se torturan, violan y/o mutilan en vivo, para luego venderlo como material pornográfico. Elocuente indicador cultural de nuestros tiempos” (25).

En el campo de concentración, cada quien perdía su identidad, para ser nombrado desde el motivo de su muerte: ser gitano, ser judío, ser traidor, ser homosexual. Y después del campo, muchas de esas marcas, permanecieron como sello de una cultura. Desde el triangulo rosado que luego se hizo arco iris para el gay, hasta la marca del tatuaje en el cuerpo, que posteriormente hizo serie con el moderno piercing.

Significantes todos ellos que atraviesan la carne.

En otros tiempos, esta martirización era un acto de fé, puesta al servicio del deseo del Otro. Hoy, en los tiempos donde el Otro no existe, la marca en la piel, sea un “tatuaje artístico” o un piercing, exhiben el lugar en el cuerpo, “donde la impotente función del semblante paterno dejó su lugar vacío”.26

Alrededor de esas marcas, el hombre se agrupa, buscando su particularidad, en la segregación. La sociedad se fragmenta en pequeñas epidemias cerradas, que ni se mezclan ni se comprenden, lo que aumenta los problemas de violencia, pequeñas sectas, de todos idénticos, enfrentadas (27).

Grupos fabricados, prefabricados, alucinados, que dan como verdad las fábulas de las leyendas urbanas. Modelos de identificación en red. Adolescentes que “deciden” vestirse de negro, pintar sus uñas de verde, porque son “góticos”, y sin leer sobre psicoanálisis, distinguen sexo de sexuación, a su manera; porque como me dijera uno de ellos “la sexualidad no está en el genero, sino en la persona. Yo no me opongo a nadie. No tengo origen, sólo un fin, mi espiritualidad. Yo medito en cualquier lugar. En el C.C.C.T porque soy urbano, o en el San Ignacio... es más elegante.” (28). Mientras el joven habla. Otro adolescente lo mira, se burla. El gótico se va. El segundo saca un spray y comienza a rayar las paredes. Tatuaje urbano. “Me gusta lo que pintas”, le digo. “¿Quién te dice que yo pinto? – me responde – Lo mío es ser vándalo”. Y en la esquina, a pocos metros, a kilómetros, en algún lugar, en cualquier lugar, la patética expresión viva del sujeto nadificado: El trash.


5.- LA CUARTA MUTACIÓN O LOS NUEVOS EMBAJADORES DE NUESTRA CASTRACIÓN

En un seminario que Graciela Brodsky dictara en Caracas sobre “La Práctica Lacaniana” (29) nos sorprendió con su reflexión sobre las mutaciones del psicoanálisis, refiriéndose a éstos en tanto esos cambios bruscos que éste ha sufrido a lo largo de su historia. Para el caso que nos ocupa, lo que Brodsky plantea como la cuarta mutación, toma relevancia especial. Se refiere a ésta como el cambio que está por venir.

Un cambio que “dependerá de la docilidad de los analistas para adaptarse, dejarse llevar”, dejarse guiar por una nueva clínica, sin buscar reconducirla a la vieja clínica. Se trata de “ser dóciles a algo nuevo, desconocido”; a los síntomas que no tocan la puerta del consultorio; y que le tocará al psicoanalista salir a buscarlos allí donde están, escondidos. Brodsky afirma que son “síntomas reducen al sujeto al estado de trash, bultos”, y va más lejos al afirmar que: “Quizás trash sea el nuevo nombre del sujeto”.

No es difícil encontrarlos en nuestras calles, quizás sean los nuevos muselmanner de la hipermodernidad, o quizás síntomas sociales, como aquellos a los que se refería Lacan cuando nos decía que “hay un síntoma social cuando cada individuo es un proletario, es decir que no tiene discurso con el cual establecer un vínculo social” (30). ¿Serán acaso los desplazados por los paramilitares colombianos que huyen por la frontera, sin ser reconocidos en su condición humana ni por los militares de un lado, ni por la guardia nacional del otro?, ¿o quizás, más acá, bajo el manto de la gran ciudad, esos seres reducidos a la supervivencia: “los recogelatas?”. Mil nombres hay para definirlos: indigentes en vez de psicóticos, “homeless”, “damnificados”, o peor aún, “niños de la calle”. Los encontramos todos los días, al salir de la calle, escarbando entre las bolsas de basura de cualquier esquina; durmiendo bajo nuestros automóviles, o desmantelando alguna obra de arte de la ciudad para venderlas como material de fundición. Imágenes anamórficas, que aparecen repentinas, cuando algo se rompe en el lienzo de nuestro paisaje, y no podemos seguir de largo, y entonces, “en el momento en que uno se da vuelta por última vez” (31) las descubre: “verdad siniestra” que se nos expone, cada vez más cotidiana, desde el ángulo social de lo que cada vez, nos acostumbramos más a ver y tolerar. Ominosas, cuando “atrapa nuestra mirada, en su función pulsátil, para reflejar(nos) nuestra propia nada” (32). Trash o sujeto nadificado, al decir de Lacan, “nadificado bajo la encarnación en imágenes de la forma imaginaria de la castración” (33).


6).- ¿FINALIZANDO O PARA EMPEZAR?. UNA CUESTION DE ETICA.

Si, un 15 de abril, la prensa capitalina destacó como indigentes “desmantelaron” la obra “Cuadrados vibrantes y progresión”, de Jesús Soto, que ornamentaba los espacios del Complejo Cultural Teresa Carreño. 400 varillas de aluminio, fueron extraídas sin que nadie dijera nada. Por esos días también, la estatua de Martí, tuvo máscara anti-gas en una de las muchas marchas de la oposición que recorrieron la ciudad. Y la de Cristóbal Colón fue decapitada por asesino de indígenas; y el obelisco de la Plaza Altamira se convirtió en una asta gigante para sostener la bandera de Venezuela. Las obras de arte, de muchas maneras, son usadas como canal de comunicación para expresar el malestar de nuestra cultura.

Y nosotros fuimos testigos de eso, sea por respirar los gases lacrimógenos en el mismo sitio o a través de Globovisión (34). No importa: Todos estuvimos alli. Brodsky acierta cuando nos señala que “el tejido social contemporáneo es más bien el de la circulación de redes al que estamos todos conectados, y que el trash es el bulto que impide la circulación”35

La pregunta es que pueden aportar el psicoanálisis y el arte frente al malestar de la cultura en la hipermodernidad. Y qué postura ética podrían asumir?

En primer lugar, no es la idea plantear aquí que el psicoanálisis y el arte son la panacea con las cuales el hombre de la hipermodernidad puede ser redimido. El más mínimo esbozo de eso, merece que Uds. Que me escuchan, se paren inmediatamente y abandonen esta sala. Freud mismo lo decía: “Siempre me impresionaron las bajezas de los hombres, incluyendo las de los analistas; pero ¿por qué los hombres y las mujeres analizados deberían ser mejores? (...) Pienso que es pedirle demasiado al análisis pretender que realice los más altos ideales de cada uno” (36). Pero por otra parte, si tanto el psicoanálisis o el arte, son convocados desde el deseo de alguien, que sufre por este malestar, que lo divide, que mortifica su cuerpo, que lo hace hacerse preguntas, entonces, ambos pueden intentar responder con lo mejor de lo que disponen en sus prácticas.

En segundo lugar, es importante no confundir ética con moral, mucho menos con algo tan opuesto tanto al psicoanálisis como al arte, a saber los “actos de consciencia”; y más allá aún: tanto el psicoanálisis como el arte deben estar advertidos contra la “etificación”, término propuesto por Jean Allouch, “basado en el modelo de otras oleadas parecidas como: industrialización, electrificación, informatización, y que hay que considerar a ésta oleada ética como otra sustitución, la cual hace que la así llamada ética psicoanalítica ocupe el lugar del método freudiano” (37).

En tercer lugar: hay que recordar que el hombre se adapta de forma increíble a las situaciones extremas, convirtiéndolas rápidamente en hábitos (38). Lo ominoso rápidamente se torna familiar, y es precisamente allí donde, tanto el psicoanálisis como el arte pueden actuar a fin de evitar que este malestar se haga habito y todo “marche bien”. Para ello, tanto el artista como el psicoanalista, no pueden quedarse encerrados en sus talleres, estudios o consultorios, sino, como lo señalábamos antes, salir a la calle a buscar al trash, interviniendo en el campo social, institucional (39).

En cuarto lugar, propongo al artista, una apreciación que hiciera Irene Roublef, sobre la ética y psicoanálisis, a saber, “permanecer atento a todo aquello que pueda identificarlo, a partir del otro, ya con el amo, ya con el esclavo” (40). En este mismo sentido, han de desarmar tanto su gusto por el colonialismo psíquico como la instancia psíquica, que se afirma en quienes, habiendo pagado para obtener su trabajo, pretenden – sin saberlo – comprar deseo y subjetividad” (41). Aquí tomamos para nuestros efectos, la pregunta que hace Lacan: “¿El fin del arte es o no imitar?”, y a continuación se responde: “Si el arte imita, es una sombra de una sombra, una imitación de una imitación” (42). No es aplicable entonces esto mismo, al artista que crea para complacer a un amo?. Puede llamarse entonces a esta imitación, “arte”, sino se expone a ese punto de vuelco que supone “cercar la Cosa” (43). Recordemos con Lacan que “El arte intenta operar nuevamente su milagro siempre a contracorriente, contra las normas reinantes, normas políticas por ejemplo, esquemas de pensamiento inclusive” (44).

En quinto lugar, tanto el artista como el psicoanalista, podrían tener la opción de intervenir sobre los modelos de identificación propuestos desde los semblantes que operan como Nombre-del-Padre cuestionando su sitial como Ideal del Yo. Sus propuestas sobre ello, podrán pensarse desde el Ideal del Yo “como una instancia de diferenciación y no como un modelo de conformidad o de conformación”. El Ideal del Yo “como un motor de la aptitud para establecer identificaciones, pero siguiendo un principio de identidad en la diferencia, y no un principio de identidad en la adecuación” (45).

En sexto lugar, - y previo destacar que no ahondo en los aportes que el arte ha hecho al psicoanálisis, por la cantidad de trabajos que se han hecho sobre el tema –deseo señalar de forma somera, como el artista puede nutrirse de las investigaciones que el psicoanálisis ha hecho sobre lo real, con lo cual podrá acercarse al hueso de la creación artística, y trazar nuevas directrices en torno a los vínculos entre ética y arte en la hipermodernidad.

Al igual que el niño que Freud observara, lanzando el carretel para recrear la presencia-ausencia de la madre, el artista debe bordear la nada intentando hacer emerger de ésta el acto creativo. Sea pluma, pincel, piano o cincel, al artista podrá circunscribir así el vacío, verá emerger de este, el carretel: el objeto causa del deseo. Exploración sobre territorios inexplorados, sorpresivos, con las que podrá ir más allá de las novedosas cadenas de producción de arte, que propone objetos de moda en nuestra sociedad.

Entender que éstas ofrecen una ilusión de realización, que no deja de ser imposible. Sin embargo, para un verdadero artista, imposible es no cesar de no inscribirse en el registro de la búsqueda de realización. Y si bien no puede aislarse en la utópica torre de marfil, el artista puede hacer frente al malestar de la cultura, sirviéndose del psicoanálisis, para ver, a través de la mira, que ha apuntado a “un diagnóstico de lo que falta (de lo que no cubre esa producción incesante de objetos), exponiendo, de esta manera, las nuevas fracturas del lazo social” (46).

¿Cómo hacerlo?. Dependerá de cada quién. Lo importante es que, si esa es su verdadera naturaleza, se dejará llevar sobre los hombros de su duende, aquel que insufla todo su furor creativo, operando sobre el cuerpo “como el aire sobre la arena” (47). Así lo confesó el cantaor Lebrijano: “los días que yo canto con duende, no hay quien pueda conmigo” (48).

Ya pasó el momento de decir con un dejo de superioridad, “los artistas nos adelantamos a nuestros tiempos, que el psicoanálisis aprenda de nosotros, como siempre lo ha hecho”. Es cierto, el arte se adelanta, siempre. ¿O acaso se puede negar que García Lorca se adelanto a Lacan en sus formulaciones sobre la creación artística y el vacío, cuando nos dice: “El duende ama el borde, la herida, y se acerca a los sitios donde las formas se funden en un anhelo superior a sus expresiones visibles” (49). Qué major manera de expresar que el duende es el goce, y lo real que insiste. El acto creativo es hacer frente a lo real del goce, y saber hacer con eso... Artistas y psicoanalistas, un esfuerzo más!, que el malestar no espera. Y si no sabéis dónde hallar al duende, seguid la pista del poeta andaluz: “por el arco vacío entra un aire mental que sopla con insistencia sobre las cabezas de los muertos, en busca de nuevos paisajes y acentos ignorados; un aire con olor de saliva de niño, de hierba machacada y velo de medusa que anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas” (50).


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Notas

1 Miembro Asociado de la NEL Caracas – Pronunciamiento. Participante del Centro de Investigación y Docencia en Psicoanálisis Las Mercedes. Psicólogo Clínico. Escritor.
2 Lacan, J: SEM 21: “Los incautos no yerran” (Los nombres del padre) Clase 11, del 9 de Abril de 1974 Pág. 141 (Inédito)
3 Citado por Assef, J..P: “El Psicoanálisis frente a la actualidad”.(Internet). Citas de Jacques Allain Miller y Eric Laurent en el
seminario “El Otro que No Existe y sus Comités de Etica” Universidad de Paris VIII,1996 –1997 (Internet)
4 Miller/Laurent: Op cit.
5 Assef, J..P Op cit.
6Assef, J..P Op cit.
7 Nietzche, F. “Así hablo Zaratrustra” en Obras Inmortales. Tomo III. Pág. 1700. Edic. Teorema. Madrid, 1975
8 Berkovich, Susana: Nuevas formas de subjetivación (Internet)
9 Chacón, José Luis: “¿Vale una imagen más que mil palabras? Del registro imaginario al significante del Nombre del Padre”
(Internet)
10 Freud, S.: “La Transitoriedad”. Amorrortu editores. Tomo 14. pág. 309. Buenos Aires, 1979
11 Benilde, Marie: “Marcas de hierro candente en nuestras consciencias”. Le monde diplomatique. Mayo, 2001
12 Estudio (2001) citado por George-Henri Melenotte en “El sujeto moderno y su imagen”. Revista de psicoanálisis. “Me cayó el
veinte” N° 5. México, 2002
13 Lacan J.: “Psicoanálisis y Medicina”. Intervenciones y textos. Edic Manantial. Pág. 95-6
14 Melenotte, George-Henri: Op cit.
15 Lacan, J.: Op cit
16 Melenotte, George-Henri: Op cit.
17 “inquiétante étrangeté” que es como los franceses suelen traducir el Unheimlich freudiano (lo siniestro, lo ominoso). Nota del
traductor del Seminario “El Sintome” de Jacques Lacan.
18 Miller, J.A. “Las Cárceles del Goce” en “Imágenes y Miradas”. Pág. 19. E.O.L.,1994
19 Adorno, T.: Cita de Prismas (1956) utilizada en Postmodernismo, Pág. 125. Era Naciente. Bs. As. 2002. Citado en
20 Op cit. Assef, J.P
21 Levi, P: “Si esto es un hombre” Muchnik. Barcelona, 1987.
22 Agamben, Giorgio: “Lo que queda de Auschwitz” Pre-textos. España, 2000.
23 Agamben, Giorgio: Op cit.
24 Diario El Nacional. Cultura y espectáculos. Sección de Arte. Pagina B-6. Martes, 26 de abril de 2005
25 Berkovich, S.: Op cit
26 Sinatra, Ernesto: “La televisión es omnivoyeur y sus hijos la tele-gozan”. Wannabe 63. Lunes 16 de agosto de 2004
27 Aseff, Jorge P. Op cit
28 Comunicación personal con un adolescente gótico.
29 Brodsky, Graciela: “La práctica lacaniana” seminario dictado en caracas- Venezuela. Mayo, 28 y 29 de 2004. publicado en la serie
bitácora de la NEL: “La clínica lacaniana ¿estándares o principios?”. Bogotá, 2004
30 Lacan, Jacques: Lacan, Jacques: “La Tercera”. Actas de la Escuela Freudiana de París. VII Congreso, Roma 1974. Ediciones
Petrel. España, 1980. Pág. 169
31 Lacan, J. “La Ética del psicoanálisis”. Seminario 7. Pág. 173. México, 1988
32 Lacan, J.: Citado por Olga M. de Santesteban: “La mirada como causa del goce estético”. (Internet)
33 Lacan, J.: Citado por Olga M. de Santesteban. Op cit.
34 Planta televisiva de Venezuela, cercana a la oposición, que transmite noticias las 24 horas del día.
35 Brodsky, G.: Op cit
36 Freud, S.: Carta a Putnam. Número 91. “La introducción del psicoanálisis en Estados Unidos”, citado por Jean Allouch en “La
etificación del psicoanálisis. Calamidad”. EDELP. Pág. 47. Argentina, 1997
37 Allouch, J: Op cit. Pág. 10.
38 Agamben, G: Op cit. Pág. 49-50
39 Brodsky, G.: Op cit “Ese es el porvenir”. Se encarga de recordar Jacques Allain Miller.
40 Roublef, Irene: “La ética del psicoanálisis”. Actas de la Escuela Freudiana de París. VII Congreso, Roma 1974. Ediciones Petrel.
España, 1980. Pág. 99
41 Parafraseando a Roublef, I.. Op cit 102
42 Lacan, J. Op cit pág 173
43 Lacan, J. Op cit pág 173
44 Lacan, J. Op cit pág 174
45 Roublef, Irene: Op cit.
46 Chacon, Jose Luis: ¿Vale una imagen más que mil palabras? Del registro imaginario al significante del Nombre del Padre (Intenet)
47 García Lorca, Federico: “Teoría y juego del Duende”. Conferencias. Obras Completas. Aguilar editores. Pág.1077. Tomo I. Bilbao,
1975
48 García Lorca, Federico:Op cit. Pág.1067-8.
49 García Lorca, Federico: Op cit. Pág.1076.
50 García Lorca, Federico: Op cit. Pág.1079.

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